A veces los viajes más importantes no son los que hicimos, sino los que seguimos soñando. Los destinos pendientes también cuentan nuestra historia.

Hay viajes que se quedaron en el calendario, en una libreta o en la conversación de un café. Un “algún día iremos” que se fue quedando sin fecha. Un lugar al que querías ir con alguien que ya no está, o simplemente una ciudad que nunca encontraste el momento de conocer.
No pasa nada. Porque a veces los viajes que no hiciste te enseñan tanto como los que sí. Te recuerdan las prioridades que cambiaste, los miedos que te frenaron, o las etapas de la vida en las que soñabas con otra versión de ti.
Viajar no siempre es coger un avión.
A veces es moverse por dentro: mirar fotos antiguas, redescubrir tu propio barrio, volver a un parque donde jugabas de niño o atreverte a probar algo que nunca habías hecho.
Cada viaje pendiente guarda una razón. Algunos siguen esperando; otros, ya no hacen falta.
Quizá no pisaste esa isla o no cruzaste aquel océano, pero aprendiste a disfrutar de las pequeñas escapadas, de los domingos tranquilos, de las conversaciones que duran más que un vuelo.
Y un día, sin darte cuenta, te das cuenta de que los viajes que importan no siempre están en el mapa, sino en lo que te mueve por dentro.
Así que abre el calendario, rescata ese destino que quedó olvidado y ponle fecha.
Porque si algo enseña la vida es que nunca es tarde para empezar un viaje, aunque sea con una mochila pequeña y muchas ganas.