(dpa) – El rostro de Julius von Bismarck recuerda al de su tatara-tatara-tatara-tío: el canciller del antiguo Imperio alemán Otto von Bismarck. A sus 36 años, este berlinés cuenta con exposición propia en el museo de arte Bundeskunsthalle de Bonn.
El aspecto del artista, con una abundante y larguísima barba que le llega hasta el pecho, no deja indiferente a quien le observa. Guarda cierta semejanza con la imagen del espíritu alemán de las montañas «Rübezahl», el padre de Vicki el vikingo o incluso con Leonardo da Vinci.
¿Le ha facilitado las cosas el estar emparentado con alguien que da nombre a numerosas calles de ciudades alemanas? Bismarck no está seguro: «Siempre hay quien que me atribuye ideología conservadora y cree que estoy a favor de la vuelta del Imperio».
Y añade: «Sencillamente, es absurdo.»
El tema que ocupa a Bismarck como artista es la naturaleza, especialmente los desastres naturales. Le interesan los terremotos y los huracanes porque allí el actor principal es la naturaleza y el hombre solo puede reaccionar ante ella.
Para la exposición «Feuer mit Feuer» (Fuego con fuego) -desde principios de septiembre hasta el 24 de enero- filmó incendios forestales en Suecia y California.
En el estado californiano grabó junto a los técnicos de las unidades especiales que acceden a las zonas de incendios forestales en helicóptero, realizan los denominados pasillos de fuego y dirigen las maniobras de los aviones contra incendios por radio.
«Me hice realmente amigo de ellos. Eran hombres también con barba, en cierto modo alternativos, amantes de la naturaleza, que probablemente en algún momento se hayan sentido fuera de lugar en sus lugares de origen», comenta.
Bismarck grabó los incendios a cámara lenta. Para la exposición produjo un vídeo de 67 minutos que proyecta en una gran pantalla de pared LED. El reflejo de la imagen en eje vertical es el único ajuste realizado por Bismarck.
Las impactantes imágenes de incendios unidas a esta sencilla técnica provocan un efecto casi hipnótico: en el movimiento de las figuras que aparecen en el centro de la pantalla el espectador cree reconocer imágenes de demonios de fuego, animales con cuernos y todo tipo de sugerentes siluetas.
«Ello se debe a que el hombre y la mayoría de los organismos en la naturaleza tienen una estructura simétrica de eje vertical y por lo tanto interpretamos la simetría como algo vivo», explica Bismarck.
En la sala de exposición, frente a la pantalla, Bismark ha creado su propio pasillo de fuego flanqueado por enormes figuras de cerámica blanca que sostienen o albergan ardientes llamas que no son sino hologramas.
Uno debe resistir la tentación de tocar las llamas pues podría lastimarse con las aspas de los rotores holográficos -responsables del efecto óptico- que giran a gran velocidad.
Casi todo el mundo ha experimentado el embrujo que produce mirar largamente el fuego de una chimenea o la llama de una vela encendida. El efecto que produce observar un árbol o un bosque ardiendo es mucho más fuerte.
Para Bismarck, incluso un paisaje quemado, arrasado por el fuego, tiene un gran atractivo estético comparable al de la sensación de inmaculada pulcritud que proporciona el paisaje cubierto por un manto de nieve recién caída.
El principal tema artístico que ocupa a Bismarck es la invención de una imagen contemporánea de la naturaleza.
«Hace diez años la gente veía la naturaleza de manera diferente a la de ahora. Dentro de diez años se verá de forma distinta a la actual. Trato de investigar eso con mi trabajo», explica.
Para ello Bismarck recopila los datos in situ mediante la investigación de campo. Incluso en plena tormenta de fuego, si es necesario.
Por Christoph Driessen (dpa)