(EP) – El vicepresidente del Banco Mundial para la región de América Latina y el Caribe, Carlos Felipe Jaramillo, ha advertido de que los efectos del cambio climático supondrán una amenaza para muchas personas en la región de Latinoamérica y el Caribe, llevando a la pobreza extrema a más de 5,8 millones de personas hasta 2030.
En un artículo publicado en el blog del Banco Mundial, Jaramillo ha apelado a la necesidad de «hacer algo al respecto» para que más de 17 millones de personas no tengan que abandonar el campo y las ciudades para escapar de los impactos climáticos. «Esta cifra equivale a más personas que la población entera de Costa Rica, que podrían volverse extremadamente pobres», ha apuntado.
Así, ha señalado que «abordar el cambio climático» será bueno para América Latina y su economía. «No hay contradicción entre la lucha contra el cambio climático y el desarrollo económico. La acción puede proteger a las personas y ayudar a que todos se beneficien de las grandes oportunidades que ofrece el futuro», ha añadido.
AGRICULTURA Y ENERGÍA
Entre los principales focos de atención de la economía de América Latina, el responsable del Banco Mundial ha destacado que se necesitan ayudas para que el sector de los agricultores sea más resiliente a los efectos del cambio climático, así como apostar por mayores inversiones en materia de innovación. «Países del Caribe, como Jamaica, ya están dado ejemplo con productos financieros innovadores para abordar los riesgos climáticos de huracanes y otros desastres», ha ejemplificado Jaramillo.
Asimismo, el vicepresidente ha incluído entre los grandes retos el camino a la descarbonización de su economía, manifestando su deseo de que la región aproveche los recursos de litio y cobre con los que cuenta, «materiales cruciales para los vehículos eléctricos y otras tecnologías limpias». En este sentido, ha puesto de ejemplo a Chile, donde ya están desarrollando hidrógeno verde, «un combustible del futuro que podría revolucionar toda la industria».
A su vez, Jaramillo ha recordado que la producción energética en la región proviene ya en más de un 50% de fuentes limpias y renovables, como la hidroeléctrica, la solar y la eólica. «Aumentar esta participación le permitiría a la región exportar más productos y venderlos a un precio más elevado por haber sido producidos sin quemar combustibles fósiles», ha concluído.