(dpa) – Hace unos 45 años, el fabricante alemán de automóviles BMW encendió la chispa inicial de una serie muy conocida en la actualidad: los Art Cars, coches utilizados como soporte rodante para la creación artística.
Sin embargo, la idea de percibir a los automóviles como obras de arte es mucho más antigua. Ya en 1909, el escritor e ideólogo italiano Filippo Tommaso Marinetti veía al automóvil como una nueva belleza que enriquecía el esplendor del mundo.
En su famoso manifiesto, el fundador del movimiento futurista afirmaba que un automóvil de carreras «con su carrocería adornada de gruesos tubos similares a serpientes de explosivo aliento (…) que parece correr sobre metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia».
Sin embargo, también hubo otros artistas que veían al automóvil no solo como una obra de arte en sí mismo, sino también como un lienzo. Hace unos 100 años, por ejemplo, la pintora francesa Sonia Delaunay-Terk decoró un Unic Tourer de 1920 con abstracciones geométricas. A este le siguió un Bugatti Type 35 y más tarde un Matra M530A.
Los estadounidenses también adornaban sus coches en los años 50, a menudo con llamas pintadas en el lateral. Muchos artistas desconocidos también inmortalizaron sus obras en vehículos publicitarios o coches de carreras.
«La idea era utilizar la gran superficie de un vehículo como soporte de comunicación y potenciarlo con contenidos», señala Paolo Tumminelli, profesor de Diseño en la Universidad Tecnológica de la ciudad alemana de Colonia.
En los años 60, el movimiento hippie se reflejó en vehículos de diseño más artístico. El colectivo de artistas californianos «The Merry Pranksters» decoró un viejo autobús escolar con motivos psicodélicos y lo condujo por todo Estados Unidos para organizar eventos con LSD. En 1968, la cantante Janis Joplin hizo pintar su Porsche 356 también en colores psicodélicos.
«De esta manera, el coche de lujo se convirtió finalmente en un lienzo», asevera Paolo Tumminelli. Los trabajos de pintura llamativos se pusieron de moda en el automovilismo a finales de la década de 1960, y se pudieron apreciar, por ejemplo, en la limusina de lujo Mercedes 300 SEL AMG (1971) o en el Porsche 917 (1971). Con la llegada del patrocinio al mundo del automovilismo, los coches se convirtieron en pilares publicitarios en movimiento.
La bávara BMW comenzó a acercarse al arte en 1971, cuando el entonces presidente de la marca, Eberhard von Kuenheim, encargó al artista alemán Gerhard Richter tres obras de gran formato en la zona de entrada de la nueva sede corporativa.
Para el primer Art Car, BMW contrató a un artista ya conocido para que trabajara en la carrocería del vehículo. En 1975, Jochen Neerpasch, entonces jefe de la división M de deportes motor del fabricante, fue informado de que el marchante de arte y piloto de carreras aficionado Hervé Poulain estaba buscando un vehículo como soporte para una nueva obra de arte. «Cuando me enteré de que el artista estadounidense Alexander Calder se encargaría de pintar el coche, me entusiasmé inmediatamente», recuerda Neerpasch.
Tras la primera crisis del petróleo, y debido a su impacto en el ámbito del deporte motor, la división deportiva de BMW había traslado su atención a las carreras estadounidenses, pero, así y todo, continuaba participando en las 24 horas de Le Mans. «De ahí surgió la idea de utilizar un coche como objeto de arte. Lo decisivo para nosotros ya no era el resultado de la carrera, sino la sola participación para presentar la obra de arte», enfatiza Jochen Neerpasch.
La condición: el artista tenía que dedicar el tema de su obra al coche y a la carrera de Le Mans. Para este primer proyecto, BMW puso a disposición un 3.0 CSL (E9).
BMW y Alexander Calder presentaron el coche en el Louvre; poco después, este debutó en la carrera de Le Mans. «La conexión entre Calder, presente en el evento, y el automóvil era fascinante. Por eso decidimos convertir este proyecto fortuito en una serie», explica Jochen Neerpasch.
Aunque el término Art Cars no está protegido, desde entonces siempre ha estado asociado a BMW. En los últimos años se han creado 19 vehículos diseñados libremente por diferentes artistas de renombre mundial. Entre ellos se encuentran Roy Lichtenstein (1977, 320i), Andy Warhol (1979, M1) y Robert Rauschenberg (1986, 635 CSi), Esther Mahlangu (1991, 525i), David Hockney (1995, 850 CSi), Jenny Holzer (1999, V12 LMR), Jeff Koons (2010, M3GT2) y Ólafur Elíasson (2007, H2R), John Baldessari (2016, M6 GTLM), Cao Fei (2017, M6 GT3).
En la actualidad, los artistas son propuestos por un jurado de curadores internacionales. Los artífices de las obras de arte no reciben un honorario fijo, sino solo una asignación para gastos, que es considerablemente inferior al valor posterior de sus obras. Los expertos estiman que el M1 diseñado por Andy Warhol tendría, si se vendiera, un valor de más de 30 millones de euros (aproximadamente 35 millones de dólares estadounidenses).
Todas estas piezas artísticas son propiedad del Museo BMW y solo se prestan para exposiciones especiales en todo el mundo. Desde este año, los Art Cars también se exponen en realidad aumentada a través de una aplicación gratuita.
El experimento de los Art Cars tuvo continuidad también en otras marcas. En 1991, el artista de performance alemán HA Schult expuso en plena ciudad de Colonia un Ford Fiesta dotado de alas de color dorado. El artista francés Bernar Venet embelleció en 2012 un Bugatti Veyron; el pintor inglés de pop art Sir Peter Blake plasmó su estilo en un Bentley Continental GT V8S en 2015. En 2020, el artista urbano británico Banksy cubrió el exterior de un camión Volvo con grafiti. El vehículo fue subastado en 2019.
Pero no todos los coches decorados se convierten inmediatamente en un valioso objeto de arte y de coleccionismo. En el caso de los Art Cars, Frank Wilke distingue entre los vehículos que, al igual que un lienzo, sirven como soporte de un artista famoso y aquellos vehículos con un mero trabajo de pintura inusual.
«Los Art Cars creados por artistas famosos con una reivindicación artística son muy valiosos», afirma el director general de la empresa alemana de análisis de mercado Classic Analytics. «Los precios de los Art Cars se miden en función de cómo se cotizan las demás obras de los artistas. Por lo tanto, es casi irrelevante el modelo que sea». El coche deja de ser un coche y se convierte en arte, añade el experto.
La situación es diferente en el caso de los vehículos con una pintura poco habitual, prosigue Wilke. Un ejemplo de ello es el antiguo Rolls-Royce Phantom V del cantante John Lennon, con llamativos elementos florales que adornan la limusina. En 1985, el coche se vendió por 2,3 millones de dólares en una subasta de arte y fue, por tanto, el coche más caro del mundo durante mucho tiempo.
«Sin embargo, no fue un artista famoso el que recibió el encargo de decorar el coche de John Lennon», acota Wilke. «El coche alcanzó la fama porque hasta entonces era un sacrilegio pintar de colores un símbolo que representaba el establishment, la aristocracia y la vieja sociedad».
La firma Apple Corps, fundada por los Beatles en 1968, también poseía un Bentley S1, ahora conocido como el «Bentley de los Beatles». El anterior propietario, dueño de una boutique, lo había hecho pintar con formas psicodélicas y colores brillantes por el desconocido colectivo de artistas Binder, Edwards y Vaughn (BEV).
Por Fabian Hoberg (dpa)