BERLÍN (dpa) – Esta es probablemente la situación más vulnerable del turista: ha llegado al aeropuerto, cansado tras un largo viaje, hambriento y con el único deseo de llegar por fin al hotel. En esta situación, el turista es una víctima fácil de taxistas embaucadores. Y el precio a pagar puede ser alto.
Muchos taxistas son honrados y amables pero también hay no pocas ovejas negras. Hacen su negocio aprovechando la ignorancia del viajero. Lo mejor que se puede hacer para evitar el engaño es recabar información antes de emprender el viaje, por ejemplo consultando las advertencias y recomendaciones de las autoridades en el país de origen.
Además, muchos aeropuertos informan en sus páginas web a los viajeros que no conocen el país destino de sus vacaciones que existen tarifas fijas, legalmente establecidas, para el trayecto en taxi entre el aeropuerto y el centro de la ciudad. El taxi entre el aeropuerto Eleftherios Venizelos de Atenas y el centro de la capital griega cuesta exactamente 38 euros (unos 39,50 dólares). Por la noche, la tarifa es de 54 euros.
El viaje entre el aeropuerto Charles de Gaulle de París y el centro de la capital francesa (al sur o al norte del río Sena) cuesta entre 50 y 55 euros. En España, el taxista no puede pedir más de 30 euros para llevar al turista del aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid al centro de la ciudad. Quien tenga esta información no necesita enzarzarse en largas negociaciones sobre el precio con los taxistas.
Sin embargo, muchas veces no hay tarifas fijas, por lo que es importante consultar siempre las páginas oficiales del aeropuerto. Y es que hay muchos conductores privados que pretenden vender online viajes entre el aeropuerto y el centro de la ciudad y cuyos precios a veces son muy superiores a las tarifas de los taxis.
Antes de subir al taxi conviene preguntar siempre cuánto cuesta el viaje. Si el precio parece estar muy por encima de lo que se podía esperar, conviene rechazar amablemente el transporte.
Generalmente, el turista corre menos riesgo si opta por un taxi totalmente normal, es decir, un coche que tiene el aspecto de un taxi, con un letrero de taxi en el techo, pintado con el color local de los taxis y un taxímetro. Hay que tener cuidado cuando un taxista en la sala de llegadas del aeropuerto presiona insistentemente al viajero para que acepte su servicio y ofrece un precio supuestamente especial.
Si el viajero no tiene idea alguna de lo que le espera en el aeropuerto de su destino, puede ser útil llamar al hotel donde ha reservado una habitación para la primera noche. Quizás el hotel cuente con un servicio propio de taxis.
Actualmente hay en Internet páginas web que ayudan al viajero a calcular precios de taxis en todo el mundo. Sin embargo, los llamados «fare calculators» (calculadoras de tarifas) muchas veces solo dan una idea global de los precios porque las tarifas de taxis cambian con frecuencia o también dependen del estado del tráfico.
Quien no lleve consigo mucho equipaje también puede tomar el autobús, el metro o el tren. El taxi desde el aeropuerto de Heathrow o Stansted al centro de Londres es varias veces más caro que el transporte público y, dependiendo de la hora, muchas veces no es más rápido. Lo mismo pasa con otros muchos aeropuertos, desde Milán hasta Osaka pasando por Estocolmo, que o bien están situados a gran distancia de la ciudad o bien junto a carreteras donde son frecuentes los atascos.
En algunos países hay taxistas criminales que asaltan a sus clientes. Para evitar este riesgo, en muchos aeropuertos se puede pagar el taxi por adelantado en un mostrador y después usar un vehículo asignado.
Kundri Böhmer-Bauer, experta en seguridad de viaje de Múnich, también recomienda que uno nunca tome un taxi asignado por otro taxista y siempre pague la tarifa al final del viaje. Asimismo aconseja no llevar todo el dinero en efectivo en la cartera y no permitir que el taxista pueda ver el contenido del billetero, para evitar que el conductor eleve el precio.
Por Dieter Ebeling (dpa)