Mar del Plata, 16 nov (dpa) – Cuando se piensa en la lucha libre mexicana, la primera imagen que viene a la cabeza es la de hombres enmascarados con el torso desnudo. Sin embargo, hay un luchador que sale al ring sin máscara, maquillado, con jopo, en traje de baño y pantimedias: se trata de Cassandro el Exótico, uno de los principales exponentes de la lucha libre «queer».
«No quería ser uno más del montón», contó a dpa Cassandro, cuyo verdadero nombre es Saúl Armendáriz y quien se define como «el Liberace de la lucha libre» porque comparte con el difunto pianista estadounidense la afición por los vestuarios llamativos. En el caso de Cassandro, se trata de chaquetas con largas colas como de novia.
Los «exóticos» existen en la lucha mexicana desde los años 40, pero solían ser hombres heterosexuales que caricaturizaban en las peleas a los homosexuales. «Eran como payasos de circo», recordó Cassandro, quien se encuentra en Argentina para acompañar la película sobre él «Cassandro el Exótico!», de Marie Loisier, parte de la competencia internacional del Festival de Cine de Mar del Plata.
«Entonces un día le dije a mi amigo exótico Pimpinela Escarlata que teníamos que dignificar esto dando cátedra de lucha libre dentro del ring», recordó Cassandro, quien se crió entre El Paso, Texas, donde nació en 1970 y vive actualmente, y Ciudad Juárez, en México.
La lucha libre le llamaba la atención desde pequeño. «Me enamoraban las máscaras, los atuendos, y además me encantaban los hombres», recordó. Un día una amiga lo invitó entrenar. «No volví a salir del gimnasio», rememoró Cassandro, quien inició su carrera en 1988.
Pero cambiar la mentalidad de sus compañeros de lucha no fue fácil. «Les decía ‘denme la oportunidad de subir al cuadrilátero y demostrar mi talento. Porque lo que ustedes ven, el maricón, el joto (afeminado), no es lo que me define: yo soy un luchador, por eso estoy en un cuadrilátero. Porque sé luchar'». Entrenaban igual de duro que los demás, sólo que en sus bolsos llevaba purpurina, laca para el cabello y lápiz de labios.
Sin embargo, el camino no fue fácil. Cassandro sufrió fracturas, se le corrió la mandíbula, tiene clavos en el cuerpo. Asegura que fue acosado, golpeado y apuñalado por su condición sexual. En el 2000 logró salir con gran esfuerzo de su adicción a las drogas. Y dice que a él y sus compañeros «exóticos» siempre los han golpeado más duro.
«Siempre lo teníamos que pagar doble o triple que cualquier otro luchador, porque los compañeros eran muy canijos (desalmados) y nos querían opacar. No querían que sobresaliéramos. Nosotros aguantamos sangres, golpes, rechazos, pero no nos vencíamos», recordó.
En 1991, Cassandro hizo historia al convertirse en el primer «exótico» en enfrentarse a un luchador «macho», nada más ni nada menos que El Hijo del Santo, una de las máximas figuras de este espectáculo deportivo. Se sintió tan exigido que, como él mismo contó, quiso quitarse la vida. Pero sobrevivió y se subió al ring. «No gané el campeonato, pero demostré lo que podría hacer arriba de un ring. Ahí empece a cambiar la mentalidad de la gente, haciéndole entender que aunque fuéramos homosexuales, sabíamos luchar», contó.
«Mil máscaras, Dos Caras y El Hijo del Santo eran grandes figuras, todavía son grandes leyendas de México, y ahí llegábamos nosotros los exóticos y sacábamos nuestros espejitos, empezábamos a maquillarnos», recordó Cassandro. «Un día, Mil Máscaras nos dijo: ‘Pero si esto parece una fiesta de travestis’. Y no sé quién le contestó: ‘Mire, señor, usted puede decir lo que quiera, pero si estamos aquí es porque estamos capacitados para luchar contra usted o contra cualquier otra leyenda’. Y él respondió: ‘Eso espero'».
Cassandro se define como «defensor de todas las causas justas» y se pasea por Mar del Plata con el pañuelo verde que representa la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito en Argentina.
Ostenta con orgullo su herencia indígena kalpulli tolteca y la recuerda cada vez que puede. En Texas colabora dando charlas a niños y jóvenes transgénero. «Les digo que tengan la libertad de ser quienes son, pero también que no se rebelen ante la sociedad, porque no puede uno contra la marea. Uno solo va abriendo camino con acciones. ¿De qué me sirve ponerme a discutir con la gente homofóbica? Mis acciones hablan más fuerte que mi boca», afirmó.
Cassandro inventó una palabra para quienes tratan de desanimarlo, «los matapasiones». «Son los que quieren matarme la pasión. Entonces yo los mato con amor. Que Dios los bendiga que de lejecitos se ven más bonitos, porque no voy a estar peleando una guerra», dijo.
Se define como «producto de la mujer», entre ellas su madre, de la que aprendió a maquillarse observándola. Una de sus principales referentes es Lady Di. De hecho, sus largas colas están inspiradas en el vestido que ésta usó al casarse con el príncipe Carlos en 1981.
«Cómo le echaban, pobrecita, no la dejaban ni hacer cosas buenas», señaló. También admira a la madre Teresa de Calcuta, a Hillary Clinton y a Oprah Winfrey. Tiene trajes inspirados en todas ellas: uno morado por la princesa difunta, uno azul por la santa, uno rojo por la ex candidata presidencial demócrata y otro plateado por la reina del talk show estadounidense.
«Todos me preguntan: ‘¿por qué Hillary?’. Me gusta su tenacidad, por todo lo que ha pasado, infidelidades… Es terca. Es como una ‘ruda’ de la lucha libre», explicó. «Yo me identifico con las mujeres. Los hombres siempre han sido mi problema. No puedo vivir con ellos, pero tampoco puedo vivir sin ellos. Me hicieron mucho daño y aún batallo por sanar esa parte», confesó Cassandro, quien no por nada sale siempre al ring con el tema Gloria Gaynor «I Will Survive».
Por Astrid Riehn (dpa)