(dpa) – Tanto las hamburguesas de seitán como el gulash de tofu y demás no siempre gozan de buena reputación. Pero es un hecho que para cada vez mayor cantidad de platos de carne existe actualmente una alternativa vegetariana.
Los productos sustitutos de la carne van propagándose por las góndolas de los refrigeradores. Para los consumidores y consumidoras, no solo es decisivo el bienestar de los animales, sino también pensar en el clima y el medio ambiente.
Porque la carne, especialmente la vacuna, es considerada sumamente perjudicial para el medio ambiente. Pero, ¿qué pasa con la huella de carbono de los sustitutos de la carne, frecuentemente muy procesados? ¿Y cómo hacen los consumidores para no perder la perspectiva cuando aspiran a proteger el clima?
El ganado y el problema con el clima y el medio ambiente
La Agencia Federal de Medio Ambiente alemana (UBA, por sus siglas en alemán) calculó la huella promedio de dióxido de carbono (CO2) de la carne y sus sustitutos.
Los resultados no dejan lugar a dudas: mientras que para la producción de un kilo de «carne» de soja se emiten a la atmósfera 2,8 kilogramos de CO2, en el caso de la carne de vacuno esa cantidad es, con 30,5 kilogramos de CO2, más de diez veces mayor.
Las huellas climáticas de la carne de cerdo (4,1 kg) y de ave (4,3 kg) también son significativamente peores que las de la alternativa de soja.
«La producción cárnica perjudica de forma evidente al medio ambiente y contribuye al calentamiento global», afirma Dirk Messner, presidente de la UBA.
Mantener la perspectiva
Lo que hay que considerar es que se trata de valores promedio. O sea que estos brindan una orientación general, pero en casos individuales las huellas climáticas pueden ser completamente diferentes.
Justamente este hecho complica a consumidores y consumidoras que no desean dañar innecesariamente al clima con sus compras.
«Por regla general, recurrir a un sustituto de la carne o de la leche ya es más respetuoso con el clima que recurrir al original», señala Saskia Vetter, del Centro de Asesoramiento al Consumidor de Schleswig-Holstein, en el norte de Alemania. No obstante, influyen factores como las rutas de transporte, las fases de procesamiento y el almacenamiento.
«Expresándolo de manera general: cuantos más pasos de procesamiento y rutas de transporte se hagan necesarias, peor será el balance climático», asevera Vetter.
Por lo tanto, productos como el tofu, el tempeh o la harina de lupino presentan un buen desempeño en esta área. Para el clima lo mejor sería reemplazar la carne por frutas y verduras locales, así como legumbres.
Lo vegano le gana a lo vegetariano
Medir una alimentación con carne frente a otra sin carne es una cosa. Pero los investigadores del Instituto Öko también se dedicaron a estudiar la diferencia entre una dieta vegana y una vegetariana.
Quien únicamente prescinda de la carne ahorrará casi un cuarto de gases de efecto invernadero. En el caso de veganos y veganas, el ahorro llegará a más del 53 por ciento. Esto significa que quien se pase del vegetarianismo al veganismo puede mejorar claramente su balance climático.
¿Cuál es la mejor alternativa?
Tanto el Instituto Öko como la UBA consideran que la soja es el sucedáneo de la carne más amigable con el clima, seguido de cerca por las alternativas en base a insectos.
El Instituto Öko, por su parte, le pone malas notas a la carne de laboratorio, pero de todos modos aún no hay productos listos para el mercado, por ejemplo, en Alemania.
«Si comparamos el impacto climático potencial de los productos sustitutivos, los sucedáneos de la carne de origen vegetal suelen ser incluso más favorables que los de origen animal», precisa Florian Antony, del Instituto Öko. Es decir que los sustitutos de la carne elaborados con cereales, soja o guisantes obtienen mejores resultados que los elaborados con huevos.
En el caso de la soja depende -como suele ser el caso- de las condiciones concretas, apunta el Instituto Öko. Si las selvas tropicales tienen que dejar paso a los campos de soja, como ocurre en Brasil, esto resulta devastador para el equilibrio climático. En Europa, sin embargo, la soja para los sustitutos locales de la carne procede principalmente del mismo continente.
Una etiqueta y la atracción del precio
Los sustitutos de la carne están de moda, pero suelen ser costosos. «Los políticos podrían incentivar una alimentación más sana y respetuosa con el clima reduciendo el IVA», sugiere Vetter.
Según explica, en Alemania, por ejemplo, los alimentos básicos de origen animal, como la leche y la carne, solamente se encuentran gravados con un siete por ciento de IVA, mientras que los sustitutos de la carne lo están con el 19 por ciento.
Junto con la atracción desde el precio, también una etiqueta podría acercar a consumidores y consumidoras con mayor sensibilidad hacia el clima.
«Diversos estudios demuestran que los consumidores son muy poco capaces de evaluar la huella climática de los alimentos», acota Sarah Kühl, quien investiga el tema en la Universidad de Gotinga.
Si se indicaran las emisiones exactas en cada producto esto ayudaría mucho a los clientes y clientas, opina Kühl. Porque ni siquiera las frutas y verduras de la región representan siempre la mejor opción, agrega.
«Por ejemplo, si una manzana regional se almacenó durante un año en un depósito frigorífico, su huella de carbono puede ser peor que la de una manzana de Nueva Zelanda», advierte.
Por Jan Christoph Freybott (dpa)