Berlín, 20 jul (dpa) – El brutal ataque perpetrado el lunes por un joven refugiado de 17 años en un tren regional en el sur de Alemania amenaza con reavivar el debate sobre la política migratoria impulsada por el Gobierno de Angela Merkel, muy cuestionada por el partido populista de derechas Alternativa para Alemania (AfD).
El adolescente agredió con un hacha y un cuchillo a los viajeros que viajaban en el convoy, causando cinco heridos, cuatro de ellos de gravedad, y dejando en estado de shock a los 14 pasajeros restantes que presenciaron el ataque.
El joven, de nacionalidad afgana, se había registrado el pasado año como solicitante de asilo en el país. Su crimen sitúa de nuevo a los migrantes en el punto de mira, tal y como ocurrió en Nochevieja cuando cientos de mujeres sufrieron agresiones sexuales que fueron cometidas presuntamente por hombres procedentes de países árabes.
El suceso causó por aquel entonces una gran conmoción en Alemania y tanto representantes públicos como miembros del Gobierno de Merkel pidieron no instrumentalizar lo ocurrido relacionando los hechos con la masiva llegada de refugiados.
La advertencia suponía un intento del Ejecutivo alemán de evitar la estigmatización de la población migrante y, de paso, buscaba servir como muro de contención para evitar que movimientos populistas como AfD sacasen rédito político a lo sucedido.
«¿Ya es Alemania lo suficientemente multicolor y abierta al mundo para usted, señora Merkel?», le espetó la líder de Alternativa para Alemania, Frauke Petry, en aquel momento a la canciller en una pregunta retórica que sonaba a una especie de «confirmación» de su tesis antimigratoria.
Tres meses después, en las elecciones regionales celebradas en marzo en tres estados federados del país, AfD registró un avance histórico que llegó a cambiar el mapa político de Alemania y evidenció síntomas de desgaste en los partidos tradicionales.
Los resultados electorales fueron interpretados como un castigo a la política de refugiados de la mandataria germana.
Asimismo, mostraban las primeras señales de que la sociedad alemana acusaba un cierto grado de polarización, con ciudadanos abiertos a la acogida de peticionarios de asilo y otros manifestándose en las calles para reclamar la dimisión de la canciller y exigir el freno de la ola migratoria.
Merkel, que demostró liderazgo durante la crisis del euro que sacudió a la UE y las negociaciones de los rescates griegos, deberá ahora tomar de nuevo las riendas para evitar que la tensión social en la locomotora de Europa vaya en aumento.
Sin duda, el Gobierno federal pondrá en ello todo su empeño, también porque el calendario avanza y el próximo año se celebran elecciones generales en el país.
La cita supondrá una prueba de fuego para el partido conservador que lidera la mandataria, aunque todavía no está claro si Merkel se presentará a la reelección.
Ese será el momento en el que se demuestre si se cumple la frase «Lo vamos a conseguir», que la política cristianodemócrata repitió hasta la saciedad durante la gestión de la crisis migratoria.
Tras la masiva llegada de refugiados a Alemania, la clave será comprobar si los ataques terroristas logran transformar a una sociedad como la germana.
También habrá que ver hasta qué punto la cultura de bienvenida que el país centroeuropeo mostró al mundo hace justo un año se mantiene en tiempos de incertidumbre, en los que los atentados yihadistas han puesto un pie en Europa y amenazan con quedarse.
Por María Prieto