(dpa) – La alegría y la emoción ya comienzan en la senda peatonal que va del estacionamiento al mar. Se escucha el rugido de las olas y el aire sabe a sal. Una escalera de piedra lleva hasta la playa, donde los los pies se hunden en la arena y la vista recae en una formación rocosa extraña.
Las olas abrazan las famosas rocas con forma de corazón que se encuentran en el medio del mar, aunque la verdad es que también se parecen a enormes hongos que sobresalen en el agua. Más allá de lo que quiera ver cada uno en ellas, lo cierto es que estas dos rocas en el norte de la isla Kouri son uno de los principales puntos de atracción del archipiélago de Okinawa.
Esplendor vegetal y patrimonio cultural de la humanidad
La prefectura más meridional de Japón es una gran desconocida para los europeos. Pero lo cierto es que aquí, lejos de megametrópolis como Tokio, crecen mandarinas y mangos, brillan buganvillas e hibiscos y el viento susurra entre manglares y cañaverales.
El clima aquí es subtropical y la temperatura media anual ronda los 23 grados centígrados. Okinawa está situada entre el océano Pacífico y el mar de China Oriental, aproximadamente a la misma latitud que Hawaii y México. En sus 160 islas se reparten 1,4 millones de habitantes.
Alguna vez, Okinawa fue independiente durante casi medio milenio: como el reino de Ryukyu (1429-1879), que comerciaba extensamente con otros países del sur y el este de Asia. Los testimonios de este periodo de la historia son Patrimonio de la Humanidad, entre ellos el Castillo Shuri-jo en Naha, con sus murallas de piedra, y el Jardín Real Shikina-en.
El jardín es un lugar para románticos. La sensación es como si se entrara en un cuadro en el que hay un hermoso lago, puentes de piedra, un palacio de madera y un bosque encantado de árboles gajumaru.
Naha es la puerta al archipiélago, y su aeropuerto, un centro neurálgico. La ciudad, al sur de la isla principal, reúne hoteles confortables, la playa de Naminoue, dominada por el santuario sintoísta, zonas comerciales y el mercado de Makishi.
El recorrido sigue hacia el norte de la isla principal. En Nago conviene hacer una parada en la pequeña destilería de Hidekazu Akimura. Su pasión es el awamori, un aguardiente de arroz, la bebida espirituosa típica de Okinawa. Las mejores variedades maduran durante años en jarras de arcilla abombadas.
El aguardiente se elabora con arroz tailandés de grano largo. «Probamos con arroz japonés, pero el otro es más adecuado», dice Akimura. Llena cada botella individualmente, pega las etiquetas a mano y asegura: «No he tenido un día libre en 15 años, hay mucho que hacer».
A pocos kilómetros, Morio Taira y su esposa Etuko acogen a huéspedes que pasan la noche en su casa de Ogimi y a quienes atienden generosamente. Una estancia en una casa como esa brinda la oportunidad de sumergirse en la hospitalidad y las costumbres japonesas.
La habitación es acogedora, y en lugar de la típica colchoneta en el suelo, hay una cama común con patas. Como suele ocurrir en Japón, también hay unas zapatillas extra para ir al baño.
Por la noche, la cena incluye tofu, pescado frito y rosquillas de batata. Por la mañana, el anfitrión calienta café en el microondas. Compró especialmente para su huésped un café ya preparado en botella de plástico. La pareja apenas habla inglés, pero no hacen falta muchas palabras para dar una cálida bienvenida a sus huéspedes.
El archipiélago de Okinawa ofrece mucho más que su isla principal. Se puede ir de isla en isla, en parte en coche de alquiler, por tierra y a través de modernos puentes entre islas, y en ferry o avión en otros casos.
A Ishigaki, por ejemplo, se llega tras un vuelo de avión de una hora. La ciudad más meridional de Japón se encuentra a unos 400 kilómetros al suroeste de la isla principal de Okinawa. Desde allí solo hay 200 kilómetros hasta Taiwán. Desde Ishigaki parten embarcaciones a Taketomi e Iriomote.
Taketomi cuenta con playas y un museo de arquitectura tradicional al aire libre, con muros de piedra y casas con tejados de ladrillo. En Iriomote, el camino a la cascada de Kura conduce bajo raíces aéreas entrelazadas. Mientras, un barco con turistas se mece por el bosque de manglares de la orilla.
Los manglares también crecen en el siguiente grupo de islas, Miyako, una conocida zona de buceo con corales y tortugas marinas. Allí trabaja el pescador de cangrejos Takahiro Yoshihama. Cuando baja la marea, emprende pequeñas expediciones a pie.
«Los manglares están firmemente anclados con sus raíces, no se caen siquiera durante un tifón», explica Yoshihama, mientras se escucha el barro que pisan las botas que este hombre de 45 años proporciona a sus huéspedes.
Por el camino, va comprobando unas jaulas-trampa equipadas con cabezas de pescado como cebo. A Yoshihama le falta la punta de un dedo en una mano, la perdió entre las pinzas de un cangrejo.
El cangrejero Yoshihama solía ser ingeniero aeronáutico. Y no es el único que cambió de profesión: el agricultor de caña de azúcar y plátanos Katsuya Matsumoto, de 49 años, solía ser investigador en la industria automovilística.
En muchos lugares de Miyako, la caña de azúcar crece hasta el borde de la carretera. Matsumoto la usa para hacer sirope, organiza talleres culinarios y ha encontrado su libertad en armonía con la naturaleza.
Con Matsumoto se aprende que un platanero no sirve solo para producir fruta, por ejemplo. «En Japón utilizamos papel de plátano todos los días», asegura. ¿Qué quiere decir con eso? Tras algunas conjeturas, revela el misterio: se trata de las fibras. «Se utilizan para hacer billetes», explica.
Información: Okinawa
Llegada: los vuelos a Naha salen de Tokio o Taipei.
Regulaciones: tras las medidas para prevenir la pandemia de coronavirus, Japón volvió a abrir las puertas a los viajeros internacionales. Actualmente, al ingresar hay que demostrar que se cuenta con tres vacunas contra el coronavirus o presentar un test PCR negativo que debe haber sido realizado como máximo 72 horas antes de viajar.
Mejor época para viajar: debido a su clima amable, se puede viajar a Okinawa todo el año. Para meterse al mar, la mejor época es de mediados de marzo a octubre. Desde mediados de mayo a mediados/finales de junio es temporada de lluvias.
Conducción: en Japón, el tráfico circula por la izquierda. Para poder manejar en Japón, hay que hacer traducir la licencia de conducir propia al japonés. También se puede hacer online por medio de la Japan Automobile Federation, en cuya web se puede leer una explicación (en inglés) al respecto.
Informaciones: http://visitokinawajapan.com
Por Andreas Drouve (dpa)