Miami, 17 abr (dpa) – El exilio cubano en Estados Unidos se debate estos días entre la esperanza y el recelo ante el relevo presidencial que esta semana vivirá la isla con la salida de Raúl Castro y el eventual nombramiento en su cargo del primer vicepresidente, Miguel Díaz-Canel.
La nueva ola de dirigentes que integran el Gobierno cubano es tal vez la principal razón para que algunos exiliados en Estados Unidos, como el analista Juan Juan Almeida, vean con optimismo el hecho de que por primera vez en casi 60 años no sea un Castro el «el encargado de ocupar ese sillón presidencial».
Almeida, hijo del fallecido dirigente revolucionario Juan Almeida Bosque, que creció junto a los Castro en Cuba, cree que la salida de Raúl, 12 años después de que su hermano Fidel delegara la presidencia en él, es una oportunidad para avanzar.
La eventual llegada de Díaz-Canel, de 57 años, a la Presidencia tendrá efectos a largo plazo en la isla, según el columnista de Radio Martí, medio financiado por el Gobierno Estadounidense.
«Posiblemente, las primeras decisiones tengan que ser aprobadas por Castro (de 86 años)», explicó a dpa Almeida al detallar que Raúl seguirá siendo el primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC), constitucionalmente establecido como «órgano superior de la sociedad y del Estado».
«Mi abuelo era muy radical y siempre tenía un sillón frente al televisor, nadie podía mover ese sillón. Cuando él murió, mi abuela era más flexible y nos permitió moverlo y usarlo», tomó como ejemplo el analista para dejar clara su posición ante lo que viene para su país.
Sin embargo, para Almeida es claro que los cambios «serán principalmente económicos pero no sobre libertades civiles». «Esos cambios llegarán con el tiempo en el momento en que se rompa la cadena de mando tradicional hacia la obediencia del PCC», explicó.
«Cuando termine esa cadena de mando comenzaremos a ver cambios importantes en la isla, incluso los que tienen que ver con las libertades civiles y la mejoría en los derechos humanos, también por qué no», agregó.
Además de un nuevo presidente, la isla tendrá un nuevo gabinete gubernamental, que será designado por el propio Parlamento cubano y por eso «no hay que perder de vista el papel que jugarán esas otras figuras en el poder».
Entre ellas están el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, de 60 años, y el responsable de las reformas económicas, Marino Murillo, de 57 años, quienes para Almeida podrían adquirir mayores responsabilidades en los años que vienen.
En el lado opuesto del exilio están quienes consideran que lo único que podría impulsar un cambio radical en la isla es la implementación de un sistema político distinto y, por ende, una reforma constitucional.
«No a los Castro, sí a Cuba», es la frase que Alexander Otero, uno de exiliados cubanos en Miami, lleva tatuada en un brazo como protesta imborrable al Gobierno de la isla.
«Eso no es más que un dedazo», afirmó a dpa Otero, de 42 años, quien estuvo más de diez años preso en la isla por causas políticas y en 2016 fue expulsado hacia Estados Unidos en compañía de su hijo Adel y su «compañero de lucha», Ángel Remon, un rapero conocido como «El Crítico».
Para Otero, lo que sucederá durante el relevo presidencial «será un cambio de cara en el poder». «Eso es volver a negarle al pueblo cubano la posibilidad de elegir», agregó.
Otero y Remon, que pasaron de la prisión a vivir en Miami poco después de que el entonces presidente Barack Obama visitara Cuba en 2016, se reencontraron el domingo pasado durante una manifestación que la comunidad celebró en la Pequeña Habana de Miami.
Ese epicentro del exilio en Estados Unidos fue una vez más escenario de la rebeldía ante el castrismo. Esta vez, el relevo presidencial ha despertado el rechazo de gran parte de los más de dos millones de cubanos que viven en el país norteamericano.
Arengas, pancartas, banderas de Cuba, lágrimas y flores acompañaron el corto recorrido hacia el monumento de «Bahía de Cochinos», construido para honrar a quienes murieron durante el intento fallido de derrocar a Fidel Castro y promover un Gobierno provisional en Cuba en 1961.
«¡Viva Cuba libre!» fue el grito que más retumbó en la reconocida Calle Ocho de Miami.
Diddier Santos, director y productor audiovisual cubano que trabaja para el equipo del movimiento «Cuba Decide», dirigido por la activista Rosa María Payá, hija del fallecido líder de la oposición política Oswaldo Payá, insistió en que «las cosas no cambiarán nada en Cuba».
«Esperanza tenemos pero en que el sistema en la isla cambie no en el nombramiento de un nuevo presidente. Lo que promovemos es un referéndum en el que el pueblo cubano sea el que decida si quiere seguir bajo el régimen o no», explicó.
Por Tatiana Rodríguez (dpa)