(dpa) – Un tren circula a más de 4.000 metros de altura en el noroeste de Argentina, una región que alberga una deliciosa gastronomía indígena y macizos montañosos que parecen cajas de pinturas.
El Tren a las Nubes es uno de los recorridos de ferrocarril más espectaculares del mundo, pero también uno de los más peligrosos. Algo que tiene más que ver con la altitud a la que llega que con su trazado.
Este ferrocarril hace honor a su nombre porque sube entre los cerros de la cordillera de los Andes hasta los 4.200 metros de altura en el extremo noroeste de Argentina.
Los ómnibus que llevan a los turistas desde la ciudad de Salta, capital de la provincia del mismo nombre, hasta la estación de tren de San Antonio de los Cobres llevan varios paramédicos con bombonas de oxígeno a bordo.
Un médico también acompaña durante todo el trayecto. El enfermero Nicolás Alemán señala que en particular las personas mayores pueden sufrir a veces problemas con la altitud. «Pero normalmente solo sufren dolores de cabeza o náuseas», aclara.
Los autobuses atraviesan primero plantaciones de tabaco, que poco a poco dan paso a regiones selváticas cubiertas de niebla. Cuánto más ascienden por las montañas, más árido se vuelve el paisaje.
Los vehículos realizan paradas en puntos panorámicos y en pequeños pueblos donde se pueden adquirir artesanías a la población indígena y tomar fotografías a las llamas, animales típicos de la región. Si bien son escalas turísticas, también tienen como fin que los viajeros vayan aclimatándose gradualmente a la altura.
A paso tranquilo hacia el Altiplano
San Antonio de los Cobres es el punto de partida del viaje en el tren turístico, a casi 3.800 metros de altura sobre el nivel del mar.
El pueblo y la estación de tren tienen cierto aire del Lejano Oeste. Desde allí parte el Tren a las Nubes celeste para recorrer esta zona de la Puna, el Altiplano argentino, a unos tranquilos 35 kilómetros por hora.
La mayoría de los turistas espera que, por su nombre, el tren atraviese zonas nubosas, pero esto es una conclusión errónea porque rara vez se forman nubes en el Altiplano.
Jazmín Acuña, la guía turística del vagón, prefiere hablar del «tren del cielo». Y lo cierto es que el tren está realmente muy cerca.
Esta línea de tren fue inaugurada en 1948, luego de que se tardara 27 años en construirla. Originalmente, este ferrocarril fue creado para el transporte de mercadería. La idea era trasladar por esta línea cobre, sal, plata, oro y carne de llama de la Puna hacia el puerto chileno de Antofagasta, explica Acuña, mientras el tren pasa por una mina de plata abandonada.
Hoy en día solo circula el tren turístico por estas vías a través de un Altiplano aparentemente irreal, marcado por fuertes vientos y un clima riguroso.
Desde la ventanilla del tren se contemplan barrancos escarpados y rebaños de vicuñas pastando. En la Puna también viven zorros del desierto, guanacos y pumas.
El punto más alto y característico de la excursión es el viaducto La Polvorilla, un puente de acero de 224 metros de largo y 63 metros de altura que cruza un profundo cañadón. Está ubicado a 4.220 metros de altura.
El viaje en tren dura en total unas dos horas, que sumado al trayecto en autobús desde y hacia la ciudad de Salta configura una excursión de todo un día.
Salta, la linda
De regreso en Salta, se vuelve a subir a las alturas pero esta vez para disfrutar de las delicias gastronómicas locales. El teleférico sube al cerro San Bernardo.
El chef Fernando Rivarola mudó a su cima su premiado restaurante «El Baqueano». La alta cocina regional se destaca en su menú, en el que también se presentan los agricultores y productores de la materia prima.
La mirada va una y otra vez del plato de comida hacia el gran ventanal. Este templo gastronómico ofrece la mejor vista panorámica de la ciudad colonial, considerada una de las más bellas de Argentina y que hace honor a su apodo, «la linda».
Alrededor de la plaza 9 de Julio se agrupan cafés, museos y la catedral, de tono rosado. La basílica de San Francisco, con su torre en rojo y dorado, parece aún más magnífica.
Cinematográfico paisaje de montaña en el camino del vino
Si se visita Salta, se recomienda hacer una excursión a la región vinícola de Cafayate, en los Valles Calchaquíes.
El viaje desde Salta por la Ruta 68 a través de la Quebrada de las Conchas ya merece la pena. Las montañas rojas de la quebrada son dignas de película. De hecho, el camino atraviesa el lugar donde se rodaron escenas del film argentino «Relatos salvajes», de Damián Szifrón.
