Fráncfort, 19 oct (dpa) – La historia del bien y del mal en el arte cristiano carece de liviandad. Las iconografías religiosas que durante más de 2.000 años han sido representadas en el mundo sacro no sólo esconden aspectos teológicos profundos, sino que pesan, al menos, 11 kilos.
«Angelus y Diabolus», el libro de mayores dimensiones presentado en la Feria de Fráncfort, es un proyecto que no se ajusta a las normas tradicionales y que rompe moldes en cuanto a cifras se refiere.
Sus 800 páginas son fruto de más de 10 años de trabajo, un tiempo en el que el fotógrafo alemán Achim Bednorz recorrió 150.000 kilómetros para poder capturar in situ las 1.100 imágenes de ángeles y demonios incluidas en la obra.
«Hace años publicamos ‘Ars Sacra’ y en esta publicación había muchas fotos que se quedaron fuera. Desde ese momento empecé a pensar en que había que hacer este libro, un libro sobre el tema de los ángeles y los demonios, sobre los buenos y los malos. Era una idea que no se me iba de la cabeza», señaló en entrevista con dpa el editor de «Angelus y Diabolus», Rolf Toman.
La obra no está pensada como una presentación cronológica de la historia del arte, sino que su enfoque es principalmente temático. De hecho, imágenes de obras de Francisco de Goya comparten espacio con pinturas de Salvador Dalí.
Tampoco debería percibirse simplemente como una obra fotográfica, ya que en su interior se incluyen textos de solidez científica que explican al observador las imágenes que tiene ante sí.
«Aunque parezca mentira, el libro es fácil de manejar. Es cierto que es muy grande y pesado, pero una vez que está apoyado en alguna superficie y uno no debe sujetarlo, no es necesario estar pasando páginas porque los textos que acompañan a las imágenes se presentan justo a su lado», explica Toman.
Los primeros capítulos del volumen están dedicados a la figura de los ángeles, a su naturaleza, a su misión y a su jerarquía. A continuación la obra se adentra en el inframundo, en la maldad y fealdad de los demonios. En la parte final, ambas figuras se entremezclan para protagonizar una lucha feroz entre el bien y el mal.
«Para nosotros era muy importante poder tomar nuestras propias fotos. Ni acudiendo a los archivos se puede lograr esta calidad, pero a veces es muy difícil porque no te dan los permisos necesarios. Tomar tus imágenes te permite iluminarlas bien y no tener que trabajar mientras cientos de personas están también contemplando las obras», explicó a dpa el editor.
El paso por España del fotógrafo de «Angelus y Diabolus» queda atestiguado a través de la captura, entre otros, de la pintura de Goya «San Francisco de Borja y el moribundo impenitente» que alberga la Catedral de Valencia.
También el Museo del Prado puso a disposición de Achim Bednorz las figuras demoníacas de El Bosco e incluso Santo Domingo de Silos se rindió a este especialista en fotografía de espacios sacros.
Su objetivo capturó representaciones de ángeles y demonios que pueblan museos, iglesias o fachadas de edificios monumentales y laicos de todo el mundo. Sólo en contadas excepciones, como en el caso de Bolivia, se echó mano de fotografías ya existentes.
«El 90 por ciento de las imágenes que incluye la obra son nuevas. Solo así se pueden lograr impresionantes pósters y disponer de páginas desplegables que una vez abiertas alcanzan una extensión de más de un metro. El ‘principio zoom’ que aplica el fotógrafo permite ver fragmentos concretos con mayor nivel de detalle que incluso estando en el lugar», indicó Toman.
Sus autores insisten en que ésta no es una obra pensada para expertos, sino para cualquiera interesado en el mundo de la cultura. «Es un libro para meditar, para el continuo disfrute y la continua instrucción», recalcan.
Es también una obra que, pese a su trasfondo filosófico, teológico y religioso, está íntimamente relacionada con los números.
Su distribuidor ha desembolsado un millón de euros para sacar a la luz el proyecto. «Si los recupera, eso está por ver. Ha asumido un gran riesgo y eso casi nadie lo hace hoy. Pero él cree en el proyecto y nosotros también», concluye el editor Rolf Toman un tanto aliviado. Tras más de media hora de conversación sosteniendo el libro en sus manos, procede a introducirlo de nuevo en su funda.
Por María Prieto