(dpa) – Cuando se administra un medicamento, no importa solo qué contiene, sino también la postura de los pacientes en relación a las pastillas, cremas o jarabes con los que son tratados, ya que la mente es tan importante como las sustancias que contienen los fármacos.
Esto está demostrado por un efecto conocido y otro menos conocido: el placebo y el nocebo. El placebo es un término conocido por la mayoría de las personas.
«Se conoce como efecto placebo los cambios corporales y psíquicos positivos producidos tras la ingesta de un medicamento sin sustancia activa», explica Ulrike Bingel, profesora de Neurociencias Clínicas de la Clínica Universitaria de Essen, en Alemania.
«Puede surgir incluso durante un tratamiento aparente, como por ejemplo una operación simulada, o tras beber una infusión con una simple solución salina», añade la experta.
Esto tiene que ver con los efectos que se espera obtener y que, según Bingel, dependen de complejos procesos psico-neurobiológicos. Esto significa que la fe en la efectividad de la terapia puede activar mecanismos que refuerzan el éxito.
Esta expectativa positiva hace que los pacientes puedan echar mano «de una especie de farmacia con la que cuenta su propio cuerpo» y cuya eficacia hay que tener en cuenta. «Mediante imágenes se puede ver que se activan determinadas áreas del cerebro, como por ejemplo los sistemas que se ocupan de aliviar el dolor», apunta.
Si el paciente parte de la base de que tomar un medicamento va a aliviar su dolor, el cerebro genera sustancias analgésicas. «Se trata de opioides propios del cuerpo que incluso pueden modificar la transmisión del dolor en la médula espinal», observa Bingel.
«Esto hace que los dolores cedan a pesar de que el paciente que sufre de dolor de espalda no haya tomado ningún analgésico con opioides», detalla la experta.
Algo que también ayuda es cuando las personas afectadas ya experimentaron otras veces la efectividad del remedio. «En ese caso es más simple reproducir los patrones de reacción en el propio cuerpo a través de la propia expectativa», señala Winfried Rief, profesor de Psicología Clínica y Psicoterapia en la Universidad de Marburgo, en Alemania.
«Si sé que los analgésicos me ayudan con el dolor de cabeza y tomo un placebo pensando que es un analgésico para el dolor de cabeza, es probable que haya un efecto positivo», añade.
Si no se tuvo una experiencia previa con este tipo de medicamentos, es más difícil. En el caso de las enfermedades crónicas, en cuyo transcurso los pacientes perdieron muchas veces la fe en el tratamiento, el efecto placebo también llega a sus límites, salvo que se logre despertar un nuevo optimismo.
Sin embargo, el efecto placebo no tiene que ver solo con medicamentos que no tienen principios activos. «En casi todos los tratamientos exitosos de la medicina actual se trata de una combinación de efectos bioquímicos directos y efectos psíquicos», afirma Rief.
«Los estudios en el ámbito del tratamiento del dolor demuestran que en casi todos los casos se tuvo que administrar una dosis doble cuando no hubo efecto placebo», explica.
Sin embargo, también es posible lo contrario: a veces aparece un efecto nocebo. «Existen dos tipos», acota Rief. Por un lado, se pueden desarrollar efectos secundarios que «no pueden ser explicados desde el punto de vista bioquímico» al suministrar un medicamento. «Surgen por sí solos por la expectativa negativa en relación al tratamiento», sostiene Rief.
Por otro lado, puede suceder que no se registre un efecto positivo a pesar de que se haya administrado un medicamento efectivo. «Si un paciente se enteró, por ejemplo, por la vecina o por Internet, que podrían surgir efectos secundarios relevantes, eso aumenta la probabilidad de que el paciente desarrolle efectivamente esos efectos secundarios», señala.
Las causas de este efecto negativo pueden observarse también en el cerebro: «Cuando la persona espera sentir dolor, se activan los centros del dolor en el cerebro», explica Rief. «Desde el punto de vista evolutivo, esto era una ventaja: si se parte de la base de que hay una amenaza, el cuerpo se prepara para ello por adelantado».
Estudios demuestran que las expectativas negativas pueden generar cambios en el sistema nervioso central. «El miedo al dolor puede, por ejemplo, bloquear opioides e inhibir un mensajero químico como la dopamina», advierte Ulrike Bingel. «Esto hace que la transmisión y percepción del dolor aumente en vez de bajar».
Ya se trate del efecto placebo o el efecto nocebo, en los dos casos es muy importante la comunicación entre el médico y el paciente. «El médico puede promover las expectativas positivas y la confianza del paciente. Esto juega un papel importante en la efectividad de la terapia», destaca Rief.
«Si se pueden esperar efectos secundarios del tratamiento, se los puede dramatizar o mejor decir algo así como: ‘Puede ser que aparezca un leve dolor de cabeza por las mañanas al tomar el medicamento. Eso significa que está actuando en el lugar indicado'», describe el experto. Frases como esta hacen que el tratamiento transcurra de forma positiva.
Por su parte, Bingel también está convencida de que la comunicación del médico es un factor central. «Los médicos pueden explicar a los pacientes que el diez por ciento de las personas perciben efectos secundarios o decirles que el 90 por ciento de los pacientes toleran muy bien la medicación», ejemplifica.
Son los mismos datos, pero presentados de distinta manera. «No se trata de restar importancia a las informaciones o maquillarlas», aclara Bingel. «Pero los médicos pueden transmitir la información de una forma que no atemorice a los pacientes».
Por Julia Felicitas Allmann (dpa)