(dpa) – La Tierra tiene dos escudos protectores que la protegen de los peligros del espacio: la atmósfera y un campo magnético. Si ambos desaparecieran, se extinguiría la vida en nuestro planeta. El campo magnético, que puede ser gigantesco, está variando actualmente a una velocidad mayor de lo esperado.
Recientemente, se ha especulado repetidamente sobre si los polos magnéticos de la Tierra podrían invertirse a largo plazo y debilitar el campo. Pero, ¿hasta qué punto es eso probable y qué significaría?
Según la Agencia Espacial Europea (ESA), el campo magnético de la Tierra es una fuerza compleja y dinámica que protege a nuestro planeta de la radiación cósmica y de las partículas cargadas procedentes del Sol. «Partimos de la base de que el campo magnético terrestre es un proceso relativamente caótico», afirma Jürgen Matzka, experto en geomagnetismo del Centro Alemán de Investigación en Geociencias (GFZ) de Potsdam, en el noreste de Alemania.
Las tormentas solares no solo son responsables de las fascinantes auroras australes y boreales, sino que también pueden causar daños considerables en nuestro mundo altamente tecnologizado y, en particular, perturbar los satélites. El Sol, la estrella que se encuentra en el centro de nuestro sistema solar, despide partículas de alta energía y una nube de plasma que recorren en poco tiempo los aproximadamente 150 millones de kilómetros que lo separan de la Tierra.
A diferencia de los geográficos, los polos magnéticos de la Tierra no son en absoluto rígidos. Matzka explica que, estadísticamente hablando, el proceso recurrente de inversión de los polos ya tendría que haber tenido lugar.
«La última inversión de los polos se produjo hace mucho tiempo, hace 780.000 años aproximadamente», señala el científico, y añade que este periodo es más largo que la media a largo plazo de 300.000 a 500.000 años. Sin embargo, acota, también hay fases en las que no se ha producido ninguna inversión durante millones de años.
«Sabemos desde 1840 que la intensidad del campo magnético está disminuyendo», asevera Matzka, y explica que esto se debe principalmente a que el campo está disminuyendo con especial fuerza en el hemisferio sur, en la zona de Sudáfrica, el Atlántico Sur y Sudamérica. En el Atlántico Sur, especifica el experto, es un 30 por ciento más débil de lo que cabría esperar, mientras que en Europa, sin embargo, ha vuelto a aumentar.
«Tenemos muy buenas reconstrucciones del campo magnético de la Tierra en el pasado, y siempre se ve que la intensidad del campo cambia muy a menudo y con mucha intensidad, o que se produce una inversión de los polos», explica Matzka.
«Considerando la situación actual, no creo que tengamos indicios de una inversión», señala el geofísico, y añade que, sin embargo, los puntos débiles del hemisferio sur podrían ser factores iniciales de una inversión.
En la época de la última inversión de campo, no había humanos modernos en la Tierra, por lo que no hay registros de ella. Sin embargo, según Matzka, los núcleos de sedimentos oceánicos pueden aportar alguna información, y ha habido repetidos indicios de que una inversión de los polos puede influir en la evolución o la extinción de especies.
Por ejemplo, los hallazgos de ciertos fósiles acaban exactamente en núcleos de perforación donde se detectó una inversión de los polos. El científico acota que la mayoría de los resultados muestran una influencia más bien pequeña.
En nuestra era de alta tecnología, la situación es diferente, y los riesgos para los satélites son cada vez mayores. Matzka advierte que, cuando hay avisos de tormentas solares, hay que desconectar los sistemas. «También existe la posibilidad de que si nos golpea un fenómeno especialmente fuerte, se produzcan más daños de los que se pueden imaginar en este momento», puntualiza el experto.
«La anomalía del campo magnético en el Atlántico Sur siempre ha supuesto un reto para los satélites en órbitas terrestres bajas, ya que allí los protones de alta energía pueden afectar a la electrónica de los satélites», afirma también Melanie Heil, coordinadora de misiones de meteorología espacial en la sede de ESA en la ciudad alemana de Darmstadt. En determinadas condiciones, prosigue, los satélites podrían verse expuestos a la radiación con mayor frecuencia.
Actualmente, la llamada actividad solar está volviendo a aumentar en su ciclo de aproximadamente once años. Según Heil, cabe esperar el máximo en 2025. Sin embargo, añade que el debilitamiento del campo magnético no es tan fuerte como para que quepa esperar un efecto notable sobre el impacto de las tormentas solares.
El campo magnético, que se origina en el núcleo externo de la Tierra, no se puede ver ni oír. Sin embargo, según ESA, científicos de la Universidad Técnica de Dinamarca han convertido en sonido las señales magnéticas medidas por una misión satelital de la agencia europea. El resultado: el «lenguaje» del campo, esencial para la supervivencia, es menos protector que amenazador.
Por Oliver Pietschmann (dpa)