(dpa) – El año va llegando a su fin y más de uno aprovecha para reflexionar y formular buenos propósitos para el año nuevo. ¿Qué quiero mejorar? ¿Cómo me quiero seguir desarrollando, también en lo profesional?
Justamente en el cambio de año suelen quedar muchos puestos vacantes que deben ser ocupados otra vez. Las empresas luchan literalmente por los mejores talentos, según Maike Andresen, profesora de administración de empresas en la Universidad Otto Friedrich de Bamberg, Alemania.
Sin embargo, no es aconsejable tomar decisiones precipitadas. «Si tengo mucha oferta, eso a menudo lleva a que se reduzca la satisfacción con el trabajo actual», dice Andresen.
Tras un cambio apurado de empleador, los empleados sienten al principio un efecto «luna de miel», una euforia inicial parecida a la que se siente en una relación nueva: «Se ve todo especialmente positivo». Tras algunos meses, sin embargo, ese efecto se desvanece. «Entonces, lentamente se baja a la realidad y la satisfacción con el empleo se reduce».
Paso 1: analizar en detalle la situación
Antes de una renuncia, uno debería reflexionar primero respecto de qué tan grande es la insatisfacción con el empleo y a qué se debe. «Necesitamos la autorreflexión, para permanecer en el camino correcto o volver a encontrarlo», señala la asesora profesional Nelly Simonov. «Lo más simple es primero analizar la sensación que se tiene un domingo a la noche, es decir, ver cómo me siento cuando voy a iniciar la semana laboral», agrega.
Andresen recomienda hacer una evaluación laboral para definir las metas profesionales personales y analizar en qué medida ya se las ha ya alcanzado. Entre las típicas metas de una carrera figuran la seguridad financiera, un equilibrio entre el trabajo y la vida privada, es decir, suficiente tiempo libre, posibilidades de continuar aprendiendo o evolucionando, buenas relaciones en el lugar de trabajo, así como el desarrollo de espíritu emprendedor.
Paso 2: hacer «retoques» en el empleo actual
Incluso si en esa reflexión un empleado llega a la conclusión de que realmente está insatisfecho con su situación profesional, no necesariamente debe cambiar de trabajo. Christiane Gerwing, coach de desarrollo personal, ve dos caminos que se pueden tomar.
A veces, la insatisfacción en un trabajo depende de características personales propias que también se presentarán ante un empleador nuevo. Entonces uno debería intentar «trabajar en sí mismo con diferentes métodos», indica Gerwing.
La segunda opción consiste en modificar algo en las tareas laborales concretas. En ese caso, ayuda conocer qué nos motiva. O sea, ¿me motivan especialmente las relaciones, los desafíos, las posibilidades de influir o las libertades? «Si detecto qué tanto me movilizan estas razones y hasta qué punto ya las concreto con determinado comportamiento, entonces ya sé mucho sobre mí», señala.
Junto con el equipo de trabajo y con los jefes se puede evaluar qué tanto se pueden adaptar las tareas a las propias motivaciones: por ejemplo, con más o menos contacto con los clientes o, quizá, en una posición con más margen de maniobra. «En inglés se le dice a esto ‘career crafting’ o ‘job crafting'», precisa Andresen.
Paso 3: el cambio de empleo es posible en cualquier momento
¿Y si ni el trabajo en sí mismo ni las adaptaciones llevan a la satisfacción? «Cuando ya se analizó todo en profundidad, y se llega a esa conclusión, entonces diría: deja ese entorno, ese empleador y busca algo nuevo», dice Nelly Simonov.
En su opinión, a más tardar tras siete años sin cambios en el puesto, en las tareas o en el salario uno debería romper amarras de todas maneras: «Si no, se vuelve demasiado cómodo y cambiar se hace más difícil».
Pero para ello no hay momentos determinados del año -por ejemplo, el inicio- que sean más apropiados que otros. Gerwing recomienda buscar un nuevo empleo cuando uno se sienta especialmente relajado y motivado, por ejemplo, después de unas vacaciones. «Así se puede iniciar el nuevo trabajo con buena energía», opina.
Por Hilde Kraatz (dpa)