Hay pocos regalos que puedan hacerse en Navidad tan enriquecedores como un buen libro y, ahora que se acercan las próximas, La caja china (Editorial Tregolam) de Dan Dannatl se presenta como una elección acertada para aquel que quiera regalar un poco de buena literatura. Esta es una apuesta en firme por una narrativa poderosa, intensamente humana y natural.
Bajo el sello de la editorial Tregolam, el autor recoge el fruto de la su propia búsqueda discursiva, tras haber publicado Cuaderno de bitácora (2010) y Cubichess (2001). Hasta ahora, se sentía cómodo sobre todo en el fluir íntimo de la poesía, pero con su última obra da un paso más en su camino como escritor y afronta un reto: la novela. Es un reto que no nació como desafío en sí mismo, sino como un deseo recóndito que quería ver luz.
«Toca al amigo lector en similar libertad asimilarlo, y proyectarlo a su propio espíritu y personalidad. Eso debemos respetar. Nunca pretendí dirigir, forzar ni presionar visiones, ideas u opiniones, línea ideológica o argumental al futuro lector, a quien respeto sinceramente».
El resultado es un libro mágico, que huye de enseñar pero se queda grabado en la memoria. En sus páginas, un grupo de jóvenes unen sus vidas alrededor de la Universidad de Zaragoza, lo que los convierte en no solo compañeros de clase, sino también en amigos. Juntos sienten el pálpito de la juventud, la frescura y el dinamismo de quien tiene toda una vida por delante. Todavía el peso del mundo no les ha caído encima con su insondable realidad. Nana, Mirasé y Reiko tienen veinte años y todo el camino por delante. En el inicio del camino nadie es consciente del tiempo, de la crudeza real de la vida.
La caja china respira desde el inicio cómo el corazón de todos los hombres y sus protagonistas se conjugan en un solo personaje que siente y padece en compañía. Quizá el lector haya sentido alguna vez esa sensación y, por ello, sea más sencillo que se sienta identificado; pero puede que no, e igualmente encontrará su espacio en esta historia. Es una historia para todos los seres humanos.
«Entonces creo que casi por instinto caes — al menos yo — y echas mano del lenguaje metafórico, de la imagen poética, tan increíblemente sintético y elocuente, tan energético y expresivo; y ves cómo, con mínima extensión y esfuerzo, logras tu cuadro expositivo, tu visión, tu comunicación con gran eficacia. Total, un verso enmascarado, disfrazado de prosa y que funciona. Es una maravilla, es así».
Con un lenguaje delicado, rozando lo poético y lleno de imágenes que condensan vida propia, Dan Dannatl conduce al lector a una reflexión obligatoria por condición. El ser humano es parte de una naturaleza que está cansada de ser maltratada. El hombre es destructor de sí mismo y de la madre naturaleza, y se encuentra en medio de un caos para el que ni el tiempo tiene una explicación.
«—Sí eso, duda, incertidumbre, la interrogación. Es lo que iluminó nuestra caverna allá en el principio, cuando éramos tan solo todavía solo un asomo, un turbio proyecto de homo sapiens. Creo que es lo que mejor define y sintetiza la inteligencia y el espíritu del hombre, la substancia de la sabiduría: ese prodigioso signo de interrogación que alcanza hasta las constelaciones».
Conocedor del lugar en el que se enmarca la novela, el autor lleva su historia a Zaragoza y al punto neurálgico en el que ser humano se siente más libre: los años de universidad.
Una novela en la que el paso tiempo es un barco que lleva a la deriva su protagonista único: un grupo de amigos cuya época universitaria les dejará una impronta imborrable.