Los partidos que forman parte de la democracia representativa en la que vivimos, deben abrirse más a la participación a través de los medios digitales. Porque, a mi juicio, son necesarios más y mejores espacios de reflexión y diálogo a libre disposición de los ciudadanos. Ahora bien, si son medios puramente testimoniales, y sin fuerza real, ya que, el poder de verdad, únicamente está en las élites directoras de los partidos, sirve de poco la democracia electrónica.
Debe existir una interactividad potente y efectiva entre los ciudadanos y los aparatos de los partidos, puesto que de no ser así, la comunicación digital es un mero artificio simbólico sin resultados, de cara a mejorar las condiciones de vida de las personas, y los graves problemas sociales existentes en nuestro país.
En definitiva, la justicia social y la disminución de la desigualdad pueden ser tarea de todos, por medio de la participación real y virtual en los procesos de decisión política. También es cierto que el desarrollo político de la democracia digital está todavía en su primera etapa, y es objeto de numerosos debates en el mundo.
La utilidad de Internet y de las redes sociales es incuestionable. Desde el acceso a la información por parte de los sujetos políticos, hasta el voto por Internet, y el envío de propuestas, comentarios, opiniones, etc. O lo que es lo mismo, el uso de Internet como medio político con una influencia significativa en la actividad política. Esto está todavía muy lejos de alcanzarse, y quizás sea algo utópico.
Indudablemente, existe la denominada brecha digital de la gente que no sabe utilizar la red electrónica de comunicación. De todos modos, no considero que sea algo que impida el uso masivo de los medios electrónicos con fines políticos y sociales, y los beneficios que se derivan del mismo.
Las limitaciones de la distancia quedan superadas con las tecnologías móviles, tan omnipresentes en la vida cotidiana de casi todos los individuos. Además se posibilitaría un ejercicio continuo de la transparencia en las acciones de los políticos.
Si la práctica de la democracia comunicativa digital se acaba convirtiendo en algo meramente simbólico, y sin presencia efectiva en los círculos de poder de cada partido, la utilidad de la misma no rebasará el ámbito de la escucha y la lectura, pero no de las respuestas.
Las TIC pueden mejorar la calidad de la política y de la democracia, de un modo muy considerable, si son, realmente, interactivas con los equipos de dirección de los diversos partidos. Si esto no sucede, serán algo secundario, y ornamental.
Ya que de lo que se trata es de poder compartir la responsabilidad en la toma de decisiones políticas que nos afectan a todos. Las nuevas tecnologías de la comunicación hacen posible una especie de ágoras virtuales parecidas, en cierto sentido, a las ágoras griegas, superando los límites de tiempo y lugar que existían, por ejemplo, en la antigüedad en Atenas y Roma.
Dos características fundamentales de la democracia digital son claves para potenciar un mayor desarrollo de la participación cívica. La primera es la proactividad, porque los ciudadanos pueden consultar dudas y aportar ideas a los dirigentes y a los políticos que componen cada partido. La segunda es la multicanalidad para que a través de los distintos medios electrónicos se informe a toda la sociedad.
Porque, parece que la forma de representación política tradicional, precisa de un mayor contacto con las necesidades reales de los ciudadanos de un modo más directo, sin la intermediación controladora del aparato, o núcleo de poder de cada partido. De este modo, se evitan los daños de la partitocracia.
Por José Manuel López García