Emiliano Bruner, paleoneurólogo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), ha publicado, en colaboración con Amélie Beaudet, del departamento de Anatomía de la Universidad de Pretoria (Sudáfrica), un estudio en la revista francesa Comptes Redus Palevol, en el que se establece que la forma de los lóbulos frontales en los homínidos pueda depender de factores asociados a la geometría del cráneo y a su organización espacial, y no solamente de los relacionados con la evolución del cerebro.
En este estudio se analiza la variación de la forma de los lóbulos frontales en tres fósiles africanos asociados a especies muy arcaicas del género humano, y datados entre 600.000 años y 1,4 millones de años: OH9 y Buia (Homo ergaster/erectus) y Bodo (Homo heidelbergensis), a través de reconstrucciones digitales obtenidas con imágenes biomédicas.
El estudio evidencia que el grado de curvatura de los lóbulos frontales aumenta a medida que los ojos se posicionan debajo del cerebro
Técnica computerizada de análisis de superficies
Se ha utilizado una técnica computerizada de análisis de superficies para reconstruir los moldes cerebrales de los tres individuos africanos y comparado la geometría de sus áreas frontales con la forma humana moderna. Los resultados indican lóbulos frontales menos amplios verticalmente en el individuo más antiguo (OH9) y menos amplios lateralmente en los más recientes (Buia y Bodo).
El estudio evidencia cómo el grado de curvatura de los lóbulos frontales va aumentando a medida que los ojos se posicionan debajo del cerebro. En los chimpancés, los ojos se encuentran frente a los lóbulos frontales, que son muy aplanados, mientras que en Homo sapiens están debajo de los lóbulos frontales, que son muy altos y redondeados. En los tres fósiles, se puede observar una situación intermedia.
La anatomía del cerebro es sensible a vínculos espaciales y mecánicos del cráneo, y “aunque no podemos descartar que los lóbulos frontales hayan sufrido cambios cruciales en nuestro linaje evolutivo, todavía no tenemos evidencias ciertas que indiquen variaciones especificas de estas importantes áreas cerebrales, por lo menos según lo que podemos interpretar a través del registro fósil”, concluye Bruner.
SINC