Nueva York, 24 oct (dpa) – Cuando el transatlántico en que viajaba partió de Estados Unidos en 1934 rumbo a Francia, Martin Luther King se llamaba Michael. El pastor y otra decena de predicadores querían participar en el congreso de la congregación baptista mundial, que se celebraba en Berlín. Y durante su estancia en Alemania, Michael King topó con un hombre que lo marcaría de por vida: Martin Luther.
Este afroamericano nacido en Georgia no sólo tomó el nombre del famoso reformador Lutero, sino que también cambió el de su hijo Michael. Así fue como el niño de cinco años que más tarde se convertiría en el defensor de los derechos civiles más influyente del país pasó a llamarse Martin Luther King Jr. Actualmente, nada menos que tres exposiciones ponen de manifiesto que la impronta del teólogo germano en Estados Unidos sigue hoy tan vigente como entonces.
«Estados Unidos, aunque está cambiando, sigue siendo un país marcadamente protestante», afirma Louis Nebelsick, de la Universidad de Varsovia y que ha co-comisariado las tres muestras. El legado de Lutero es palpable pese a que probablemente, el primer asentamiento europeo en el país -en St. Agustine, Florida- aún no había sido fundado cuando en 1517 Lutero publicó sus 95 tesis. Estados Unidos como nación no se creó hasta dos siglos después, en 1776.
Pero cuando los padres fundadores redactaron la Constitución, mientras Francia estaba enfrascada en su revolución, la libertad religiosa quedaba estipulada ya en el primer artículo. Y es que del mismo modo que Lutero se había rebelado contra la autoridad de la Iglesia católica, la América colonial se rebelaba también contra el dominio de las monarquías europeas por mandato divino. «Estados Unidos fue el primer país en que los luteranos se asentaron sin sufrir la violencia del Gobierno», señala Nebelsick.
En Nueva York, que acoge una de las exposiciones junto con Atlanta y Minneapolis, hace tiempo que sus ciudadanos se sienten fascinados por Lutero, señala Colin Bailey. El director del Morgan Librery Museum cuenta cómo ya en 1911 el banquero John Pierpont Morgan compró en una subasta en Leipzig una carta manuscrita de Lutero al emperador Carlos V en la que rechazaba la retirada de sus polémicas tesis. Morgan pagó en aquel entonces 25.000 dólares, que hoy equivaldrían a unos 750.000.
Como aperitivo al quinto centenario de la Reforma que Alemania prepara para 2017, esta misiva que Morgan regaló al emperador Guillermo II y normalmente se muestra en Wittenberg ha regresado a Estados Unidos. También en el medio oeste del país se ve la huella del teólogo, donde los luteranos engalanan sus iglesias con rosas en honor al sello que utilizaba en sus epístolas. En el sur, Atlanta se centra en la vinculación entre Lutero y Luther King y en Minneapolis, en el núcleo luterano en Norteamérica.
Y es que incluso las incontables iglesias libres estadounidenses están «muy influenciadas por Lutero», apunta Nebelsick, aunque no haya «puentes formales». «La vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad» como derechos inalienables de la Constitución estadounidense quizá no estarían, o habrían llegado más tarde, sin el legado de Lutero. Como «místico medieval», Lutero «buscó el acceso a Dios». Y esa misma idea de que «uno es responsable de su destino la encontrará en Estados Unidos».
Por Johannes Schmitt-Tegge