(dpa) – Desde hace más de 25 años, el músico argentino Daniel Barenboim dirige la Ópera Estatal de Berlín (Staatsoper). El próximo miércoles, batuta en mano, regresará a «casa» coincidendo con la reapertura del histórico templo operístico, que ha estado cerrado durante siete años por obras.
En entrevista con dpa, el afamado pianista y director de orquesta habla de los esfuerzos que ha supuesto tener cerrada durante tanto tiempo la Staatsoper, pero también reflexiona sobre la música y el amor.
dpa: Siete años de obras, sobrecostes millonarios para reformar este palacio de la ópera. ¿Ha merecido la pena el gasto y el esfuerzo?
Barenboim: Estoy muy contento, la acústica es ahora extraordinaria. Todavía no he comprobado cómo suena con público, pero va a ser seguramente algo totalmente diferente. Con las obras realizadas, el tiempo de reverberación del sonido pasa de 0,9 segundos a 1,6 segundos, es decir, casi el doble.
dpa: Será casi medio segundo más de reverberación.
Barenboim: Siempre se habla del sonido como color, pero esto es subjetivo. Lo que para mí es claro, para otro puede ser oscuro. Lo que es objetivo en la música es la duración del sonido, su peso. El sonido se produce a través de la energía y cada instrumento es un mundo. El sonido hay que mantenerlo, si no se muere. Por eso el sonido está en permanente relación con el silencio. Esta cuestión de la vida y la muerte del sonido es un eje central de la música. La reverberación es la oportunidad de que la música pueda «vivir» más.
dpa: ¿Cambiará la esencia de la Staatsoper en un edificio renovado?
Barenboim: El programa está listo. Para la reapertura está previsto que interpretemos una nueva ópera de Wolfgang Rihm, quien lamentablemente está enfermo. No vamos a tocar simplemente obras conocidas, sino piezas poco habituales, que uno escucha normalmente en un repertorio operístico. La Staatskapelle, que es la tercera orquesta más antigua del mundo, se ocupará de lo moderno de nuevo.
dpa: ¿Cómo ve su futuro en la Staatsoper?
Barenboim: La orquesta me ha nombrado director vitalicio. Probablemente cuando llegué no sabía que iba a durar tanto. Pero, en serio, mientras yo esté en forma y la orquesta de la Staatsoper me quiera, yo quiero quedarme. No es algo habitual que una orquesta trabaje con un director durante tanto tiempo, ya son 26 años en este caso. Habrá gente a quien yo no le guste pero en la música todos buscamos un mismo sonido, como si la orquesta fuese un pulmón colectivo.
dpa: Pianista, director de orquesta y fundador de la Academia de la West-Eastern Divan Orchestra que también dirige. ¿De dónde saca tanta energía a sus casi 75 años?
Barenboim: La música me da la energía, aunque el cuerpo también necesita tranquilidad a veces. No estoy cansado y no tengo la sensación de que deba correr. Del pianista Artur Rubinstein aprendí algo muy importante. Una vez me dijo: «debes ser feliz de forma incondicional y no debes decir: ‘Sería feliz si tuviese más dinero o algo así’. Ese ‘Si’ debe desaparecer». Casi cada día pienso en esta frase y puedo valorar que hasta ahora he tenido una vida fanstástica que, en sí, son cuatro vidas.
dpa: Toca desde hace casi 70 años el piano. ¿Qué siente al escuchar las obras que tocó cuando era niño?
Barenboim: Tras 67 años todavía detecto cosas nuevas, un detalle aquí, una relación harmónica allá. Es decir, cada día sé más de una determinada obra, pero la toco siempre como si fuera nueva. Es como una mujer que uno ama y en la uno siempre descubre algo nuevo, también después de muchos años.
SOBRE BARENBOIM: Daniel Baremboim, de 74 años, está considerado como uno de los pianistas y directores de orquesta más famosos del mundo. Nacido en Argentina, se crió en Israel en el seno de una familia de músicos. Desde 1992 dirige la Staatsoper de Berlín. Además, es cofundador de la West-Eastern Divan Orchestra y de su fundación, que apuesta por el entendimiento entre árabes e israelíes.
Por Esteban Engel