Berlín, 21 feb (dpa) – Hace más de ocho años, el entonces Marcelo Bernasconi, conocido actualmente como Marilyn, decidió librarse del hostigamiento por su homosexualidad matando por la espalda a su madre y a su hermano. Su historia llega ahora a la Berlinale de la mano del argentino Martín Rodríguez Redondo.
«Marilyn», que tuvo este lunes su estreno mundial en la sección Panorama del Festival Internacional de Cine de Berlín -la segunda por importancia-, recoge desde el despertar sexual del joven en un entorno hostil, en un pueblo rural de la provincia de Buenos Aires, hasta el trágico final de su familia.
El crimen cometido por el entonces joven de 18 años, en mayo de 2009, en Oliden, en las afueras de La Plata, en la casa familiar, conmocionó a Argentina. Actualmente, el joven, que cumple cadena perpetua, vive ya como una mujer, se hace llamar Marilyn y se ha casado con un compañero de prisión.
«La idea surgió a raíz de una noticia que leí en los medios de comunicación del año 2009, de un caso real que había sucedido en Argentina. Un hecho violento que había sucedido en el campo a unos 80 kilómetros de la capital», explica a dpa Rodríguez Redondo sobre el film para el que contó para el papel de madre con la famosa actriz chilena Catalina Saavedra, galardonada por su papel en el film «La nana».
Su interés por el caso llevó al cineasta a visitar a Marilyn en la cárcel, que por aquella época estaba ya haciendo el proceso de transición de hombre a mujer.
En una de sus visitas, Marilyn le dio una especie de diario íntimo titulado «El sufrimiento por no ser igual», donde contaba cómo había sido su vida en el campo. Asimismo, como parte de la investigación para dar forma al guión de su ópera prima el cineasta también se reunió con otros homosexuales y transexuales que vivían en pueblos.
A pesar de que su intención no fue hacer un biopic, Marilyn se sintió identificada al ver la película en la que, a lo largo de 80 minutos, Rodríguez Redondo muestra el proceso de descubrimiento del joven. «Está peleando su personalidad, su identidad, pero ese intento es reprimido», indica sobre los intentos de la madre por refrenar ese despertar sexual.
«La película no habla solamente de la identidad sexual, sino que va más allá. Lo que no se le permite es tener una identidad, no se le permite ser quien quiere ser. Eso es más violento todavía», apunta sobre su largometraje filmado a finales de 2016 a lo largo de cuatro semanas.
Tras la muerte de su padre, Marcos, al que da vida Walter Rodríguez, comienza a experimentar cada vez más con esa sexualidad, lo que le obliga a hacer frente al rechazo de la gente del pueblo que comienza a llamarle Marilyn y al de su familia. «Con su elección sexual, Marcos desafía a su familia y a su entorno y es víctima de un hostigamiento constante».
Para el cineasta, el rechazo familiar, encabezado en este caso por la madre, siempre es el más doloroso.
«Me interesaba romper con ciertos estereotipos que hay. Creer que en una sociedad machista el que reproduce ese machismo es el hombre, pero también hay muchas madres que reproducen esa educación y ese sistema», declara. «No obstante, en la madre hay cierta ambigüedad. Prohibirlo es en cierta forma, protegerlo», agrega.
Si bien la historia transcurre en una familia de clase baja en el campo argentino, para Rodríguez Redondo es importante dejar claro que esto también puede suceder en otros entornos, simplemente, en sitios pequeños se hace más evidente.
«A pesar de que ya hay una ley de matrimonio igualitario en Argentina, una ley de identidad de género, creo que todavía a nivel social y a nivel cotidiano sigue existiendo discriminación a diario y no solo en los pueblos, también en la ciudad», señala.
En su opinión, para que esto cambie tiene que haber un cambio de educación. «Tiene que haber un cambio de mentalidad que tiene que ver con un cambio de educación desde niño. También hay una cuestión religiosa que influye en Argentina, un país católico. Y hay una cuestión muy tradicional en ese sentido». A pesar de todo, se muestra optimista. «Creo que esto va a cambiar. Ya hay un cambio de conciencia».
Por Almudena de Cabo (dpa)