(dpa) – En Palma de Mallorca se ve mucha publicidad para un evento que hace tiempo parecía haber dejado de existir: las corridas de toros. Los afiches multicolores atraen al espectador, sus invitados especiales, nada menos que el torero Morante de la Puebla, toda una celebridad en España, lo seducen a participar en una tradición que parecía haber quedado en el olvido.
Y no es para menos. Hacía dos décadas que estaba prohibido matar toros en la isla balear. Pero esto ha dejado de ser así. La Justicia determinó que esa prohibición quedaba sin efecto y las corridas podían regresar.
Varios días antes del gran regreso de las corridas, el 9 de agosto, unos 50 activistas se reunieron ante el ayuntamiento de Palma de Mallorca para protestar en contra de la decisión y en defensa de los animales. «¡Eso no es cultura, es tortura!», era su lema en contra de la tauromaquia. ¿Qué había sucedido?
A finales de 2018 la Justicia española había decidido dejar sin efecto parte de una prohibición de corridas de toros aprobada en 2017 argumentando que se trataba de eventos que habían sido declarados patrimonio nacional en 2013, es decir, no se trataba de una decisión que pudiese ser tomada a nivel regional. Debía responder a lineamientos nacionales.
Después de que una prohibición similar quedara sin efecto en Barcelona en 2016, las islas Canarias eran el único sitio de España en el que regía la veda. Aunque en el archipiélago canario en realidad tampoco existía una larga tradición de corridas de toros.
El Coliseo Balear, construido en estilo art nouveau, impresiona. Un grupo de turistas italianos se toma selfies delante de sus curvaturas, terminadas por el arquitecto Gaspar Bennassar hace 90 años. «No me entusiasman tanto las corridas de toros», comenta un turista, «pero el coliseo es hermoso».
La fascinación que genera este tipo de espectáculos es difícil de entender si uno no ha crecido con ellos, explica Raul Arenas, que reporta desde hace años sobre las corridas en medios online y en la radio. «Mi tío me llevó a mi primera corrida de toros a los diez años, y desde entonces absorbí todo lo que podía sobre este arte», relata.
En el regreso a Mallorca participaron cuatro toreros y las entradas más económicas tenían un valor de 50 euros (56 dólares). La primera fila estaba a 130 euros. Arenas dice que sintió una enorme alegría al saber que volverían a permitirse corridas en la isla, si bien hay algunas restricciones impuestas por la Justicia que empañan algo esa emoción, añade, por lo que también se convocó una manifestación. ¿A qué se debe la indignación de los fans de la festa de los toros?
A que no se permite el ingreso de menores de edad al coliseo y también se prohíbe la venta de alcohol en su interior. «Esas reglas hacen que para los organizadores sea bastante complejo llevar estos eventos adelante», apunta el experto.
La medida desató protestas en ambos bandos. Los que están a favor de las corridas reclaman una mayor apertura para que los eventos sean viables, los que están en contra siguen convocando manifestaciones en defensa de los toros. Una de las organizaciones que lleva esta bandera es «I.C.A. Animalista». Su líder, Aida Cortecero, dice que no la sorprendió en absoluto la decisión de dar marcha atrás con la prohibición, pero eso no la llevará a bajar los brazos.
Detractores y entusiastas de los toros se movilizaron por la decisión judicial y el espectáculo revivió. «Las entradas se vendieron bastante bien», comenta un joven detrás de la ventanilla de la boletería.
Por Patrick Schirmer Sastre (dpa)