Berlín, 27 ago (dpa) – A pocos días de conmemorarse el inicio de la invasión de Polonia por la Alemania nazi, el 31 de agosto de 1939, el historiador y periodista alemán Götz Aly insiste en señalar las similitudes entre aquel episodio histórico y el actual ataque ruso a Ucrania.
Al igual que hizo Hitler para justificar la necesidad del ataque hace 85 años, con el argumento de proteger a la minoría alemana en Polonia de las «bandas de asesinos polacos», el presidente Vladímir Putin declaró en las vísperas del ataque en 2022 que Ucrania estaba cometiendo un «genocidio» contra la población rusa en el Donbás, en el este del país.
«Cuanto más lo investigo, más paralelismos veo», comenta Aly, conocido por ser experto en la dictadura nazi y el Holocausto.
Para él, la similitud más evidente es el uso de un determinado tipo de lenguaje velado, como el hecho de que en Rusia se castigue a quien no se refiera a la guerra contra Ucrania con la denominación «operación militar especial».
En la Alemania nacionalsocialista, cuenta el periodista, fue muy parecido. El ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, prohibió inmediatamente la palabra «guerra» en los periódicos y la radio el 1 de septiembre de 1939.
La razón esgrimida fue que, según el discurso dado por Hitler al anunciar el ataque, este solo buscaba devolver la agresión polaca. Otras fórmulas eran «contrataque impuesto», «devolver el fuego enemigo» o «acción punitiva contra Polonia».
«Eso es muy, muy parecido», expresa Aly.
También de modo similar a Hitler, el presidente ruso también se propuso desde el principio aterrorizar a la población civil y desmoralizarla así a largo plazo. «Los ataques aéreos para aterrorizar a la población eran todavía algo completamente nuevo en 1939», recuerda Aly.
La ciudad polaca de Wielun fue la primera en ser bombardeada desde el aire en las primeras horas del 1 de septiembre. No todos los pilotos que participaron lo hicieron de forma completamente impasible.
Uno de ellos, Otto Schmidt, relató más tarde lo que se le pasó por la cabeza en ese momento. «La gente ni siquiera sabe que hay una guerra. Puede que a partir de ahora estén muertos, y puede que con mis bombas», dijo.
Hitler era consciente de que la mayoría de los alemanes estaban aterrorizados ante una nueva guerra en 1939. El entusiasmo no se materializó hasta más tarde, cuando se logró la «victoria relámpago» sobre Francia en 1940.
Al principio de la guerra, sin embargo, el estado de ánimo predominante era una mezcla de escepticismo y preocupación. Por ello, el régimen nazi intentó mantener la normalidad en la medida de lo posible.
Cafés, restaurantes y bares seguían tan concurridos como siempre, y el primer fin de semana después del comienzo de la guerra se celebraron en Alemania unos 200 partidos de fútbol. Pero cuando las sirenas antiaéreas sonaron de repente en Berlín la noche del 1 de septiembre, el ambiente amenazó con cambiar.
La gente, presa del pánico, cogió sus máscaras antigás y corrió a los búnkeres. En la actualidad, Ucrania intenta de manera deliberada llevar la guerra al país del agresor y presionar así a Putin.
Para el régimen nazi, explica Aly, la guerra era también un medio de asegurar su gobierno corrupto, ya que solo mediante acciones externas pudo mantener su estabilidad interna.
«El odio, las declaraciones de enemistad, las presiones bélicas y, en última instancia, el miedo a la derrota se convirtieron en los medios para mantener a su propio pueblo sumiso», comenta el historiador.
Lo mismo puede decirse de Putin, expresa el periodista, que presenta el ataque contra Ucrania como una lucha defensiva contra todo Occidente. «Esto es un signo de debilidad, no hay nada de legítimo en ello. Más bien pretende ocultar la falta de progreso social, la falta de libertad interna y abrir un mayor margen a la arbitrariedad política interna», resume.
Estos déficits resultan aún más llamativos en comparación directa con Ucrania, detalla, ya que que en los años anteriores a la agresión se orientaba cada vez más hacia Occidente y ya aspiraba entonces a ingresar en la Unión Europea (UE).
«Si no se detiene a Putin en Ucrania, continuará inmediatamente en Moldavia o en los países bálticos (…). Por tanto, es imperativo decir y actuar en consecuencia: hasta aquí y ni un paso más», opina Aly.
Por Christoph Driessen (dpa)