(dpa) – Con guantes se colocan las joyas sobre una bandeja de terciopelo en el escaparate de una tienda en el Barrio de los Diamantes de Amberes. El puerto belga es considerado desde el siglo XV uno de los puntos neurálgicos del comercio de piedras preciosas.
De forma discreta y confidencial, este negocio mueve cada año unos 37.000 millones de euros (39.770 millones de dólares), según estimaciones del Centro Mundial de Diamantes de Amberes.
A la pregunta acerca de dónde proceden los brillantes, un joyero responde sonriendo: «Prefiero no averiguar al respecto». Su discreción no es del todo injustificada.
Los diamantes en bruto provienen de Angola, Congo, Sierra Leona, Sudáfrica y también de Rusia, explica Sigal Vantzovski, propietaria de Binson Diamonds en Amberes.
La experta explica que los diamantes son llevados a Bélgica para pulirlos en lugares especializados y luego se transforman en joyas que se venden en tiendas como la de ella, por ejemplo.
Se trata de un nicho de mercado de alta gama con una facturación de miles de millones, del que también Rusia -a pesar de la guerra en Ucrania- se sigue beneficiando.
Desde el inicio de la guerra de agresión rusa en Ucrania, la Unión Europea ha impuesto numerosas sanciones contra Moscú. Por ejemplo, se detuvo la importación de ciertos productos como el oro, el vodka y el caviar; pero los diamantes rusos no se vieron afectados, y por una razón específica.
Según datos del Ministerio de Finanzas ruso, Rusia exportó más de 48,6 millones de quilates de diamantes en bruto en 2021, el volumen más alto desde el inicio del periodo de observación en 2007. No se cuantificó el volumen de negocio monetario. Los principales destinos de las exportaciones fueron Emiratos Árabes Unidos y Bélgica.
Bélgica, el país donde tiene su sede central la Unión Europea, desempeña así un papel clave en la industria del diamante y presionó en las negociaciones sobre las sanciones para que las piedras rusas quedaran excluidas de las medidas.
El decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Amberes, Koen Vandenbempt, considera que, desde el punto de vista económico, Europa se perjudicaría a sí misma con sanciones.
Vandenbempt estima que si se pone un freno a la importación de diamantes en bruto rusos se perdería una industria que se trasladaría a Dubai o Bombay, lugares donde se haría mucho menos hincapié en la transparencia o la sostenibilidad que en Amberes.
En tanto, Joachim Dünkelmann, de la asociación alemana de joyeros BJV, explica que dado que muchos países como India, Israel o Emiratos Árabes Unidos no se habrían sumado a un boicot, las piedras rusas acabarían entrando en el mercado mundial a través de ellos.
«Un endurecimiento de la normativa o las leyes contra Rusia no influiría en esto», dice.
Sin embargo, lo más probable es que el Kremlin se esté beneficiando de la fiebre por los diamantes. Uno de los mayores productores es el gigante ruso del diamante Alrosa, que según sus propias palabras pertenece «en parte» al Estado. Los expertos calculan que la cuota estatal ronda el 33 por ciento.
Alrosa genera el 95 por ciento de la producción de diamantes en Rusia, que representa cerca del 27 por ciento a nivel mundial. Esto significa que, al menos una de cada cuatro de estas piedras preciosas que se venden en mercados de todo el mundo proviene de Rusia.
El gigantesco grupo extractor de diamantes opera numerosas minas en la república de Sajá, en el noreste de Rusia, como también en la región de Arcangel, en el noroeste, y tiene además participaciones en minas en el exterior, como por ejemplo en Angola.
A diferencia de Vandenbempt, la experta en materias primas Larisa Stanciu subraya que una prohibición de la importación de diamantes en bruto rusos supondría menos dinero para las arcas del Estado a través de Alrosa.
«Esto tendría un impacto tanto directo como indirecto en el presupuesto de apoyo a la guerra, a pesar de que los ingresos del comercio de diamantes son mucho menores que los del comercio de gas y petróleo», sostiene.
El director ejecutivo de Alrosa, Serguéi Ivanov, tampoco es un desconocido. Fue uno de los primeros oligarcas del círculo de Putin que fueron sancionados por Estados Unidos.
Mientras la Unión Europea vacila, el Gobierno de Estados Unidos impuso sanciones contra Alrosa a poco de comenzar la guerra y luego las endureció.
«Siempre me vuelvo un poco cínico con esto», dice Vandenbempt, y señala de forma crítica que los europeos piensan con ingenuidad que los estadounidenses podrían hacer algo que dañe su propia economía.
Según sus estimaciones, las ventas de joyas en los Estados representan el 50 por ciento del mercado mundial. Así es que también existe una «laguna» en la disposición sobre sanciones de Estados Unidos gracias a una redacción no del todo impecable: si un diamante ha sufrido alteraciones importantes en otro país, puede reivindicar esa región como su origen.
En consecuencia, piedras preciosas rusas, que fueron pulidas, por ejemplo, en India, podrían ingresar en Estados Unidos y encubrir su origen.
Vandenbempt considera que, de todos modos, técnicamente es casi imposible determinar el país de origen de una piedra. Sin embargo, existen sistemas de certificación de diamantes en bruto, como el denominado Proceso de Kimberley, que, según la Aduana, pretende impedir la importación a la UE de los llamados diamantes de conflicto y de sangre.
Por Luise Evers (dpa)