(dpa) – La definición de la duración de un segundo se ha modificado más de una vez en el último siglo en un esfuerzo por ser cada vez más precisa. Ahora, la duración exacta de un segundo está a punto de cambiar de nuevo.
De esta manera, la próxima vez que una persona responda a una petición con un «dame tan solo un segundo», no solo se le podrá decir que deje de ganar tiempo, sino que se le podrá acusar de no saber de qué está hablando.
Para ser justos, lo mismo se aplica a la mayoría de la gente: el tiempo, como la arena de un reloj de arena, es difícil de asir o definir. Agustín de Hipona lo describió como algo que va más allá de toda definición o descripción, quizá incluso como una extensión de la conciencia humana.
Podría decirse que el pintor Salvador Dalí llevó la idea más lejos, con sus relojes medio derretidos, caídos y fláccidos, sugiriendo que el tiempo es algo sin significado, incluso inefable.
Y Albert Einstein teorizó -con acierto, como se demostró posteriormente- que el tiempo se ralentiza a medida que aumenta la atracción de la gravedad, cuyas alucinantes y contraintuitivas implicaciones quedaron reflejadas en la película de Christopher Nolan «Interstellar».
Incluso una medida de tiempo como el segundo «ha sufrido múltiples redefiniciones», tal y como explica el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de Estados Unidos (NIST).
Catalogado desde 1960 como «unidad internacional estándar de medida del tiempo», el segundo se definía o medía al principio por la rotación de la Tierra respecto al cosmos.
Pero en 1967 esta medida se cambió a una definición basada en los niveles de energía de los átomos -el llamado «reloj atómico»-, ya que la rotación de la Tierra puede ralentizarse y acelerarse en función de los movimientos de su envoltura exterior y de la atracción de la Luna, lo que supone «un reto para el cronometraje preciso», según el NIST.
Los antiguos relojes de péndulo del siglo XVI perdían 15 segundos al día, e incluso los últimos modelos basados en osciladores de cuarzo, que se utilizan en ordenadores y teléfonos móviles, pierden alrededor de un segundo cada 24 horas.
Pero el reloj atómico, que define el segundo en la actualidad y con el que se alinean estas otras tecnologías menos puntuales, solo pierde un segundo cada 150 millones de años. Y por si no le parece suficiente, se cree que los últimos relojes «ópticos» basados en átomos solo pierden un segundo cada 15.000 millones de años.
La idea, según el NIST, es que para 2030, más o menos, el mundo se alinee, lo mejor que pueda, con la versión óptica. «Cuando cambie la definición, es probable que no se note», afirma el NIST.
Pero las mejoras tecnológicas necesarias para facilitar el cambio podrían tener repercusiones. «Su GPS podría ser capaz de localizar su ubicación con mayor precisión», predijo el NIST, especulando a su vez sobre mejoras relacionadas en las comunicaciones avanzadas y la informática.
Por Simon Roughneen (dpa)