Hannover (Alemania), 18 nov (dpa) – El seleccionador de fútbol alemán, Joachim Löw, quería enviar ayer con el amistoso ante Holanda una señal de solidaridad a Francia tras los atentados de París. Pero una vez más, el terror logró imponerse al deporte.
Pocos kilómetros antes de llegar al estadio Arena HDI de Hannover, la sombra del terrorismo se cernió sobre el autobús de la «Mannschaft».
Los futbolistas recibían una hora y media antes del partido la noticia de que la policía había suspendido el encuentro por la amenaza de un atentado. Una vez más, el deporte quedaba en segundo plano.
Ya en la antesala del encuentro hubo revuelo cuando la policía dio con una maleta sospechosa en el predio del estadio. El lugar fue clausurado durante una media hora y habilitado nuevamente al resultar una falsa alarma.
Poco después sonó una voz a de los altavoces: «Señoras y señores, querido amigos del fútbol, lo sentimos mucho pero el partido se suspende. Por favor, mantengan la calma. No hay ningún peligro en ciernes. Vuelvan a casa con toda normalidad».
No había mucha gente en el estadio. Tampoco se produjeron escenas de pánico. Varias limusinas oscuras que transportaban a gente importante -se esperaba la presencia de la canciller Angela Merkel y de varios ministros y representantes políticos- partieron raudas precedidas de coches con sirena.
También fue clausurada la estación de metro cercana al estadio. Las fuerzas de seguridad dejaron entrar al hotel en que se hospedaban las selecciones sólo a los propios huéspedes.
«Estamos en un lugar seguro», tuiteó el portavoz del once germano. Un mensaje que contrastaba con los comentarios divertidos y positivos de las cuentas del equipo germano en las redes sociales.
Posteriormente, los jugadores partieron hacia sus lugares de residencia. Los futbolistas del Bayern viajaron en avión privado a Múnich y los holandeses abordaron otra aeronave hacia su país.
Cuatro días después de los atentados de Francia, que se cobraron la vida de 129 personas, la tranquila ciudad de Hannover, en el norte de Alemania, se convirtió en una zona de alta seguridad.
Todos los policías a disposición, cerca de un millar, fueron destacados a la capital de Baja Sajonia y comandos especiales desplegaron un amplio operativo después de que llegó la advertencia de un posible atentado explosivo dentro del estadio, al parecer un dato de un servicio secreto extranjero.
El ambiente distendido y alegre que suele preceder a estos cotejos amistosos brilló por su ausencia. «Es todo muy triste, pero no voy a dejar que me arruine la vida el terrorismo del Estado Islámico», dijo un hincha de la cercana localidad de Luneburgo.
Muchas entradas del choque contra Holanda no habían sido vendidas. Pero la afición que se acercó al estadio lamentó la cancelación. «Esto es una catástrofe», dijo ante las cámaras de televisión otro hincha en medio de una pertinaz lluvia de noviembre.
Los jugadores alemanes volvieron a sentir el miedo que se apoderó de ellos cuando tres terroristas se inmolaron con cinturones explosivos a las puertas del estadio de París se disputaba el amistoso entre Francia y Alemania.
Los pupilos de Löw tuvieron que pasar la noche en los vestuarios hasta poder abordar por la mañana un avión de regreso a Alemania. Cuatro días después, la pesadilla se repitió.
Por Christian Hollmann (dpa)