(dpa) – Por lo general, los autos de carrera expuestos en los salones del automotor tienen solamente una función decorativa. El público se arremolina sobre todo alrededor de las novedades que los interesados pueden comprar.
Pero durante el Salón del Automóvil de Ginebra de 1969, las cosas fueron algo distintas. Un Porsche con fines puramente deportivos y que pisó las calles en escasas excepciones en los 50 años que transcurrieron desde entonces acaparó toda la atención. Era el legendario Porsche 917.
Este modelo no sólo se veía espectacular, sino que estaba equipado de forma imponente con su motor V12 de inicialmente 4,5 litros y 426 kW/580 CV. Tras una serie de problemas iniciales, este auto, que alcanzaba los 320 km/h y costaba 140.000 marcos alemanes, cosechó una serie de éxitos. En 1970, logró su primera victoria en las 24 horas de Le Mans de la mano de Hans Herrmann y Richard Attwood.
Al año siguiente, Helmut Marko y Gijs van Lennep repitieron este éxito y establecieron dos récords que estarían vigentes durante 39 años: una velocidad promedio de 222,3 km/h y una distancia recorrida de 5.335 kilómetros.
Este tipo de desempeños volvieron al 917 uno de los autos de carrera más exitosos en la historia de la empresa alemana. Para su aniversario, Porsche ofrece una exposición especial en su museo, integrada por diez coches que se puede ver hasta el 15 de septiembre.
Con una producción total de poco más de 50 autos, no es un mal promedio, sobre todo porque se pueden ver allí las tres variantes de carrocería que tuvo este modelo de Porsche, con parte trasera alargada, parte trasera corta y su modelo Spyder.
Además, para su jubileo, Porsche también sacó de la galera un 917 muy especial: el modelo 001, con el que comenzó la historia hace 50 años en Ginebra. El auto siempre estuvo en posesión de la empresa y la mayoría del tiempo expuesto en museos.
Pero la empresa había modificado tempranamente el auto y lo había convertido en un doble de aquel coche de carrera pintado de rojo y blanco que cosechó el primer triunfo en Le Mans.
«Ahora vuelve a tener su look original», afirma Kuno Werner del Museo Porsche en Zuffenhausen, Alemania, acerca de este vehículo, que vuelve a estar pintado de blanco y verde y cuya reconstrucción le costó a su equipo un trabajo casi detectivesco y el esfuerzo de todo un año. Esto es especialmente llamativo porque, en ese entonces, el desarrollo del 917 llevó más o menos el mismo tiempo.
Y es que los ingenieros liderados por Ferdinand Piëch no tuvieron más tiempo para reaccionar al nuevo reglamento para el automovilismo que surgió por esa época. En ese entonces, la Federación Internacional del Automóvil elevó la cilindrada de los coches de 3,0 a 5,0 litros, lo que llevó a Piëch a la idea del 917 con un motor de 12 cilindros y 4,6 litros para aprovechar el límite de los cinco litros.
Al principio era prácticamente inmanejable, pero cuando los ingenieros lograron controlar la aerodinámica, se volvió casi imbatible y dominó las carreras durante años. Y no sólo en Europa.
También fue uno de los grandes en la categoría CanAm en América del Norte y fue equipado para ello: para la temporada de 1973 los desarrolladores habían aumentado la cilindrada a 5,4 litros y obtuvieron con el motor V12 809 kW/1100CV.
El 917 no sólo era increíblemente ruidoso y rápido, sino que, con sus llamativos colores, apelaba también a otros sentidos como la vista. El jefe del Museo Porsche, Achim Stejskal, dice que con él llegaron las primeras pinturas de colores para los bólidos en las carreras.
No sólo se lo encontraba en celeste y naranja, sino que también hubo uno rosado que pasó a la historia como «el cerdo rosa». Y desde que tuvo un papel en la película de 1971 «Le Mans», con Steve McQueen, su imagen quedó plasmada para siempre entre el gran público, más allá de las carreras.
Por Thomas Geiger (dpa)