(dpa) – Hace solo unos años, cuando las salas de cine estaban estrictamente prohibidas en Arabia Saudita, Athaer solo podía ver películas nuevas en casa de amigos.
No había Netflix y únicamente el canal emiratí MBC pasaba películas de Hollywood. «Fue difícil», dice la experta en marketing, al contar que durante 35 años no había cines o proyecciones públicas en la monarquía absoluta.
Ahora, Athaer está sentada en un sofá del que quizá sea el cine más elegante de Riad, que incluye pequeñas salas con 24 butacas sumamente cómodas. En la puerta de ingreso ondea la bandera nacional de color verde.
La entrada cuesta unos 38 euros (39,8 dólares) y en las salas, además, se puede comer. Por ejemplo, un filete de ternera Wagyu, cuesta alrededor de 113 euros.
Desde que se levantó la prohibición y se abrió el primer cine del país en 2018, las películas se han convertido en el pasatiempo favorito de muchos saudíes.
Entretanto, la industria recibe fondos estatales. Este año se celebró por segunda vez el Festival de Cine del Mar Rojo en la metrópolis costera de Jedá. Entre el 1 y el 10 de diciembre se exhibieron 130 películas de 60 países y acudieron personalidades de la región y de Hollywood. Por su parte, el reconocido director estadounidense Oliver Stone presidió el jurado.
«Nos estamos situando en el mapa, aún nos falta», señala Adnan Badib, fundador de la productora Millimeter Films. Asimismo destaca que el príncipe heredero, Mohammed bin Salman, está viendo el cambio de época. «El príncipe sabe que estamos preparados para un cambio», comenta Badib.
El príncipe ya ordenó varias aperturas sociales y también anuló la prohibición del cine. Ahora, el país necesita productores, directores y otros talentos del extranjero para impulsar realmente la industria, según el dueño de la productora.
Los primeros cines se establecieron en los años 30 por parte de trabajadores extranjeros del petróleo. Hasta los años setenta, las películas también se proyectaban en patios, hoteles y clubes de fútbol. Pero tras el ataque a la Gran Mezquita de La Meca y la revolución de 1979 en Irán, los dirigentes impusieron normas religiosas conservadoras.
A partir de ese momento se abolieron los cines, que al igual que muchas formas de entretenimiento estaban prohibidos en el Islam, se separó a hombres y mujeres en público y se introdujeron códigos de vestimenta. Quienes querían ver películas visitaban los países vecinos o compraban copias piratas en casete VHS y DVD.
Hoy en día no hay señales de ello en el país. Los jóvenes y las familias van al cine y se aprovisionan de palomitas de maíz y bebidas de colores.
La Autoridad de Medios Audiovisuales estima que para el año 2030 habrá unas 2.600 pantallas en todo el país, actualmente hay unas 500 en más de 50 cines.
El arte llamado cine dista mucho de ser libre. «Al fin y al cabo, somos una sociedad musulmana y sabemos dónde están nuestros límites», señala Badib, describiendo la autocensura de la industria. Además, agrega que las autoridades tienen que aprobar todas las películas.
Según los informes, «Lightyear», «West Side Story», «Eternals» y «Dr. Strange 2» fueron rechazadas, al parecer todas ellas por escenas relacionadas con el colectivo LGBTQ. Los eruditos islámicos consideran pecado las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo.
Faisal Baltijur, pionero en el sector y directivo de la cadena de cines Muvi, dice frases que probablemente eran impensables hace cinco años. Ir al cine es «una decisión personal», incluso para personas muy religiosas. Y, por supuesto, estos padres pueden aconsejar a sus hijos que no vayan al cine.
Sin embargo, Baltijur sostiene que en tiempos de teléfonos móviles y streaming, es imposible prohibir a los niños ver películas.
Determinados contenidos políticos son impensables en un país, donde incluso los tuits críticos pueden suponer una larga pena de cárcel.
Sin embargo, la célebre directora saudí Haifaa al Mansur demuestra que algunos temas delicados pueden abordarse con sensibilidad cinematográfica. Su película «The Perfect Candidate» (La candidata perfecta), gira en torno a la lucha por una mayor igualdad de derechos para las mujeres en el mundo árabe.
«Un director o guionista inteligente transmitirá el mismo mensaje dentro del marco de valores del público», afirma el director Faris Baitar. «Los chinos también tienen censura y sus películas son estupendas», agrega.
En opinión de Baitar, ciertas escenas que en realidad están prohibidas se muestran de «formas muy creativas» y con simbolismos.
«Los cineastas inteligentes vendrán aquí, es una buena inversión», comenta Baitar. «Es un país muy joven y ahora tienes libertades como nunca antes», asegura el director saudí.
Por Johannes Sadek (dpa)