(dpa) – La belleza única de la Antártida ha sido descrita por exploradores e investigadores polares de todo el mundo. «Un lugar en el que es posible ver el esplendor y la inmensidad del mundo natural en su máxima expresión…», afirmó una vez el conocido científico y divulgador naturalista Sir David Attenborough. Sin embargo, el continente helado está en peligro, y con él toda la Tierra, ya que los hábitats del planeta están todos interconectados.
En las regiones polares, las temperaturas están aumentando de forma especialmente acusada como consecuencia del cambio climático. «La península Antártica y la Antártida Occidental, en particular, se calentaron dos veces más rápido que la media mundial durante la segunda mitad del siglo XX», afirma la Asociación Antártica y del Océano Polar (ASOC), una agrupación de organizaciones medioambientales de 40 países.
«El deshielo de las masas de hielo de la Antártida tendría consecuencias fatales para las corrientes oceánicas globales, y llevaría a un aumento drástico del nivel del mar en todo el mundo», afirma Tim Packeiser, experto del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Cuando a principios de este año se desprendió un enorme iceberg en el este de la Antártida, Catherine Colello, experta de la agencia espacial NASA, advirtió: «Es una señal de lo que puede venir». El coloso, que perdió su conexión con tierra firme, era del tamaño de Roma.
A esto se le suma la sobrepesca. Especialmente afectado está el importante krill, pequeños crustáceos con forma de camarón, cuyo número ha disminuido drásticamente. Estos diminutos animales en la base de la cadena alimentaria mantienen todo el ecosistema en funcionamiento.
Por ello, una regulación más estricta de la pesca del krill fue uno de los puntos centrales de la 41 Conferencia de la Comisión Antártica CCRVMA (o CCAMLR, por sus siglas en inglés), que se reunió en Hobart, Tasmania, desde el 24 de octubre hasta el 4 de noviembre. La CCRVMA es responsable de la gestión de la pesca de krill y de la designación de áreas marinas protegidas.
Según señalaron observadores de la conferencia, la captura concentrada de krill está siendo impulsada principalmente por países como Noruega, China, Corea del Sur, Ucrania y Chile. El krill antártico (euphausia superba) no solo es procesado como alimento para peces, sino que también es muy demandado en las industrias cosmética y farmacéutica. De él se extrae un aceite rico en nutrientes y se elaboran suplementos alimenticios con ácidos grasos omega-3.
Bettina Meyer, experta en krill del Instituto Alfred Wegener de Investigación Polar y Marina, con sede en la ciudad alemana de Bremerhaven, explica que el krill es, sobre todo, el organismo central de alimentación de todo el ecosistema, con sus pingüinos, ballenas, focas y aves marinas. «Si este deja de existir, todos estos animales se verán afectados», aseveró la científica.
No obstante, prosigue Meyer, la pesca del krill ha adquirido una nueva dimensión en los últimos años, de modo que las cuotas de captura vigentes se alcanzan cada vez más pronto. Además, añade, las barcas utilizan nuevas técnicas: «Ya no capturan con redes, sino que utilizan un mecanismo de succión que aspira bancos enteros como con una aspiradora», especifica la bióloga marina, que asistió a la conferencia en Hobart.
El océano Austral absorbe la mayor cantidad de carbono de todos los océanos del mundo y suministra nutrientes al océano global, explica también Sascha Müller-Kraenner, director ejecutivo de la organización medioambiental alemana Deutsche Umwelthilfe. «Lo que mucha gente no sabe es cómo contribuyen a mantener el almacenamiento de carbono tanto las criaturas pequeñas, como el krill, así como las grandes, por ejemplo las ballenas», señala el experto, y especifica que a esto contribuyen los esqueletos y excrementos de los animales cuando se depositan en el fondo del mar.
Tim Packeiser, del WWF, opina que todo el ecosistema del océano Austral se beneficiaría de una mejor gestión de la pesca y de la designación de nuevas áreas marinas protegidas. En Hobart se volvieron a presentar tres propuestas para el desarrollo de áreas marinas protegidas: en la región de la Antártida Oriental, de la península Antártica y en el mar de Weddell, rico en especies. En total, se trata de una superficie de casi cuatro millones de kilómetros cuadrados.
Alemania ya había redactado la propuesta para el prístino mar de Weddell en 2016, argumentando que la zona marina protegida sería la mayor del mundo. Según Packeiser, hasta ahora se han descrito unas 14.000 especies que viven en el mar de Weddell o en su fondo. «Entre ellas se encuentran seis especies de focas y doce de ballenas», puntualizó. Los intentos del Gobierno alemán de impulsar el proyecto han sido hasta ahora en vano. Aunque 25 de los 27 miembros de la comisión están a favor, nunca ha habido un avance debido a la oposición de China y Rusia. Las decisiones de la CCRVMA tienen que ser unánimes.
«Desgraciadamente, debemos reconocer que la CCRVMA se ha politizado a lo largo de los años», aseveró el cofundador de ASOC, James Barnes. Donde antes la ciencia tenía la última palabra, prosiguió, ahora los intereses económicos de los países están en primer plano, lo que ha llevado a una carrera en la industria pesquera «en un momento en que la conservación de la biodiversidad debería ser una prioridad».
La Antártida incluye el continente antártico y el océano Austral que lo rodea. La región se considera la «última zona virgen del planeta». Son famosos los enormes icebergs y los pingüinos emperador, pero el ecosistema antártico contiene muchas otras maravillas menos visibles. Las aguas frías y ricas en oxígeno albergan especies animales que se han adaptado perfectamente a las duras condiciones de vida, entre ellas, esponjas de mar que pueden vivir hasta 10.000 años y notothenioidei (peces antárticos) que producen anticongelantes en forma de proteínas en su cuerpo.
El continente helado está reconocido como patrimonio común del mundo. En 1959, doce naciones, incluida la Unión Soviética, firmaron el Tratado Antártico. Entre otros, este estipula el uso pacífico de la Antártida y la suspensión de las reivindicaciones territoriales nacionales, así como la cooperación internacional en materia de investigación y la prohibición de actividades militares. Hasta la fecha, el número de Estados firmantes ha aumentado a más de 50, incluida China. Aunque el estatus de protección es ilimitado en el tiempo, el protocolo adicional de protección medioambiental adoptado en 1991 expira en 2048.
Por Carola Frentzen (dpa)