Berlín, 11 nov (dpa) – La fundación, el 12 de noviembre de 1955, de las Fuerzas Armadas federales alemanas fue una ceremonia simple: no hubo orquesta y no se escuchó el himno nacional alemán.
Algunos de los 101 soldados de la nueva Bundeswehr no llevaban ni uniforme. El nuevo Ejército de la República Federal Alemana, creado una década después de la rendición incondicional de la Alemania nazi, ni siquiera tenía nombre.
Testigos del acto contaron que el entonces canciller alemán, el democristiano Konrad Adenauer, se molestó porque la ceremonia le pareció excesivamente parca. Pero es lógico que la solemnidad que señalaba el rearme alemán se llevara a cabo sin alharacas.
La II Guerra Mundial había terminado sólo 10 años antes y tres cuartas partes de los ciudadanos de Alemania occidental estaban en contra de que el país volviera a tener su propio Ejército. Tampoco los países vecinos se fiaban del todo de la nueva Alemania y su régimen democrático. Una fundación con desfile, marchas e himnos no habría sintonizado con el sentir de la mayoría de los alemanes, ni con el de los demás países democráticos. Era mejor empezar sin mucho ruido.
Adenauer fue un temprano defensor del rearme alemán. Estaba convencido de que la República Federal de Alemania sólo podría recuperar la soberanía si contaba con sus propias fuerzas de combate.
Los enemigos de la militarización, en cambio, temían que ésta impidiera para siempre la unificación de las dos Alemanias. En 1950, la controversia llevó a la dimisión del ministro de Interior, Gustav Heinemann, que escribió a Adenauer en su carta de dimisión: «Si nos rearmamos, estamos legitimando que Alemania se convierta en un campo de batalla».
No llegó a suceder. Pero sobre el territorio alemán cayó el el Telón de Acero, que lo dividiría durante décadas. La República Federal ingresó en la OTAN en 1955. Solo una semana después, el bloque de influencia soviética fundó el Pacto de Varsovia, en el que ingresaría la República Democrática Alemana (RDA). Europa quedó partida.
Hasta la caída del Muro de Berlín en 1989, la Bundeswehr se concentró en una tarea claramente definida: la defensa del territorio nacional y la colaboración con los aliados en la OTAN. En 1990 sucedió algo único en la historia: dos ejércitos enemigos se fusionaron. Los 89.000 soldados que quedaban en el mermado Ejército Popular Nacional de la RDA se unieron a la Bundeswehr. El teniente general Jörg Schönbohm dijo a los soldados orientales que la Bundeswehr no se presentaba «como un ejército vencedor a los vencidos, sino como alemanes a otros alemanes».
En 1998 ya solo quedaban 9.300 de los antiguos militares orientales en la Bundeswehr. Algunos no pudieron adaptarse, otros no superaron las pruebas internas y otros quedaron en evidencia como antiguos colaboradores de la antigua policía política de la RDA.
Empezó una década de grandes cambios para la Bundeswehr: en 1992 envió sus primeros soldados al extranjero, personal médico militar a Camboya. En 1999, aviones alemanes entraron en combate por primera vez desde la II Guerra Mundial, en Kosovo.
Poco después, la Bundeswehr mandó a combatir a sus primeras tropas de infantería. Fue en Afganistán, donde se dice que la Alemania republicana se embarcó en su primera guerra.
Aunque «guerra» es una palabra que les cuesta pronunciar a los políticos alemanes. En totoal 2.960 soldados de la Bundeswehr participa ahora en 16 misiones internacionales en todo el mundo.
La crisis ucraniana ha reactivado el gasto militar y reactivado la colaboración con los aliados atlánticos. Son, otra vez, tiempos de grandes maniobras, que recuerdan a los tiempos tensos de la Guerra Fría. Pero algunos analistas, como el historiador militar Michael Epkenhans, dicen no creer que haya que adaptarse a un escenario como el de los dos bloques: «Nadie tiene interés en llegar a esa situación».
Lo que ha cambiado es la imagen de la Bundeswehr entre los alemanes. El 80 por ciento de los alemanes dice aceptar y respetar a sus Fuerzas Armadas.
Lo que no acepta la mayoría de los alemanes son las misiones en el extranjero. Para Epkenhans, ese «no es un problema del Ejército sino de los que lo envían a esas misiones».