En los últimos días varios líderes europeos han coincidido en una idea que resulta incómoda, pero cada vez más evidente: Europa ya no está en paz con Rusia, aunque tampoco se encuentre en una guerra abierta. Es un terreno intermedio, lleno de tensión, amenazas y gestos que se sienten como provocaciones constantes.

La situación en Ucrania es la más visible, pero no la única. Ataques cibernéticos, drones que cruzan fronteras y la presión energética muestran que la confrontación se libra en muchos frentes, algunos invisibles para la mayoría de ciudadanos. Esa es la característica de lo que llaman “guerra híbrida”: no siempre hay tanques ni explosiones, pero sí una sensación de riesgo permanente.
En Candás365 creemos que Europa está entrando en una etapa en la que la seguridad y la diplomacia deben caminar juntas. No se trata solo de gastar más en defensa o levantar nuevas murallas tecnológicas. También hay que pensar en cómo mantener la unidad interna, porque una Europa dividida es una Europa débil.
Al final, este pulso no es únicamente entre gobiernos. Tiene consecuencias directas en la vida cotidiana: en el precio de la energía, en el comercio, en la confianza que sentimos al abrir las noticias cada mañana. Lo que ocurre a miles de kilómetros repercute en la factura de la luz de cada vecino de Candás, de Carreño o de cualquier otro rincón.
La visión de Nacho Bermúdez
Europa y Rusia no están en paz, y probablemente no lo estén durante mucho tiempo. La pregunta es si vamos a aceptar esa nueva realidad como parte de nuestro día a día o si seremos capaces de encontrar un equilibrio que evite que la tensión se convierta en algo peor.
No se trata de elegir bandos a ciegas, ni de repetir discursos políticos. Se trata de entender que la estabilidad nunca está garantizada. Nada es para siempre, ni la paz ni la guerra. Y quizás la clave esté en no dar por sentada la tranquilidad que disfrutamos, porque lo que hoy parece lejano mañana puede llamar a nuestra puerta.
Candás365 seguirá analizando lo que ocurre más allá de nuestras fronteras, para que lo global se entienda desde lo local. Porque comprender el mundo es también una forma de cuidar nuestra casa.