Cuando hablamos de fútbol, Johan Cruiff solía decir que “no por mucho fichar vas a quedar campeón” y es que, al final del día, sólo puede haber un equipo campeón.
Actualmente, los equipos de fútbol no se cansan de fichar nuevos jugadores. Todos buscan lo fácil y lo llamativo, gastar dinero. Sin embargo, los dirigentes no entienden que hay jugadores en la cantera que pueden dar mejores resultados que todo el dinero que gastan en fichajes. Además, no se puede tener una plantilla tan numerosa como la que tienen algunos equipos, con jugadores que están en el campo muy poco durante toda la temporada.
Por otro lado, hay entrenadores como Mourinho que en todos los equipos que estuvo siempre tuvo la oportunidad de fichar lo que quiso y por esto, todavía hoy hay personas que todavía lo quieren de vuelta en el Real Madrid.
No obstante, Mourinho ha tenido que ser cesado en el Manchester por la mala relación con sus jugadores y con la prensa. Hay que destacar que pidió a Pogba, que estaba en la Juventus, y el Club Inglés lo fichó por 160 millones de euros. Es especialmente llamativo y curioso, ya que, el Manchester no gana ni la Premier ni la Copa y queda eliminado de la Champions, haciendo una campaña para llorar.
Mourinho en el Real Madrid ganó una Liga y una Copa del Rey; no ganó más. La Liga la ganó el primer año con claridad y después fracasó dos años.
La Copa del Rey la ganó el segundo año, y se marcho son lograr la Champions. Encima se llevó a matar con jugadores de la plantilla blanca que los mandaba a la grada.
Menos mal que Mourinho no siguió en el Real Madrid, pues el equipo blanco quedó campeón y jugadores como Marcelo que él lo descartaba y lo mandaba a la grada, llegó a ganar cuatro Champions y cuatro campeonatos del mundo de clubs.
Zidane ganó cuatro Champions, tres como primer entrenador y una como segundo entrenador con Ancelotti y tres campeonatos del mundo y además de demostrar ser un gran entrenador se le cuestiona.
Zidane ganó nueve títulos en tres años y hay quien habla de Mourinho. ¿Ven la diferencia?
Por Heliodoro García del Busto