Melbourne, 30 ene (dpa) – Una mala racha de resultados a comienzos de 2011 le metió en la cabeza la idea de retirarse, pero después de pasar semanas meditándolo la alemana Angelique Kerber se convenció a sí misma de que su raqueta aún tenía muchas pelotas que golpear.
A finales de 2015, ya instalada entre las mejores del mundo, vivió un proceso similar: después de no superar la tercera ronda en ningún Grand Slam dedicó prácticamente cada minuto de su pretemporada en la academia de tenis familiar a forjar una idea en su mente.
«Quiero lucirme en los grandes en 2016», avisó la zurda al «Süddeutsche Zeitung» antes de que arrancara el nuevo año. Y como si el destino le debiera algo, la germana de ojos azulados y pelo rubio levantó hoy, 30 de enero, el primer Grand Slam de su carrera.
«Mi sueño se ha hecho realidad esta noche. Toda mi vida trabajé muy duro y ahora estoy aquí y puedo decir que soy una campeona de Grand Slam, es una locura», dijo exultante Kerber, nacida hace 28 años en la ciudad de Bremen, tras vencer en la final a la estadounidense Serena Williams.
Su viaje en Australia puede considerarse también un triunfo de su propia fe: el día 19, en su debut y un día después de su cumpleaños, salvó una pelota de partido; en cuartos tumbó a la bielorrusa Victoria Azarenka, que venía como un cohete; y en la final superó a la número uno del mundo.
«Tiene un carácter luchador», la alabó antes de la final su compatriota Boris Becker, una leyenda del tenis.
Williams también estaba avisada de que Kerber es una persona testaruda. «Sé que estuvo hablando de que quería hacerlo mejor en los grandes este año. Y empezar el año con una final ya te dice que si se pone algo en mente lo va a conseguir», dijo.
Prácticamente nadie al principio del torneo contaba con Kerber como campeona. Nadie salvo Kerber.
El fin de semana antes del inicio del Abierto de Australia está reservado siempre para ruedas de prensa de las estrellas. Las diez mejores jugadoras del mundo hablan de cómo prepararon el nuevo año. Pero Kerber no compareció a pesar de ser la número seis del ranking.
La anécdota dice algo acerca de su posición en el circuito. Kerber es una jugadora valorada por su espíritu de lucha y consistencia, pero no suscita gran interés mediático. Su actuación en los últimos grandes tampoco ayudó.
Kerber cayó el año pasado en la primera ronda de Australia y en la tercera de Roland Garros, Wimbledon y Nueva York. Muy poco en las grandes plazas para la alemana, que sin embargo ganó cuatro pequeños torneos a lo largo de 2015.
Durante sus vacaciones en las Maldivas y en la pretemporada en la ciudad polaca de Puszczykowo, en la academia familiar, se dio cuenta de que algo tenía que cambiar. La alemana decidió acortar el calendario de torneos para centrarse en mostrar su mejor tenis en los Grand Slam.
Su ídolo Roger Federer ya hace eso desde hace años. Y también lo hacía Steffi Graf, con la que se entrenó unos días el año pasado en Estados Unidos y con la que mantiene contacto habitual.
La primera muestra de que Kerber se tomaba en serio sus nuevos planes fue el torneo de Sydney de hace un par de semanas. Tras alcanzar la final de Brisbane estaba cansada y tenía algunas molestias estomacales, por lo que renunció a Sydney para no arriesgar su presencia en Australia. Lección aprendida.
Kerber se presentó en 2016 más en forma de lo habitual. Perdió un par de kilogramos, cambió su dieta y viaja con Torben Beltz como entrenador, además de un fisio, tras cortar con el técnico Benjamin Ebrahimzade antes de Indian Wells 2015.
Seguramente, cuando tenía 15 años y jugó su primera «qualy» de un torneo de la WTA, en Berlín 2003, no se habría imaginado que 13 temporadas después tendría una de las copas más importantes entre sus manos.
Una de sus frases en la ceremonia de premiación de hoy da buena muestra de su espíritu testarudo: «Gracias a mi familia, a mis amigos, a mi equipo. Lo siento, sé que a veces no soy fácil».
Por Ignacio Encabo y Lars Reinefeld