Düsseldorf (Alemania), 8 mar (dpa) – A los 90 años, Günther Uecker, uno de los artistas alemanes más conocidos de la posguerra y famoso por sus trabajos con clavos, tiene aún muchos planes.
Acaba de regresar de Irán, donde mostró una exposición en varias ciudades con obras que reflejan su interacción con la cultura de ese país. El 22 de marzo tiene planeado inaugurar personalmente la muestra «Homenaje a Hafez» en el museo Kunsthalle de Rostock, en el norte de Alemania, y para el verano boreal está prevista una exposición en Polonia.
Pero antes de eso hay otra fecha importante: su 90 cumpleaños el 13 de marzo.
Uecker, oriundo de Mecklemburgo, trabaja todos los días en su gran atelier de Düsseldorf, en un viejo almacén del puerto con vistas al río Rin. «Para mí es pura alegría», dice. Se ríe y agrega: «Una prisión propia, con permiso de salida».
En el amplísimo taller reina una calma contemplativa, entre pilas de libros, mesas cubiertas de pinturas, tazas con pinceles y lienzos de enormes dimensiones. Una máquina de coser está llena de clavos martillados. Uecker explica que es un homenaje a la coreógrafa alemana Pina Bausch, fallecida hace once años. Con esa máquina fueron cosidos los trajes de ballet.
Las obras de arte de Uecker,uno de los artistas más destacados de la posguerra, se exhiben en los principales museos, como el Museo de Arte Moderno de Nueva York, por ejemplo. Sus pinturas con clavos se venden ahora por millones de euros.
Preguntado sobre su éxito, Uecker dice sorprendentemente: «Es una gran carga para mí». El artista explica que la fama afecta la relación con el arte y con otras personas, quienes en parte ven el «aspecto del valor del dinero» en él, pero reconoce que los viejos amigos son sinceros.
Con respecto al mercado del arte en general, Uecker opina que «se imprime más dinero de lo que se hace en arte».
Hijo de un granjero, Uecker creció en condiciones sencillas en la isla de Wustrow, en el mar Báltico, y sufrió las consecuencias de la guerra. En 1953 se trasladó a Alemania occidental y llegó a Düsseldorf.
Junto con los pintores Otto Piene y Heinz Mack se unió al grupo ZERO, que cuestionó el arte tradicional a finales de los años 50. El grupo se disolvió poco después, pero en 2008, los artistas crearon la fundación ZERO y entregaron sus obras, fotos y material de archivo.
Uecker viajó mucho, visitó África, Japón, Siberia, China, Camboya, América Latina, Estados Unidos, Islandia, Israel, Japón e Irán. En sus cuadros también utiliza textos extranjeros y pinta grandes lienzos con, como él dice, «palabras que hieren».
Uecker tiene «una pequeña empresa familiar». Así es como llama al equipo que forma con su esposa Christine y su hijo Jacob. «Trabajo todos los días, incluso los domingos», dice sobre su vida artística, y explica que esto le recuerda su infancia y la labor diaria con los animales en el campo.
Uecker es asimismo un apasionado de la música. Asiste a festivales en Salzburgo y Bayreuth y ha creado escenografías de ópera y teatro.
No quiere, sin embargo, celebrar su 90 cumpleaños, si bien admite que esta edad significa mucho para él. Confiesa que en realidad preferiría ser como los pastores del desierto en África, que no saben muchas veces cuántos años tienen. «Pero yo lo sé porque vivo entre gente calculadora», concluye.
Por Ulrike Hofsähs (dpa)