(dpa) – Los viajeros pueden reservar en el lago Atter de Austria una excursión de «senderismo con gafas de buceo» para disfrutar de las cascadas y las piscinas naturales, aunque el propósito de esas máscaras sea un poco misterioso.
Gregor Bockmüller dirige un centro de buceo en el lago Atter, en la región austríaca de Salzkammergut, famoso en toda Europa por sus aguas claras.
Desde allí parte también una excursión por las montañas cercanas con la que Bockmüller ganó en 2014 el Premio a la Innovación en el Turismo en Alta Austria: «Senderismo con gafas de buceo».
Es una soleada mañana en Salzkammergut. «Para realizar la excursión de senderismo con gafas de buceo necesitamos que los cinco días previos no llueva, para que las aguas estén suficientemente tranquilas», dice Bockmüller.
El emprendedor turístico ofrece lo que siempre han hecho los locales cuando el lago se llena de gente en verano: se alejan hacia las tranquilas cascadas de Gimbach. Algunos se llevan las gafas de buceo para nadar, porque el buceo es aquí un deporte popular.
PISCINAS NATURALES FOTOGÉNICAS
«Después del trabajo nos vamos a bucear, así como en otros lados se va a jugar al fútbol», afirma el profesor de buceo Benedikt Pedevilla, de 25 años.
Pedevilla es el guía del día para la excursión de senderismo acuático. «Yo mismo tengo miedo a las alturas», confiesa. «Pero los saltos tienen como máximo cuatro metros de profundidad, eso me sirve», afirma.
El joven guía reparte trajes, botas y guantes de neopreno, además de gafas de buceo y tubos de snorkel.
Tras un breve viaje en un minibus, el grupo comienza a escalar por un empinado sendero rumbo al bosque montañoso. Como anticipo, se puede ver una y otra vez a través de los árboles la escalera de piscinas naturales de color verde amarillento, que deben su coloración fotogénica a las algas.
Detrás de un puente, el camino desciende por un terraplén y debajo, en la orilla del arroyo, todos se apuran para calzarse la parte superior de sus trajes de neopreno, la capucha y se deslizan al agua.
El agua helada penetra en el neopreno. «Ahora todos están bien despiertos», asegura Pedevilla. Y está en lo cierto.
Con cuidado, todos caminan río abajo sobre las piedras resbaladizas y saltan a los primeros «Gumpen», como llaman los austríacos a las piscinas talladas por el agua.
La hierba y las flores crecen sobre rocas cubiertas de musgo, estalactitas cuelgan de un puente de piedra. Pedevilla advierte que las piedras muy claras y muy oscuras son especialmente resbaladizas: «El musgo es tu amigo».
VALOR PARA DESLIZARSE
Los compañeros de excursión se deslizan alegremente por los escalones de piedra redondeada por el agua y se dejan llevar de espaldas hacia las piscinas naturales. Hasta que llegan al primer tobogán, intimidante, de roca y con mucha espuma.
«Los brazos sobre el pecho, las piernas juntas y mantenerse estirado», pide Pedevilla.
Él se lanza primero por el tobogán. Cuesta un poco confiar en la bajada tallada en la piedra por la fuerza de la naturaleza. Pero el guía se desliza con sorprendente suavidad.
«Ese fue el paseo relajado», dice Pedevilla al final. «Ahora se vuelve aventurero», anticipa.
Las laderas, cubiertas de helechos y bosques, se hacen más empinadas y se juntan para formar un desfiladero. Bajo una pared de roca colgante, se baja de barranco en barranco, de piscina en piscina.
Los pies se entumecen por el frío, pero la belleza del desfiladero y la diversión de saltar y deslizarse hacen olvidar que se están casi congelando.
CON LA CABEZA POR AFUERA DEL AGUA ES MÁS EMOCIONANTE
Benedikt Pedevilla espera bajo una cascada para mostrar a todos los invitados la piscina profunda.
Se puede ver la pared amarillenta que desaparece en las profundidades y las burbujas de aire se arremolinan como en gigantescos borbotones de agua.
Pero el arroyo está demasiado frío para bucear mucho. Y además de la grava y la roca detrás de un filtro amarillo, sinceramente hay poco que ver.
A lo largo de la última media hora de excursión, el desfiladero se ensancha y todo el mundo puede retozar libremente por la escalera de piscinas naturales.
«Ahora pueden gastar el calor residual que les queda», dice Pedevilla. Pero resulta más tentador quitarse por fin las botas frías y mojadas.
La excursión se puede realizar desde mediados de junio a mediados de septiembre, en el verano europeo, que es cuando el clima está más estable.
El senderismo con gafas cuesta 65 euros (unos 77 dólares) por persona, el precio incluye el alquiler de todo el equipo.
Se admite la participación de niños a partir de los doce años y con una altura mínima de 1,58 metros. El salto de agua más profundo tiene una altura de cuatro metros.
Para mayor información, contactarse con la oficina de turismo de Salzkammergut (www.salzkammergut.at).
Por Florian Sanktjohanser (dpa)