Seas o no un entusiasta de la alta velocidad en internet, seguramente te hayas dado cuenta de cómo han cambiado las conexiones en los tiempos modernos. Atrás quedaron aquellos módems que conectábamos a la línea telefónica y que desarrollaban nuestra paciencia mientras esperábamos para poder cargar una simple fotografía, y ya no digamos descargar un vídeo de internet.
La red ha evolucionado a un ritmo descomunal tanto en infraestructuras como en contenidos, y clara prueba de ello es cómo se ha normalizado en nuestra actualidad. El que más y el que menos ya coge su teléfono móvil para ver el nuevo capítulo de su serie favorita, para subir una fotografía a Instagram o para hablar en su grupo de amigos de WhatsApp y organizar los planes del fin de semana.
De hecho, aun sin ser grandes profesionales y expertos en esta materia, también son muchos quienes han pasado alguna vez que otra por un test de velocidad para comprobar hasta qué punto es rápida su línea. Es precisamente ahí donde mejor podemos observar cómo han evolucionado las conexiones. Hace tan solo una década, las cifras más elevadas eran 20 Mb por segundo, ahora, ese número se llega a multiplicar por 50, con conexiones de hasta 1 Gb por segundo tanto de bajada como de subida.
Un cambio brutal, propiciado por el cambio de la red tradicional por la fibra óptica. Este nuevo tipo de instalación, que se basa en la luz y su enorme velocidad para propagar la información, se está extendiendo por toda España, consiguiendo que los hogares dejen atrás las velocidades de dos cifras para pasar a las de 3. Conexiones de 100 Mb, 300 Mb o hasta 600 Mb son las que vemos normalmente como parte de las tarifas de las grandes operadoras.
Y es, gracias a ellas, por lo que los servicios de streaming se están convirtiendo en algo de lo más normal. Plataformas como Netflix, HBO o incluso Twitch serían algo impensable e imposible hace tan solo una década. Ni las conexiones eran las mismas, ni las infraestructuras, ni los precios. En el entorno de antaño era imposible, como otras tantas cosas que han cruzado el umbral para ser reales.
Internet y el streaming, un amor predecible
Para poder disfrutar de los servicios de streaming modernos, lo cierto es que no es necesario disponer de una línea de internet extremadamente rápida. Las plataformas se adaptan a las necesidades de los consumidores, permitiendo disfrutar de una calidad de imagen que se amolda al ancho de banda para poder disfrutar del contenido sin cortes.
Aunque es probable que te estés planteando dar el salto a una conexión más potente (puedes echar un vistazo a las propuestas actuales aquí), lo cierto es que probablemente no la necesites si no eres un entusiasta de la calidad. Ahora que la resolución HD está empezando a quedar obsoleta y el 4K comienza a estandarizarse, sí que resulta necesario dar el salto.
Plataformas como Netflix han implantado esta nueva resolución para sus contenidos, lo que permite ver series y películas compatibles con una nitidez y definición incomparables. Por supuesto, para poder disfrutar de esto, además de pagar las tarifas pertinentes a la hora de contratar los servicios de estas firmas, también hay que pensar en la conexión de la que se dispone.
Una línea de fibra óptica con 100 Mb puede ser suficiente, pero para asegurar que no haya ninguna clase de problema, lo mejor es subir a 400 Mb. Con este ancho de banda, normalmente simétrico (es decir, 400 de bajada y 400 de subida), la garantía de poder disfrutar del contenido sin cortes es total. Podrás ver cualquier película incluso mejor que en el cine, y sin necesidad de esperar a que se descargue por completo.
Porque precisamente esa es la magia del streaming. Puedes disfrutar de los contenidos en directo, sin tener que pasar por un proceso de descarga previo. Todo se va descargando en tiempo real para poder verlo mientras tanto, mecanismo que en conexiones más lentas puede provocar que la imagen se detenga mientras se intenta descargar lo siguiente para poder avanzar.
Así, gracias a las conexiones modernas, no solo estamos viendo el streaming de televisión, series y películas, también está empezando a asomar en el horizonte el de videojuegos. Compañías como Google se han lanzado a este peligroso terreno con Stadia, con una fórmula con la que pretenden revolucionar el sector y que está rodeada de dudas por lo complicado que es ya no solo transmitir imagen, sino la interacción del usuario con el entorno virtual con el menor retardo posible.
Pero las conexiones a internet siguen evolucionando. Si bien es cierto que las actuales son bastante contundentes, de aquí a una década seguiremos encontrando propuestas mucho más potentes, pensadas para disfrutar de contenidos cada vez de mayor calidad. Las nuevas tecnologías no paran.