Madrid, 11 abr (dpa) – Resistir a la violencia para parar la historia: así de ambicioso es el desafío que propone al espectador la cineasta colombiana Laura Mora (Medellín, 1981) en «Matar a Jesús», una poliédrica reflexión basada en el asesinato de su propio padre que llega el viernes a los cines españoles.
La cinta, premiada en festivales como San Sebastián, Guadalajara en México o Cartagena de Indias, y grabada con un elenco de actores no profesionales, narra la historia de Paula, una joven de 22 años que es testigo del asesinato de su padre en Medellín y que conoce por casualidad al sicario. A partir de ahí comienza un proceso de acercamiento a él con la intención de matarlo.
El proyecto más personal de Mora -conocida por trabajos como «Brotherhood» (2006) o la serie «Pablo Escobar: El Patrón del Mal»- es un acto de catarsis motivado por la inoperancia de la Justicia y la no resolución del caso que la sumió en un proceso de reflexión del que surgió la pregunta que vertebra la película: qué hacer ante la posibilidad real de vengarse, cuenta la directora en entrevista con dpa en Madrid.
Ese acto de instrospección que partió de un sueño -en el que se vio a sí misma en un mirador de Medellín conversando con un joven que se presentaba como Jesús y resultaba ser el asesino de su padre- se convirtió primero en palabras que plasmaban largas conversaciones imaginarias con el supuesto sicario allá por 2004. Pero no fue hasta mucho tiempo después, en 2012, cuando comenzaron a transformarse en las imágenes que dieron lugar a la película.
«Tras el asesinato me había quedado muda, en silencio. La escritura fue una catarsis, pero la película es una carta de amor a mi papá», cuenta.
Ese largo proceso que medió le permitió hacer una reflexión más madura, en la que se vio golpeada por una constatación: «Siendo yo hija del amor -crecida en una familia con cariño, una buena educación y nivel social e intelectual- sentí que podía acceder a la violencia en cualquier momento. Y me impresionó entender la oscuridad que todos tenemos dentro».
Una oscuridad que articula también la historia de todo un país. «La historia de violencia de Colombia parte de que no hemos contenido al asesino, lo dejamos salir demasiado fácil», considera Mora. «Resistir a la violencia y parar ese acto de venganza es parar toda una historia.»
Y por eso propone ese acto de resistencia para salir de una cadena que parece imposible de romper. Una resistencia que pasa por reconocer la humanidad en el otro, para que cueste más matar. «Es necesario un proceso de deshumanización constante para que matar sea tan fácil», reflexiona.
En su ejercicio de exploración, Mora pone la mirada tanto en unas víctimas que son doblemente víctimas por el rechazo que generan en una sociedad indolente como la colombiana, que no deja de juzgarlas, como en los verdugos, que muchas veces son también víctimas, como el asesino de la película.
«La gran tragedia de Colombia es que (muchos asesinos) son víctimas de un Estado que los excluye y de un aparato criminal que los utiliza. Al final, a los verdaderos responsables de la violencia nunca los vemos», señala.
Mora considera que a una parte de la sociedad en Colombia le conviene perpetuar esa exclusión y esa violencia. Pese a que el país está avanzando con la firma de la paz con la guerrilla de las FARC y las negociaciones con el ELN, la cineasta considera que queda mucho más por hacer.
«Una generación quiere cambiar en Colombia, pero hay otra aún muy grande y poderosa que se niega a ese cambio y que no se reconoce sin la violencia. La necesitan para existir y para seguir generando odio, tener enemigos y no permitir que los otros tengan acceso a la igualdad». Y en ese círculo se enmarcan grupos políticos muy grandes. Por eso, Mora se muestra asustada con las elecciones presidenciales del próximo mayo.
Pero Mora no se limita a una exploración externa de la violencia, sino que va a lo más íntimo. «La violencia es algo muy de fuera, del acto, pero a mí me interesa más la intimidad de la violencia (…) y la violencia en los pequeños detalles».
Una mirada muy marcada también por su condición de mujer, que arroja la pregunta de si hubiera sido posible la misma película con un protagonista masculino. «La mujer es más proclive al acto de reflexión e introspección, aunque también las mujeres pueden ser violentas», señala la cineasta.
«La herencia de la violencia es muy masculina y la historia de violencia que conocemos ha sido escrita por hombres, está relacionada con el desbordamiento, las hormonas, la testosterona descontrolada», señala. Lo contrario a ese acto de resistencia que propone Mora, que también presentó su película al festival Cine por Mujeres celebrado en Madrid.
Mora tematiza la violencia en muchos de sus trabajos, entre ellos la serie dedicada a Pablo Escobar. Sobre las series que proliferan en estos momentos sobre narcotraficantes la cineasta alerta del peligro de banalizar la violencia y encumbrar a criminales como héroes.
«La televisión tiene un modelo de entretenimiento que necesita volver atractivos a esos personajes», explica, no sin sorpresa por la fascinación que provocan en Occidente. En lo personal, Mora se muestra muy cansada del personaje de Escobar. «Crecí en su época, hice la serie. Para mí Escobar ya fue, ya estuvo».
Por Raquel Miguel (dpa)