(dpa) – La idea no abandonaba a Adolf Zoeppritz. En torno al penúltimo cambio de siglo, al ingeniero germano se le había metido en la cabeza hacer transitable y, por lo tanto, disfrutable la garganta de Höllental, en el extremo sur de Alemania. Era una empresa audaz, dado el terreno salvaje.
Para llegar a la entrada de la garganta, a los pies del macizo del Zugspitze, la montaña más alta de Alemania, los excursionistas deben recorrer tres kilómetros desde el distrito de Hammersbach, en Grainau, por el bosque, superando unos 300 metros de altitud. Los más entrenados demoran casi una hora, los poco amantes del senderismo, más.
Y entonces se llega a la cabaña de entrada al Höllental (Valle del Infierno), una pequeña posada a la entrada de la garganta, encastrada en la quebrada. Para muchos, ver la posada es una alegría. Allí hay bebidas frescas, una sopa caliente y un postre típico de la zona llamado Kaiserschmarrn, preparado con toda tranquilidad.
Senderismo en compañía del sonido del agua
Ya durante el recorrido desde Hammersbach se oye el sonido del río del mismo nombre que corre junto al ascendente camino. En el molinete en la entrada a la garganta, el ruido del agua se hace más fuerte.
En la época del ingeniero Zoeppritz, en su momento presidente de la sección Garmisch-Partenkirchen del Club Alpino Alemán (DAV), aquí, a 1.045 metros de altura, todo se veía distinto. No había refugio, ni suministro eléctrico, ni baños públicos. Solo el Höllental, apretado entre otras cimas: Blassenkamm y Waxensteinkamm.
En invierno, la quebrada queda escondida bajo seis senderos de avalanchas. Durante mucho tiempo no era conocida como destino de excursiones, sino porque allí se extraían mineral de plomo y cadmía para la fabricación de latón. Más adelante, también se halló el metal molibdeno, que hace más duro el acero. «Pero Zoeppritz quería que pudieran venir las personas (a la garganta)», dice Hans Hofmann, que durante décadas fue referente del DAV para esta zona.
El camino le fue arrancado a la montaña
Aún hoy se sigue utilizando lo que con tanto esfuerzo se instaló en aquella época. La garganta de Höllental tiene 1.027 metros de largo. De ellos, 448 metros pasan por debajo de diez túneles, que fueron abiertos y dinamitados en la montaña. Los visitantes recorren 56 metros caminando por pasarelas empotradas en la pared escarpada de la montaña. Además, varios puentes cruzan el Hammersbach, que se alimenta de agua de deshielo y de lluvia y se abre camino en la roca de piedra caliza.
«Se utilizaron 2.500 kilos de explosivos en aquel entonces», relata Hofmann. «Se instalaron 14 toneladas de piezas de hierro, 750 metros de cable de acero y dos kilómetros de tuberías de agua». Para los primeros trabajos se bajaba a los hombres colgados de sogas por la quebrada, para hacer agujeros en la roca. «Allí se colocaron ganchos y soportes de hierro, sobre los cuales se ubicaron tablas de madera. Esa fue la primera pasarela, desde la cual se dinamitó el camino».
Tareas de mantenimiento el año pasado
Más de 3.500 kilos de material tuvieron que ser retirados en la primavera europea de 2020 de la garganta. La razón: 115 años después de su apertura se renovaron un puente de arco y algunas pasarelas.
«Los nuevos elementos se transportaron, en la medida de lo posible, hasta la cabaña de la entrada en helicóptero», relata Antonius Huber, tesorero del DAV y director de los trabajos de saneamiento. Las partes fueron patrocinadas por diferentes empresas. Mucho trabajo quedó en manos de los voluntarios del club alpino, que trabajaron colgados de la montaña, por encima del agua rugiente.
«Cabe aclarar que el nombre de la garganta no tiene nada que ver con el infierno», dice Hans Hofmann. «Más bien se refiere a ahuecar (aushöhlen, en alemán)».
Las duras capas de caliza conchífera, que se depositaron hace cientos de millones de años, se dislocaron cuando se formaron los Alpes. «Por el agua de lluvia y de deshielo se formó allí, a lo largo de muchos siglos, esta profunda quebrada, por la que el Hammersbach corre aún hoy», explica Hofmann.
Debido a las condiciones en parte extremas del clima en la montaña, la garganta de Höllental solo está abierta generalmente desde el Día de la Ascensión (en mayo) hasta octubre, pero entonces las 24 horas. «En invierno y en primavera (europeos) es demasiado peligroso dejar entrar a visitantes», indica Hofmann.
Posibilidades de excursiones
Quien atraviesa completamente la quebrada, alcanza después de un kilómetro y un ascenso de otros 220 metros de altura un segundo valle. Allí está la Höllentalangerhütte, cabaña cuya construcción original data de 1893. La antigua cabaña, sin embargo, fue reemplazada en 2015 por una construcción nueva, que resiste mejor las inclemencias del tiempo.
Los escaladores experimentados que quieren llegar al Zugspitze a través del glaciar Höllentalferner y una vía ferrata suelen pasar la noche allí. Este alojamiento también es un buen punto de partida para los senderistas que quieran encarar el ascenso al Osterfelderkopf a través del paso Hupfleitenjoch. Desde el otro lado, el teleférico Alpspitzbahn lleva a los senderistas hasta la cima del Osterfelderkopf.
La garganta de Höllental (Höllentalklamm, en alemán) no es la única quebrada a los pies del Zugspitze. Desde el estadio de esquí de Garmisch-Partenkirchen se puede alcanzar la garganta de Partnach (Partnachklamm) en un paseo que requiere menos esfuerzo. Esta quebrada está abierta todo el año para los visitantes.
Por Verena Wolff (dpa)