Bagdad, 10 may (dpa) – A veces los eventos de campaña electoral en Irak parecen una mezcla de fiesta popular y concierto. El humo de los cigarrillos inunda el pabellón del recinto ferial de Bagdad, la música retumba y los jóvenes aplauden a los candidatos sunitas para las elecciones parlamentarias, en fila sobre el escenario.
Los seguidores cantan, vitorean, hacen ondear banderas iraquíes y gritan continuamente los nombres de sus preferidos. Sin embargo, esa tarde no se pronuncia ningún discurso. En el centro de la campaña electoral en Irak, que celebra elecciones el sábado, no está tanto el contenido como los lemas, las personas y las alianzas estratégicas.
La votación para elegir nuevo Parlamento abre nuevas perspectivas y algunos hablan incluso de unas elecciones cruciales. Son las primeras desde la victoria sobre la milicia terrorista Estado Islámico (EI) y en ellas se decidirá si el país logra conciliar a los distintos grupos étnicos y mantenerse estable de forma duradera.
Se espera que en la formación de Gobierno que seguirá a los comicios intenten influir también el vecino Irán, la potencia chiita de la región, y Estados Unidos.
La situación actual no podría ser más complicada para celebrar unas elecciones. Aunque el EI está en gran medida derrotado, aún sigue presente. Además, en las zonas sunitas del país hay ciudades completas reducidas a escombros, como Mosul, el antiguo feudo del EI en el norte del país. A ello se suma que cientos de miles de personas continúan en campos de refugiados y que además del Ejército y la Policía, varias milicias controlan algunas partes del país.
Todo ello en un panorama general de división étnica entre los chiitas en el poder y la minoría suita. En medio de esta diversidad de problemas, la vieja guardia política busca su lugar para formar Gobierno tras la votación.
El primer ministro chiita, Haider al Abadi, que lleva cuatro años en el cargo, ha creado su propia alianza electoral, la coalición Al Nasr o coalición de la Victoria. El político de 66 años cuenta con el apoyo de Occidente y puede alardear bajo su mandato se venció al EI, siendo él comandante en jefe.
Desde entonces, la seguridad ha mejorado notablemente en el país y el número de atentados ha disminuido. También se mostró fuerte durante el conflicto con el referéndum de independencia kurdo.
Al Abadi goza además de la reputación de no cerrar ninguna puerta. Seduce tanto a los votantes chiitas como a los sunitas y mantiene una relación aceptable con las potencias regionales como Irán, Arabia Saudí y Turquía.
En la calle también hablan bien de él: «Al Abadi es mejor que los anteriores», dice Raad, dueño de un pequeño supermercado en el centro de Bagdad. «Definitivamente Al Abadi es mejor que el ladrón anterior».
El «ladrón» al que se refiere es el político chiita Nuri al Maliki, quien estuvo ocho años al frente del Gobierno y al que muchos en Irak consideran uno de los políticos más corruptos del país, cuya actuación permitió el avance del EI. Al Maliki pertenece al mismo partido que Al Abadi, pero se presenta como líder de otra alianza.
De todas manera, el complejo sistema de partidos de Irak está aún más dividido en estas elecciones, sobre todo entre las fuerzas chiitas. Además de la las listas de Al Abadi y Al Maliki, la Alianza de la Conquista también tiene buenas posibilidades, algo que los sunitas iraquíes y Occidente observan con recelo.
Al frente de la alianza se sitúa Hasi al Amiri, un antiguo líder -y con mala fama- de las poderosas milicias chiitas que mantienen un estrecho contacto con Irán. Si Al Amiri se convirtiera en jefe de Gobierno, se esperaría un mayor acercamiento de Irak a Irán.
Al igual que en otras ocasiones, en estas elecciones Irán jugará un importante papel en la formación de Gobierno. Ya durante la campaña electoral, Irán ejerció una injerencia sutil.
El político secular Ayad Allawi denuncia que debido a la injerencia extranjera, también de Estados Unidos, Irak solo es democrático a medias: «La democracia (aquí) es un parloteo empalagoso sin realidad política».
Los críticos de Al Abadi lo acusan de no haber cambiado nada en este aspecto y de no haber si quiera empezado a lidiar con los principales problemas del país.
Se reprende al jefe de Gobierno por dejar pasar una gran oportunidad de «tomar medidas reales y valientes», dice Humam Hamudi, líder del influyente partido chiita Asamblea Suprema Islámica de Irak. Al igual que muchos iraquíes, él también considera al sistema de representación proporcional, que reparte los ministerios y los cargos entre los partidos, como la raíz de la persistente corrupción.
También se escucha continuamente que en estas elecciones ha habido mucho movimiento de dinero. En votaciones anteriores la compra de votos se utilizó como medio para garantizarse un buen resultado.
De camino a un evento de campaña, dos jóvenes se alegran por haber recibido 25.000 dinares iraquíes (alrededor de 20 dólares) solo por asistir. Y una vez acabado el espectáculo, los seguidores se arremolinan en torno a una candidata que reparte billetes.
Por Jan Kuhlmann (dpa)