Buenos Aires, 11 oct (dpa) – «El pasado sabe esperar para aflorar en el momento que a él le parece. Para ofrecer la posibilidad de repensarlo, de jugar con él o de ficcionalizarlo», reflexiona Gabriela Mayer sobre el título de su último libro de cuentos, «El pasado sabe esperar», que reúne 12 relatos que oscilan entre un realismo despojado y la sutil aparición de lo fantástico.
«Podés buscar otros temas, escaparte a otros mundos, pero al final terminás volviendo en algún momento a mirar tu propia historia, tu propio entorno. Al menos eso es lo que me pasó a mí», completa en entrevista con dpa la periodista y escritora argentina, que presentará «El pasado sabe esperar» (Alción Editora) este sábado en el Museo Casa de Ricardo Rojas de Buenos Aires.
La frase que da título al libro también es el nombre del primer cuento y aparece en boca de uno de sus personajes, Avelino, un jubilado que corre todos los días frenéticamente alrededor de la plaza del barrio para ver pasar delante de su ojos, «como una película», su propia vida.
No es casual que para Mayer, esa frase sea, de algún modo, «el principio rector del libro». Porque sus personajes – una niña que acaba de perder a su madre empujada a irse de camping con una familia desconocida, una anciana obligada a vivir escondida en su propia casa por arbitrio de su hijo, una mujer que observa cómo comienza a brotar una pequeña planta en su cuerpo-, que parecen condenados de antemano a lo que la escritora argentina Inés Fernández Moreno reseña como «lo irremediable de su desamparo» en la contratapa, buscan revancha. Y a veces la consiguen.
«No estoy segura de si la literatura puede llegar a sanar estas injusticias. Más bien creería que no. Pero sí me gusta narrar estas andanzas de personajes que juegan una pulseada con su destino, incluso cuando saben que llevan mayormente las de perder. En este riesgo hasta insensato que asumen está lo quijotesco y maravilloso de sus decisiones e impulsos», afirma Mayer.
Incluso uno de los personajes, un chico apodado «El Pájaro», que sobrevive en la calle haciendo «changas» o cometiendo pequeños hurtos, aparece en tres cuentos distintos, «El jueves del sillón», «Una moneda de 25 centavos gira en semicírculo» y «De mi mano».
«Es curioso lo que me pasó con este personaje. Hasta ahora, siempre que escribía un cuento, la vida literaria del personaje terminaba con el fin del cuento», apuntó la autora, que encuentra la inspiración para sus historias en escenas o personajes reales que conoció de primera mano o que alguien le contó, mientras que otros se nutren de vivencias propias, imágenes o sensaciones de su infancia y adolescencia. «Pero este chico de los suburbios de Buenos Aires, tal vez porque es un buscavidas y no se resigna a despedirse, aparece en varios de los cuentos del libro».
Si bien algunos relatos transcurren en el centro de la ciudad de Buenos Aires y otros, como «Brotes», en parte en la alejada provincia de Misiones, el barrio porteño, con su identidad construida alrededor de plazas, esquinas y almacenes, es una constante en muchos de ellos. Un universo al que Mayer termina de dar forma gracias a la hábil reconstrucción del tono coloquial de los diálogos de sus habitantes.
«Me parece que el barrio es un microcosmos donde hay muchas historias y personajes por descubrir. A primera vista pueden parecer sencillos, pero si uno los mira más profundamente, aparece su riqueza», cuenta Mayer, quien vive en un barrio alejado del centro de Buenos Aires, Villa del Parque. «Tal vez el barrio sea menos pretencioso que el centro de la ciudad y ahí radica su autenticidad. Además las relaciones suelen ser más humanas, más fluidas», asegura.
Sin embargo, ese universo familiar y conocido puede mutar cuando algunos cuentos viran hacia lo fantástico, aunque en el caso de Mayer ese giro es siempre sutil, casi imperceptible en un principio. Como en el cuento «Identidades», en el que una oficinista parca y poco sociable llamada Julia Luisa Olmo descubre un día que las letras de su documento de identidad se fueron borrando una a una para darle lugar a otras que conforman su nuevo yo, Adriana Inés Clemente, una mujer alegre y extrovertida que lleva todos los días comida a la oficina para compartir con sus compañeros.
Pero, ¿cómo decide la autora el camino que desandarán sus relatos? «En mi caso no se trata de una elección deliberada, sino que a veces empiezo a escribir un cuento con tintes realistas pero de golpe lo fantástico se instala», explica. «Y entonces diría que ya no hay marcha atrás, porque lo fantástico toma las riendas del relato. Como dijo Cortázar: el cuento es el género literario que ‘le ofrece una casa a lo fantástico’ y más le abre sus puertas”.
GABRIELA MAYER nació en Buenos Aires en 1971. Es editora del servicio español de la Agencia Alemana de Prensa (dpa), donde se especializa en periodismo cultural. Publicó los libros de cuentos «Los signos transparentes» (2003) y «Todas las persianas bajas, menos una» (2007). Los cuentos «El jueves del sillón» y «La terraza», incluidos en «El pasado sabe esperar», obtuvieron el primer premio del XV Concurso Leopoldo Marechal (2008) y segundo premio del Concurso de Cuentos Victoria Ocampo (2015), respectivamente.
Por Astrid Riehn (dpa)