Berlín, 2 sep (dpa) – Paredes de hormigón desnudas de las que salen tubos de ventilación caracterizan al llamado «Mäusebunker» de Berlín, un edificio destinado al derribo que adquiere ahora un aura histórica debido al redescubrimiento del movimiento arquitectónico brutalista.
El edificio, que parece un acorazado repleto de cañones, transmite ua cierta hostilidad, que encaja con su antigua función como centro de experimentación con animales de la Universidad Libre de Berlín. Criticado por su fealdad, ya abandonado su uso considerado brutal, en 2023 fue catalogado como monumento histórico.
Sin embargo, el brutalismo no tiene nada que ver con la brutalidad, sino más bien con el champán brut, el champán seco. «Béton brut» significa «hormigón en bruto». El término fue acuñado por el arquitecto suizo Le Corbusier (1887-1965).
Después de la Segunda Guerra Mundial, Le Corbusier empezó a dejar sin revestimiento el hormigón en sus proyectos. De ahí el nombre de «hormigón visto», que a Le Corbusier le parecía más honesto.
La arquitectura brutalista es provocativa, directa, monumental, exhibicionista. El experto en brutalismo Oliver Elser, conservador del Museo Alemán de Arquitectura de Fráncfort y fundador de la iniciativa «SOS Brutalismo», la llama «arquitectura culturista».
Se dice que el gran maestro de la construcción brutalista de iglesias fue el arquitecto de Colonia Gottfried Böhm (1920-2021), conocido como «el dios del hormigón». Su principal obra es la iglesia de la Peregrinación de Neviges, cerca de Wuppertal, en el oeste alemán.
Se asemeja a una auténtica cordillera de hormigón, a la que se sube a la cima por un sendero como si se hiciera montañismo. A continuación, se atraviesa una grieta en la roca y, en un primer momento, uno se imagina que está en una cueva. Una hermosa luz roja ilumina el recinto a través de un nicho en la ventana.
«Es una arquitectura brillante», declaró a dpa Barbara Schock-Werner, antigua responsable de arquitectura de la catedral de Colonia.
El edificio no eclesiástico más importante de Böhm es el ayuntamiento de Bensberg, también cerca de Colonia: otra montaña de hormigón que el arquitecto montó descaradamente sobre los restos de un castillo medieval. Los colores incluso coinciden, y la silueta del nuevo edificio también recuerda a una ruina con torre.
Sin embargo, hay algo chocante en la descarada combinación de muros de castillo y fachadas de hormigón. El edificio ha recibido numerosos apodos, como «Acrópolis de Bensberg», «Búnker de los funcionarios» y «Aapefelse» (Roca del Mono).
Alemania cuenta con muchos ayuntamientos de estilo brutalista, ya que la administración local se expandió en la posguerra. Además, en el curso de la gran ofensiva educativa de los años 60 y 70 se fundaron nuevas universidades: la Universidad del Ruhr de Bochum, construida íntegramente en estilo brutalista, es un ejemplo destacado.
«Aquí prácticamente se celebra el hormigón, y esto es arquitectura brutalista en el mejor sentido de la palabra», dice Elser. «La arquitectura brutalista es muy artística, hace cabriolas», agrega. Pero no todos los edificios de hormigón de la época son calificables como brutalistas. El banco de datos SOSBrutalism.org presenta un panorama general.
El brutalismo pasó gradualmente de moda a principios de los años 80, por varias razones. En primer lugar, era demasiado elaborado y caro. Los muros de hormigón también son difíciles desde el punto de vista energético, porque se enfrían rápidamente.
Además, los edificios brutalistas pronto se consideraron simplemente una aberración del gusto. Durante mucho tiempo se dijo, por ejemplo, que la Universidad del Ruhr de Bochum deprimía a la gente.
Elser también niega que el hormigón sea un material de construcción que se desgaste con especial rapidez y cita como ejemplo los búnkeres de hormigón de la Segunda Guerra Mundial que siguen en pie prácticamente inalterados. Alega que limpiar el hormigón con un chorro de agua cada pocas décadas es en realidad todo lo que se necesita en términos de mantenimiento.
Desde 2010, el brutalismo fue redescubierto por una nueva generación. En muchos casos, esto fue provocado por la demolición de edificios de hormigón que caracterizaban el paisaje urbano, lo que provocó cierta resistencia. También atrajo la atención de las redes sociales.
«Todo empezó con un grupo de Facebook dirigido por la ‘Brutalism Appreciation Society’ (Sociedad de Reconocimiento del Brutalismo), que iba acompañado de mucho humor inglés», explica Elser. «El propio nombre contiene una contramedida consciente: el brutalismo no fue apreciado durante mucho tiempo. Pero en algún momento se hizo viral».
En Alemania, Elser recomienda visitar el Mäusebunker de Berlín, la Universidad del Ruhr de Bochum y el templo de Neviges, así como el Teatro Municipal de Ingolstadt, el edificio de Justicia de Múnich en la Nymphenburger Strasse y los ayuntamientos de Pforzheim, Meckenbeuren-Kehlen y Bad Friedrichshall, en el sur del país, así como Gronau y Marl, en el oeste, como ejemplos especialmente llamativos.
Por Christoph Driessen (dpa)