Jartum/Bruselas (dpa) – Europa. Ésa era su meta. Cuando Ali Ahmed Jamal Jehad fue trasladado ilegalmente desde Etiopía a Sudán, hace diez años, quería seguir viaje enseguida. Pero los traficantes se embolsaron su dinero y desaparecieron, dice el hombre de 36 años, que, sin embargo, no abandonó su sueño.
Hoy en día parece casi imposible llegar a Libia y luego a las orillas de Europa. ¿Por qué? «Por Angela Merkel», asegura. Alemania es el país preferido de los refugiados. Pero murieron tantas personas en el Mar Mediterráneo que la canciller alemana tuvo que intervenir, dice. «Por eso fue detenida la inmigración desde Sudán».
Sudán está en pleno cambio. El presidente Omar al Bashir fue derrocado a principios de abril por una junta militar tras 30 años en el poder. Hasta ahora el país era una especie de «paria» a causa de Al Bashir.
El ex mandatario de 75 años es buscado con orden de captura para ser juzgado por el Tribunal Penal Internacional por delitos graves en el conflicto de Darfur. Además, Sudán está en la lista de países a los que Estados Unidos acusa de apoyar el terrorismo.
Pero, al mismo tiempo, Sudán es uno de los países de tránsito más importantes para los migrantes que quieren llegar a Europa. Por eso, la Unión Europea había acordado una cooperación incómoda con Jartum.
Ahora el país se encuentra ante una encrucijada: ¿Se convierte en aliado estable de la UE o en el país de origen de la próxima crisis migratoria?
Sudán, donde viven alrededor de 1,1 millones de refugiados, siempre fue un punto estratégico para la migración. El país está ubicado en una intersección entre el mundo árabe y el africano.
En 2014, la UE comenzó el llamado Proceso de Jartum con varios países africanos. El objetivo de la cooperación con Sudán y sus países vecinos era sobre todo combatir el tráfico de personas y proteger a los migrantes.
Millones de euros fueron a parar a Sudán. Un portavoz de la UE asegura que «no se le da un apoyo económico al Gobierno en Sudán». Resalta que todo el dinero va a manos de organizaciones o agencias de ayuda al desarrollo. Al menos en teoría.
¿Cerró la UE un pacto con el diablo? A Al Bashir la necesidad de Europa de detener la migración le vino bien. Sudán lleva años sumido en una crisis económica, está aislado y no tiene acceso a recursos financieros internacionales. Pero justamente esa crisis fue la perdición de Al Bashir.
Jartum vio en la presión de la UE para ocuparse de la migración una oportunidad para ganar crédito a nivel internacional, al precio que fuera.
Annette Weber, de la Fundación alemana Ciencia y Política, escribió que el Gobierno sudanés supuso con acierto que Europa tenía un gran interés en que los refugiados permanecieran en su región de origen.
Para ello, Jartum envió a sus temidas Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) a vigilar la frontera norte con Libia y detener a los migrantes. Las RSF están integradas en gran parte por «janjaweed», una milicia árabe que durante el conflicto de Darfur actuó con brutalidad contra la población.
El jefe Mohammed Hamdan Daglu, llamado Hemeti, solía vanagloriarse de que actuaba prácticamente por deseo de la UE. Esta «pierde millones en la lucha contra la migración, por eso nos tienen que apoyar a nosotros», dijo a la cadena Al Yazira.
A las RSF no sólo se las acusa de maltratar a migrantes. Además, «explotan a los migrantes sistemáticamente y se benefician directamente del tráfico de personas», dice Clotilde Warin, del think tank holandés Clingendael.
A cambio de dinero, afirma Warin, miembros de las RSF llevan a los migrantes a la frontera libia o «venden» a las personas a traficantes en la frontera con Libia.
Y no hay indicios de que la junta militar que ahora gobierna Sudán se vaya a distanciar de las RSF. Al contrario: El jefe Hemeti ya es el número dos del consejo de transición.
Los expertos dudan de que la migración realmente se pueda detener. «Cuando se cierra una ruta, se abre otra. Las rutas solamente se desplazan», sostiene Warin.
Las medidas del Gobierno «nunca detendrán a las personas que realmente se quieren ir», dice la directora de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Sudán, Noriko Yoshida. Lo intentarán una y otra vez. «Y al final sólo se vuelven más vulnerables y terminan en situaciones más peligrosas».
Por Gioia Forster, Martina Herzog y Michel Winde (dpa)