Todo gira alrededor del vino en Cafayate. Este pacífico pueblito cuenta con un interesante Museo de la Vid y el Vino que se convirtió en una parada obligada en la ruta del vino de los Valles Calchaquíes.
Allí se encuentran parte de los viñedos ubicados a mayor altura de todo el mundo. Algunos están incluso a 3.000 metros sobre el nivel del mar.
Un buen consejo para catar vinos locales es visitar el bar de vinos y gastronomía «Bad Brother». También se pueden recorrer alguna de las bodegas de la región, entre las que se destaca El Esteco, considerada una de las más bellas.
El Cerro de los Siete Colores
Si el paisaje y los pueblos de la provincia de Salta no generaron aún la sensación de estar en el «Salvaje Oeste», entonces solo hay que cruzar a la vecina provincia de Jujuy, ubicada en el extremo norte de Argentina y que parece un estudio al aire libre de una película de «western».
El viento arremolina el polvo en las calles de tierra de Purmamarca. Dos hombres pasan a caballo por el pueblo, que solo consta de casas bajas de adobe. El Cerro de los Siete Colores brilla como telón de fondo.
Este cerro se alza en las afueras del pueblo y se caracteriza por los vivos colores de sus paredes rocosas.
El espectro de colores va del negro al rosa. Una antigua leyenda explica que el espectáculo geológico se debe a un líder indígena que murió por un mal de amores.
Eso suena más bonito e impresionante que la explicación, más llana, acerca de los minerales que caracterizan los llamativos colores del cerro.
Según la ciencia, el blanco procede de depósitos de piedra caliza; el verde, de óxidos de cobre; los rojos, de compuestos de hierro; y los amarillos, de depósitos de azufre. Detrás de la colina discurre un sendero circular que se asemeja a un paseo por una caja de tintas.
Cocina de nivel con productos indígenas
Purmamarca es la puerta de entrada a la Quebrada de Humahuaca. En la quebrada se encuentra Tilcara, donde se puede visitar el sitio arqueológico Pucará de Tilcara.
Entre cientos de cactus gigantes se pueden ver las ruinas de la antigua aldea que poblaron los omaguaca hace más de 800 años. Un templo está entronizado en el punto más alto del asentamiento, desde el que se tiene una magnífica vista panorámica del valle con el Río Grande.
La quebrada y sus alrededores siguen habitados hoy en día por indígenas, cuyas antiguas recetas reinterpreta hoy Flor Rodríguez con alta cocina en su restaurante «El Nuevo Progreso» con productos locales.
Sus humitas, una pasta o masa de maíz levemente aliñada, que puede ir envuelta y finalmente cocida o tostada en hojas de una mazorca, los tamales de carne vacuna y los carpaccios de llama son impresionantes.
Quien continúe camino por la Quebrada de Humahuaca llegará a la Serranía de Hornocal, que incluso opaca a la colorida Purmamarca con su Cerro de los 14 colores.
Pero uno de los lugares más bellos de Jujuy tiene un solo color, el blanco. Las Salinas Grandes son el tercer lago salado más grande del mundo. De aquí también extrae la sal Walter Leal para su restaurante «Finca Cocina Urbana» de Jujuy.
El conocido chef trabaja en estrecha colaboración con pastores y agricultores aborígenes de la Puna. Pasa mucho tiempo con ellos, se ha hecho amigo suyo.
«Nunca le contarían a un extraño sus recetas, técnicas culinarias y productos», dice Leal. Así que sirve patatas, raíces, hierbas, setas y otros productos andinos de los que ni siquiera muchos argentinos han oído hablar y que son al menos tan coloridos como las montañas que los rodean.
Información sobre Salta y Jujuy
Cómo llegar: varias aerolíneas vuelan desde Buenos Aires, la capital argentina, a Salta y Jujuy. Lo mejor es alquilar un vehículo para recorrer ambas provincias.
Tres de las Nubes: los boletos para este ferrocarril turístico se pueden adquirir en línea y tienen un costo de entre 90 y 135 euros (99 y 148 dólares). El valor depende de si se contrata el viaje en tren desde la estación de San Antonio de los Cobres o el paquete de excursión completa con el autobús desde la ciudad de Salta. Se puede hallar más información en https://trenalasnubes.com.ar.
Moneda: 100 peso argentinos equivalen a 0,42 euros o 0,44 dólares, según la cotización oficial al 18.04.2023.
Información: Las oficinas regionales de turismo de Salta y Jujuy tienen buena información sobre alojamiento, restaurantes, excursiones y proveedores de alquiler de coches en sus sitios web: www.turismosalta.gov.ar y www.turismo.jujuy.gob.ar.