Hasta ahora, este hecho sugería que cantar más agudo ayudaba a los pájaros a sobrevivir en las ciudades. Por el contrario, un estudio publicado recientemente en la revista Behavioral Ecology indica que la frecuencia en la que cantan los pájaros no es un factor decisivo para vivir en las ciudades, quizás porque hay otros factores más determinantes como encontrar el alimento apropiado o evitar las perturbaciones humanas.
Para llegar a esta conclusión, científicos de Chile, España y Holanda han estudiado si los pájaros que cantan más agudo proliferan más en la ciudad que en su hábitat natural. Para ello, han observado 384 pájaros cantores que viven en 21 ciudades y en sus alrededores, entre éstas (Madrid, Barcelona, Valencia y La Palma).
“Sabíamos que hay especies que evitan las zonas urbanas, mientras que otras sacan provecho de éstas y las invaden con éxito. Queríamos comprobar si cantar más agudo condicionaba este comportamiento”, explica María Moirón, investigadora del Instituto Max-Planck en Alemania y autora principal del artículo.
Subir a un tono más agudo también comporta un riesgo
Cuando los pájaros se encuentran en un lugar ruidoso, adoptan diferentes estrategias para hacerse oír. En estos casos el canto se modifica por aprendizaje. “Se han encontrado dialectos distintos dentro de una misma especie”, comenta Daniel Sol, investigador del CSIC en el CREAF y coautor del artículo. Algunos imitan los sonidos que destacan más allí donde se encuentran, mientras otros cantan más fuerte, durante más tiempo o en las franjas horarias más silenciosas.
En general, ser más plástico, más innovador, más creativo y tener mayor capacidad de aprendizaje favorece el éxito en las ciudades. Estas habilidades permiten ajustarse mejor a los ambientes nuevos a un ritmo mucho más rápido que el de la propia evolución de las especies.
Sin embargo, la innovación no siempre es favorable en el caso del canto. Modificar demasiado la melodía puede hacerla irreconocible o poco atractiva para otros miembros de la misma especie. “Un mirlo puede subir el tono para hacerse oír mejor, pero debe seguir sonando como un mirlo, o no tendrá éxito en comunicarse con los otros mirlos”, nos explica Daniel Sol.
Afortunadamente, el componente hereditario del canto tiene un gran peso en el comportamiento y es necesario para que los pájaros puedan reconocer a sus congéneres. El canto no solo debe ser distintivo para evitar confusiones con otras especies, sino que se ha de transmitir eficientemente en el ambiente donde habita la especie. Por ejemplo, en zonas donde la vegetación es muy tupida, la selección natural ha hecho que los pájaros emitan sonidos más graves (de baja frecuencia) porque atraviesan mejor los obstáculos y llegan menos distorsionados a sus interlocutores.