(dpa) – Cuando brotan granos y espinillas durante la pubertad, casi nadie puede quitar las manos de ahí. Y muchos adultos también se rascan hasta que una herida con costra vuelve a sangrar o la picadura de mosquito supura.
Pero incluso sin esos «estímulos», algunas personas sienten el impulso de tocarse repetidamente la piel y no pueden resistirlo. Es lo que se denomina «Skin Picking Disorder». El dermatólogo Steffen Gass observa que este trastorno, la dermatilomanía, afecta más a las mujeres.
Más que un problema dermatológico
Resulta imprevisible lo que los afectados pueden llegar a provocarse, pellizcándose y apretando su propia piel. «Algo así deja cicatrices, por supuesto», dice Gass, quien también es ponente de dermatología psicosomática de la Asociación Profesional de Dermatólogos Alemanes (BVDD).
Y cuando se trabaja la piel sin que las manos estén completamente limpias, «esto también puede provocar enfermedades, porque se introducen gérmenes».
Sobre todo en el rostro podrán verse entonces las cicatrices. Esto pone bajo presión a las personas afectadas, que entonces se rascarán y presionarán más. O sea, un verdadero círculo vicioso y mucho más que un problema dermatológico.
«Al fin y al cabo, frecuentemente es señal de un trastorno psíquico», afirma Steffen Gass.
Estas afecciones son de carácter múltiple e intensidad variable. La ansiedad o una depresión grave pueden esconderse detrás de esta patología, pero también la tensión del momento. «Prácticamente se las descarga sobre la piel, lo que finalmente culmina en un acontecimiento doloroso», detalla.
Básicamente, añade Gass, se ven afectadas las zonas del cuerpo fácilmente accesibles con las manos, la cara, pero también los antebrazos o la parte inferior de las piernas.
Llegar al fondo de la cuestión
Por lo general, las y los pacientes que concurren al consultorio dermatológico no suelen comentar que están atravesando dificultades psicológicas.
«Muestran su piel. Y entonces corresponde a los médicos reconocer que no se trata de una dermatosis evolucionada», señala Gass. O sea, el médico no se encuentra ante una enfermedad dermatológica, sino un padecimiento que el propio o propia paciente produjo.
Lo que resulta importante, puntualiza el especialista, es que los médicos procedan de manera sensible, se tomen en serio a los afectados y establezcan un vínculo de confianza.
Se pueden prescribir medicamentos y ungüentos contra las inflamaciones agudas. Pero aún más decisivo es llegar hasta el fondo de la causa del «skin picking». Y reconocer la conexión entre estrés, afección psíquica y pellizcos.
Porque existen alternativas a los pellizcos durante situaciones de estrés. Puede realizarse un entrenamiento autógeno, como trabajar otros objetos con los dedos para liberar presión. Por ejemplo, bolas de qigong, bolas de amasar o de arroz.
Señalar a los afectados que su piel está cada vez peor o que se están formando cicatrices no ayuda a que dejen de apretarse ni rascarse. «Los pacientes ya lo saben; ni siquiera hace falta decírselo, porque lo ven», afirma Steffen Gass.
Una alteración de la autopercepción
El «skin picking disorder» no debe ser trivializado. «A primera vista, el fenómeno solo puede parecer desagradable a los extraños. Pero puede tener efectos dramáticos en algunos afectados», advierte el psicólogo Martin Grunwald.
El fundador y director del Laboratorio de Háptica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Leipzig planea un estudio conjunto al respecto con la Clínica Helios de Leipzig. Entre otras cosas, quieren averiguar por qué algunas personas experimentan con extrema intensidad incluso cambios mínimos en la cara.
Y también quieren determinar por qué las personas reaccionan de manera tan disímil ante un grano. Algunos se dicen «esto se va a volver a ir, no tengo que preocuparme por eso». Pero otros opinan: «Me está desfigurando, quizá desaparezca más rápido si presiono un poco y me pongo una pomada».
Asimismo existen algunos que llegan a convencerse de que tienen «un gigantesco cráter» en el rostro. «Esto lo ven todos, ¡tengo que sacármelo sí o sí!», piensan.
A estos pacientes les entra verdadero pánico. «Las señales que llegan al cerebro son más o menos las mismas en todas las personas, pero lo que el cerebro hace con ellas es el punto decisivo», afirma Martin Grunwald.
Este experto sospecha que la dermatilomanía podría ser una manifestación del llamado trastorno dismórfico corporal. «Se trata de un problema de psicología de la percepción: la percepción del propio cuerpo está perturbada».
Martin Grunwald supone que la razón por la cual los afectados no pueden simplemente dejar en paz su piel son percepciones erróneas producidas por el cerebro.
Este psicólogo recomienda tomar en serio ya las primeras señales al respecto. Quien reconozca que durante situaciones de estrés pellizca o presiona, debería probar primero el entrenamiento de relajación.
Y quien constate que este comportamiento ocurre muy frecuentemente y no puede ser detenido, debe acudir a una o un psicoterapeuta que disponga de experiencia en el tema.
Von Katja Sponholz, dpa