(EP) – La erupción en 2022 de un volcán submarino en Tonga fue más potente que la mayor explosión nuclear de Estados Unidos, según un nuevo estudio dirigido por científicos de la Escuela Rosenstiel de Ciencias Marinas, Atmosféricas y de la Tierra de la Universidad de Miami y la Fundación Khaled bin Sultan Living Oceans, según publican en la revista ‘Science Advances’.
La explosión volcánica de 15 megatones de Hunga Tonga-Hunga Ha’apai, una de las mayores explosiones naturales en más de un siglo, generó un megatsunami con olas de hasta 45 metros de altura a lo largo de la costa de la isla Tofua de Tonga y olas de hasta 17 metros en Tongatapu, la isla más poblada del país.
Los investigadores de la Escuela Rosenstiel utilizaron una combinación de imágenes por satélite del antes y el después, cartografía con drones y observaciones sobre el terreno recogidas por científicos de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda), así como datos de la Expedición Mundial a los Arrecifes de la Fundación Khaled bin Sultan para los Océanos Vivos, para elaborar una simulación de tsunami en el archipiélago de Tonga.
Los resultados mostraron cómo la compleja batimetría poco profunda de la región actuó como una trampa de olas de baja velocidad, capturando un tsunami de más de una hora de duración con olas de hasta 85 metros de altura un minuto después de la explosión inicial.
La erupción volcánica submarina de Hunga Tonga-Hunga Ha’apai, que forma la cadena de islas de Tonga y es resultado de la convergencia de las placas tectónicas del Pacífico e Indoaustraliana, rivalizó con la erupción del Krakatoa de 1883, que mató a más de 36.000 personas.
«A pesar de su tamaño y larga duración, el mega-tsumani resultante del Hunga Tonga-Hunga Ha’apai se cobró pocas vidas –recuerda Sam Purkis, profesor y jefe del Departamento de Geociencias Marinas de la Escuela Rosenstiel–. Los principales factores que condujeron a esto, sugerimos, son la peculiaridad de la ubicación, la pandemia de COVID-19, y el aumento de los simulacros de evaluación y los esfuerzos de sensibilización llevados a cabo en Tonga en los años anteriores a la erupción».
La simulación también sugirió que la ubicación de la erupción en relación con los centros urbanos salvó a Tonga de un resultado peor.
Aunque la de 2022 pudo haber sido una salida afortunada, otros volcanes submarinos tienen la capacidad de provocar en el futuro un tsunami de la misma magnitud», advierte Purkis, que también es científico jefe de la Fundación Khaled bin Sultan para los Océanos Vivos.
«Esta erupción encierra importantes lecciones para los tsunamis pasados y futuros en Tonga y más allá –subraya–. La erupción fue un excelente laboratorio natural para poner a prueba hipótesis y modelos que pueden desplegarse en otros lugares para mejorar los futuros preparativos ante catástrofes, y comprender mejor erupciones similares y los tsunamis subsiguientes conservados en la antigüedad y en el registro geológico».