(dpa) – Mientras va bebiendo de a sorbos su Coconut Mojito sin alcohol, la vista de Tobias Mende se clava una y otra vez en el mar, que brilla en color turquesa detrás de la laptop.
El desarrollador y arquitecto de software tiene un puesto fijo en una empresa SaaS (Software as a Service) y desde 2018 se encuentra en teletrabajo.
Mende eligió instalar su home office en Sudáfrica, Brasil, Bulgaria, Dinamarca y las Islas Canarias. Y en Fuerteventura encuentra la inspiración perfecta para su subproyecto «The Ocean Savers», con el cual impulsa la protección del mar.
En estos tiempos, desde hace meses que a causa del coronavirus numerosas personas desempeñan sus tareas en home office y también quisieran mantener a futuro esta posibilidad, ya sea por días o por semanas.
Si el trabajo móvil era una excepción hasta comienzos de 2020, según un estudio representativo realizado por la asociación digital Bitkom, a futuro más de uno de cada tres empleados podrán elegir su lugar de trabajo de manera flexible.
«La ventaja para mí es que puedo trabajar donde mejor me siento y donde soy más productivo», aseveró Tobias Mende. «Y en mi tiempo libre puedo conocer el mundo, sin tener que dejar de lado mi trabajo». Para ello, indicó, solamente necesita su ordenador portátil y un Internet veloz.
Trasladar la oficina por un tiempo a una localidad de montaña, junto al mar o con vistas al océano, es el sueño de muchos. En definitiva, trabajar donde otros hacen vacaciones está a la orden del día.
Reuniones en la choza de playa gracias a una conexión veloz
El concepto de «workation» no es nuevo. Desde hace muchos años se ve en los cafés de Bali, Cancún o las Canarias, junto a los turistas bebiendo sus cócteles, viajeros que trabajan sentados delante de sus computadoras móviles, los denominados nómadas digitales.
Ahora ya no solo los autonómos, también los empleados con un puesto fijo aprovechan las posibilidades del trabajo móvil.
Las herramientas de videoconferencia con fondos intercambiables permiten hoy en día mantener encuentros profesionales en una sencilla choza de bambú tailandés. O en el chalet de lujo de las montañas alemanas del Harz, con equipamiento ergonómico de oficina.
Para tener la infraestructura necesaria, una red veloz y más tranquilidad que en un café, en muchos lugares surgen también los espacios de «coworking», como oficinas comunitarias con colegas rotativos.
El investigador de turismo Harald Pechlaner de la Universidad Católica de Eichstätt-Ingolstadt cree que la tendencia al «workation» también continuará tras la pandemia e incluso podría experimentar un nuevo auge. Según explica, ya actualmente regiones turísticas clásicas como las Islas Canarias se vuelcan a este nuevo segmento.
«Pero los destinos de ferias y congresos, ciudades como Núremberg, donde el turismo de congresos prácticamente se desplomó, también pueden beneficiarse», afirmó Pechlaner, que dirige el Centro de Emprendimiento de la Universidad en Altmühltal.
El experto estimó que sobre todo el turismo de ciudades frecuentemente se combinarán y prolongarán con una estadía de trabajo. «Por lo general en las ciudades ya se encuentra disponible la infraestructura, que en las regiones turísticas recién debe armarse».
Pueblo para nómades digitales en Madeira
El archipiélago de Madeira, en el Atlántico, que depende fuertemente del turismo, trabaja para ofrecer esta infraestructura. En el marco de la crisis por la pandemia de coronavirus, su Gobierno se propone atraer a trabajadores nómadas para que se instalen durante largos periodos junto a los turistas clásicos.
Conjuntamente con la iniciativa Startup Madeira, el portugués Gonçalo Hall impulsa la construcción de la mayor comunidad nómade digital europea en la idílica localidad de Ponta do Sol.
«No solamente ofrecemos acceso gratuito a Internet en toda la localidad, sino también acceso directo al mar», comentó Hall, quien es asesor independiente para trabajo móvil.
Casi 5.000 interesados de más de 90 países ya se registraron en la plataforma para el programa del Nomad Village. Y 75 empleados en teletrabajo arribaron durante los inicios en febrero por al menos cuatro semanas a la «workation» en Ponta do Sol.
A través de programas asociados se proporcionan alojamientos, vehículos en alquiler o contactos con otros nómadas digitales. Junto con restaurantes, hoteles y cafés de la aldea de 8.200 habitantes, se busca que surja en Europa una comunidad única en su tipo, que posibilite el turismo local durante la crisis, pero también después.
Padres que trabajan, nuevo grupo de clientes
Mientras que las Islas Canarias suelen estar dominadas por jubilados ávidos de sol en invierno, tras su ausencia en el año del coronavirus 2020, los hoteles descubrieron allí a los teletrabajadores como nueva clientela.
Y, por consiguiente, buscan atraerlos con ofertas especiales. En algunos hoteles de Corralejo, el punto neurálgico de los trabajadores nómadas en Fuerteventura, hay apartamentos con cocina y red inalámbrica WLAN rápida desde 700 euros al mes (unos 827 dólares), con gimnasio y piscina incluidas.
Mucho más caro resultan los paquetes de «workation» que ofrece el Robinson Club, filial del operador turístico alemán Tui. A cambio, además de vista garantizada al mar, también se cuenta con sillas y monitores ergonómicos de oficina para un trabajo distendido.
Los proveedores españoles de «all-inclusive», como la cadena hotelera HD, también buscan atraer a las familias de viajeros y trabajadores. En los campamentos de verano de HD en Tenerife y Gran Canaria, los niños pueden chapotear en la pileta con los animadores, mientras los padres cumplen tranquilos con sus obligaciones laborales.
Por Kathrin Lucia Meyer (dpa)