(dpa) – El valle de Barossa, ubicado en Australia del Sur, es una región vinícola de fama mundial y un paraíso para los amantes del placer.
Johannes Menge debió tener dotes de clarividente. O, más probablemente, solo era un buen científico. En cualquier caso, el mineralogista alemán tenía razón cuando en 1839 fue uno de los primeros europeos en avanzar hacia el valle de Barossa, al noreste de Adelaida, y predijo un futuro celestial para el mismo.
«Barossa es la guinda del pastel de Australia del Sur», escribió el entusiasta explorador.
Sus muestras en nombre de la colonia británica de Australia Meridional indicaban una combinación perfecta de suelos en parte fértiles y a veces áridos pero ricos en minerales. El clima era mediterráneo, con veranos cálidos e inviernos suaves. Había agua limpia.
«Veo allí viñedos y huertos como en ningún otro lugar de la colonia», señaló el optimista Menge. Unas décadas más tarde, su visión se hizo realidad gracias a los laboriosos colonos de Inglaterra y Alemania.
Vinos de renombre mundial
Los primeros inmigrantes del viejo mundo sentaron entre 1840 y 1950 sus bases para la que hoy es una de las regiones vitivinícolas más famosas del nuevo mundo.
Los conocedores de vino ponen a los vinos del valle de Barossa y de Adelaide Hills a la par de los grandes vinos del valle de Napa, en California, los sauvignon blanc de Marlborough, en Nueva Zelanda, o los mejores vinos de Winelands, cerca de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.
El valle de Barossa y el paisaje de colinas al este de Adelaida son famosos por sus potentes vinos tintos. Sobre todo, los shiraz gozan de una reputación mundial. El Penfolds «Grange» es uno de los mejores vinos del mundo, con precios de varios cientos de euros o dólares por botella.
Un viñedo tras otro
Actualmente hay más de 150 bodegas solo en el valle de Barossa. Innumerables explotaciones vinícolas se alinean alrededor de las ciudades de Nuriootpa, Tanunda, Angaston y Lyndoch. Interminables hileras de vides se extienden por amplias llanuras y suaves colinas.
A primera hora de la mañana, los globos aerostáticos suelen flotar sobre los viñedos bañados por una luz cálida. Un poco más tarde, llegan los ciclistas y excursionistas para visitar los viñedos o el cerro Kaiserstuhl, cerca de Tanunda, de 588 metros de altura.
El nombre del cerro más alto de la región proviene de la gran influencia de los colonos alemanes que llegaron a la zona. Fue bautizado así por estos en alusión a la homónima cordillera situada en el valle del Rin, en el suroeste de Alemania, cuyo nombre significa literalmente «silla del emperador» y la que también es una famosa región vinícola.
Los pioneros germanos también influyeron en la viticultura. Bodegas famosas como Henschke Cellars, Wolf Blass o Jacob’s Creek fueron construidas por alemanes.
Una de las más bellas y extraordinarias bodegas es Seppeltsfield, fundada en 1850. La imponente finca del pueblo del mismo nombre se ha convertido en una atracción turística.
En la «Jam Factory» (fábrica de mermeladas), mujeres artistas trabajan en talleres abiertos y artesanos, como Barry Gardner, en su fábrica de cuchillos. «Me gusta compartir mi pasión con los visitantes», dice el hombre calvo de barba gris. Cualquiera que lo desee puede forjar su propio cuchillo de acero de Damasco en un taller de Gardner.
Antes de la degustación de vinos en Seppeltsfield, se puede comer en el restaurante de la finca, Fino, a cargo del chef Daniel Murphy.
Además de su restaurante, también se destacan el Relais & Chateaux Hentley Farm, el St. Hugo, en el viñedo del mismo nombre, y el Appellation, en el hotel de lujo The Louise, entre las mejores direcciones regionales para los gourmets.
Vinos finos bajo un techo de chapa ondulada
En Fino, los platos de Murphy se sirven a la sombra de enormes palmeras frente al histórico depósito de barriles.
El tesoro de la finca se almacena de forma típicamente australiana, sin pretensiones, bajo un techo de chapa ondulada en el que se ha pintado el nombre de la bodega en letras blancas. En el desván, más de 100 barricas de roble con finos vinos de Oporto yacen apiladas en largas filas.
«La más antigua data de 1878», explica Murphy en su recorrido por el santuario de Seppeltsfield. Desde entonces, la finca ha conservado al menos una barrica por cosecha, dice Murphy. Por ello, Seppeltsfield es la única bodega del mundo que puede sacar al mercado un vino de Oporto centenario cada año.
Una botella entera del actual «1922 Vintage 100 Year Old Para Vintage Tawny» cuesta 1.500 dólares australianos, el equivalente a unos 1.000 euros o dólares. Por 90 dólares australianos, podrá al menos degustar este raro tesoro en el marco de una visita guiada.
El letrero «Cellar Door» significa «Entre con gusto»
Seppeltsfield es un ícono del valle de Barossa, pero muchas otras bodegas también producen buenos vinos. Dondequiera que haya un cartel de «Cellar Door», los visitantes pueden degustar y comprar directamente en la bodega.
Este es el caso de la bodega de Damien Tscharke. El hombre alto con el pelo corto cultiva y trabaja orgánicamente.
A pesar del creciente calor en el valle de Barossa, su nueva e impresionante bodega se las arregla sin aire acondicionado. «Somos los únicos que hemos trasladado toda la producción al subsuelo», dice Tscharke. Está orgulloso de sus elegantes vinos, que reflejan el terruño.
Tscharke le otorga un gran valor a la sostenibilidad. No piensa a corto plazo, sino en generaciones, así como lo ha hecho desde siempre su familia. Los Tscharkes se encuentran entre los primeros colonos alemanes que llegaron a la región. «Mis ancestros llegaron de Prusia, como muchos otros aquí», relata.
Las pruebas de la historia de los colonos alemanes son omnipresentes en Australia del Sur, ya sea en el Museo de Barossa, en Tanunda, así como en las calles y los mercados.
Una y otra vez se encuentran tiendas y bares con nombres alemanes. Y en el mercado de agricultores de Barossa, en Angaston, la «Steiny’s Traditional Mettwurst» (un embutido de carne de cerdo y especias) es un gran éxito.
Información sobre el valle de Barossa
El valle de Barossa es un destino apto para visitar a lo largo de todo el año. De mayo a septiembre, las temperaturas altas promedio en el invierno australiano son de 16 a 19 grados. En los meses de verano, de noviembre a marzo, suben de 26 a 30 grados.
Varias compañías aéreas ofrecen conexiones con Australia del Sur con escalas en el sudeste asiático o el Golfo Pérsico. Los vuelos de ANA con escala en Japón suelen ser una alternativa económica.
La moneda es el dólar australiano, que equivale a 0,65 euros o dólares.
Para mayor información, se puede contactar al Centro de Turismo de Barossa, ubicado en 66-68 Murray Street, Tanunda (Tel.: 0061 1300 852 982; correo: visitorcentre@barossa.sa.gov.au) o ingresar a la página de Internet www.barossa.com.
Por Bernhard Krieger (dpa)