Fráncfort (Alemania), 25 jul (dpa) – Reinhard Grindel fue elegido presidente de la Federación Alemana de Fútbol (DFB) en abril de 2016, entre otras cosas, por su fama de ser un buen administrador en tiempos de crisis. El terremoto desatado por la marcha de Mesut Özil de la selección pondrá ahora más que nunca a prueba esa reputación.
Grindel se hizo cargo de la DFB en medio del escándalo desatado por las denuncias de corrupción en la entrega del Mundial de 2006 a Alemania. Pudo encauzar el conflicto, al punto de que su país es hoy uno de los candidatos a recibir la Eurocopa de 2024.
Sin embargo, todas las miradas apuntaban ayer directamente a él después de que Özil anunciara el domingo su retiro de la selección alemana en medios de duros reproches y acusaciones de racismo hacia la DFB y el propio Grindel.
«A los ojos de Grindel y de sus seguidores, yo soy alemán cuando ganamos pero soy un inmigrante cuando perdemos», dijo Özil en uno de los tramos más explosivos de la serie de tres cartas en las que comunicó su renuncia.
«Cuando traté de explicarle a Grindel mi herencia, ascendencia y, por lo tanto, mi razonamiento detrás de la fotografía, él estaba mucho más interesado en hablar sobre sus propios puntos de vista políticos y en menospreciar mi opinión. Ya no soportaré ser un chivo expiatorio por su incompetencia e incapacidad para hacer bien su trabajo», agregó el jugador.
La DFB rechazó en forma vehemente las acusaciones de racismo. Sin embaro, Grindel guarda de momento silencio y una encuesta publicada ayer por el portal de noticias germano «t-online.de» revela que una mayoría de alemanes apoya la dimisión del jefe del fútbol alemán.
El 49,7 por ciento de los 5.569 encuestados respondió «sí, definitivamente» o «más bien sí» a la pregunta de si Grindel debía dimitir tras el «caso Özil». Sólo el 36,6 por ciento se mostró en contra y respondió a la pregunta con «Más bien no» o «No, bajo ninguna circunstancia».
La encuesta elaborada por el instituto «Civey» recogió también que el 48,9 por ciento de los alemanes cree que Özil se convirtió erróneamente en el chivo expiatorio de la DFB por la eliminación de la «Mannschaft» del Mundial de Rusia en la fase de grupos.
También el Partido Verde pidió la renuncia de Grindel, aunque muchos políticos, ex jugadores y medios critican a su vez la actitud de Özil y consideran excesivas sus declaraciones.
Proveniente de las filas políticas de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), Grindel asumió el mando de la DFB en reemplazo de Wolfgang Niersbach, quien renunció en el marco de las investigaciones en torno al Mundial de 2006.
El directivo, de 56 años, logró mantener bajo control el asunto y recuperar parcialmente la reputación de la DFB. Aunque el tema no está terminado ni mucho menos: un fiscal señaló el mes pasado a dpa que la federación podría recibir una severa multa si varios de sus ex directivos son encontrados culpables.
No es, en cualquier caso, el mayor de los problemas que afronta Grindel. La histórica eliminación de Alemania en la primera ronda del Mundial puso en cuestión el proyecto deportivo encabezado por Joachim Löw y dejó en claro la necesidad de profundizar la renovación de la «Mannschaft».
El propio Grindel había extendido días antes del Mundial el contrato de Löw hasta 2022, por lo que el presidente de la federación no tuvo otra opción que sostener su confianza hacia el hombre que llevó a Alemania al título en Brasil 2014. El desafío será ahora recuperar la senda ganadora en la Eurocopa 2020.
Mientras tanto, Grindel trabajará para ganar en septiembre la candidatura de la Euro 2024 en una pelea que sólo tiene dos contendientes. ¿El rival? Turquía, nada menos. El «caso Özil» seguramente no ayudará al directivo en su objetivo.
Aunque esa es apenas una de las tantas consecuencias del escándalo que generó la marcha del jugador, molesto por el trato que recibió tras su criticada foto con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en mayo.
La situación ya excedió largamente el deporte y abrió un acalorado debate en Alemania acerca de la integración, el racismo y los límites a los que se enfrenta una sociedad que no hace mucho exhibía orgullosa su multiculturalidad.
El jefe de la junta directiva del Bayern Múnich, Karl-Heinz Rummenigge, consideró que todo el asunto fue en realidad un desastre comunicacional y de relaciones públicas.
«No veo un manejo profesional de la crisis en estos momentos. No me sorprende, porque la DFB está manejada actualmente actualmente por amateurs», expresó.
También el jefe de la Liga alemana, Reinhard Rauball, consideró que el asunto fue subestimado por la DFB, al tiempo que mostró su preocupación por el «daño permanente» que esto podría ocasionar al fútbol alemán.
Por Andreas Schirmer (dpa)