Riad, 24 jun (dpa) – Es poco después de media noche en Riad, la capital saudí, cuando Wala Abu Naym hace algo por lo que habría sido puesta entre rejas sólo un poco antes: abre el automóvil de su marido, se sienta al volante….y ¡conduce!. En el rostro de la mujer de 30 años se dibuja en ese momento una pequeña sonrisa. Recorre toda la ciudad, atreviéndose a acelerar más de lo debido.
Lo que en cualquier otra parte del mundo parece normal, es celebrado hoy por las mujeres saudíes como un día histórico: por fin se les permite manejar. En la media noche del sábado, el conservador reino puso fin a una prohibición única en el mundo.
Muchas esperaban ansiosas la llegada de este momento. «Aprendí a conducir durante mis estudios en Estados Unidos», cuenta Shahad al Rashid, de 26 años. «Pero no podía imaginarme que llegaría el día en que también podría manejar aquí».
Las mujeres deben agradecer esta libertad conquistada al príncipe heredero Mohammed bin Salman, visto por la mayoría de saudíes como un reformista. «Gracias a Mohammed bin Salman», tuiteaban hoy muchas mujeres.
El heredero de 32 años es considerado el verdadero hombre fuerte del reino y se ha propuesto transformar el país: en el centro de su plan está la reestructuración de la economía, para hacerla menos dependiente del petróleo, un recurso que enriqueció al país pero que un día se agotará.
Entre otros, el objetivo de la medida era facilitar el acceso de las mujeres al mercado laboral para aumentar así la mano de obra en el país. Shahad al Rashid es un buen ejemplo de ello. Como todas las mujeres en el país dependía hasta ahora de un chofer. Pero este domingo fue por primera vez sola al trabajo, pese a que su chofer la advirtió de las peligrosas curvas en algunos tramos del camino.
Conducir es una «sensación indescriptible», cuenta Shahad. «Me tuve que reír. Cuando paré el coche junto al de un compañero, miró y sus ojos no podían creer lo que veían».
Pero muchas como Wala Abu Naym mantienen la cautela. «Lo que más miedo me da es la velocidad de los conductores y su falta de consideración aquí». «Por eso me gustaría que al principio un hombre se sentara a mi lado hasta tener más confianza».
El príncipe saudí y millonario Al Walid bin Talal, que desde hace tiempo aboga por los derechos de las mujeres, difundió recientemente una grabación en el que se deja llevar por su hija en el coche, con sus nietas en el asiento trasero.
Pero la alegría de las mujeres saudíes por el derecho ganado es sólo el lado bueno de un día sobre el que penden nubes negras que ya se vieron venir en mayo: pocas semanas antes del fin de la prohibición de manejar, las fuerzas de seguridad detuvieron precisamente a activistas que habían luchado por ese derecho. Al menos nueve siguen en prisión y desde allí han tenido que ser testigos de esta jornada histórica.
A primera vista, las detenciones no se entienden en estos momentos, pero el mensaje que envía la cúpula saudí está claro: la casa real quiere mantener el control absoluto de las reformas. Sólo se darán las que el poderoso palacio de Riad considere adecuadas evitando a cualquier precio el surgimiento de una sociedad civil activa. Con ello queda claro que las reformas son también una concesión de libertad con muchos límites y que no se espera una apertura política.
La activista saudí Manal al Sharif ve el día de hoy con sentimientos encontrados porque las libertades personales de las mujeres en su país siguen estando muy limitadas. La experta en tecnología de información, de 39 años, es una de las activistas que lucharon durante años por el fin de la prohibición de las mujeres a conducir, sin dejarse amedrentar por el régimen.
En verano (boreal) de 2011 no sólo se sentó al volante de un coche y se atrevió a manejar, sino que se dejó filmar por una amiga y difundió las imágenes en Internet.
Mientras las activistas por los derechos de la mujer la celebraban, la Policía secreta irrumpió en su casa a las dos de la madrugada. Pasó nueve días en prisión.
Ahora se muestra feliz por la medida que entró hoy en vigor, contó a la emisora CNN. Pero al mismo tiempo lanzó hoy mismo una campaña contra la tutela masculina a la que las mujeres del país siguen sometidas.
Y es que las mujeres siguen necesitando el permiso masculino para muchas cosas, como viajar al extranjero o casarse. La tutela puede ostentarla el marido, el padre o incluso un hermano. «Seguimos siendo ciudadanos de segunda clase en mi país», afirma la mujer, que ahora vive en Australia. «Mi esperanza es que la llave del coche se convierta en la llave del cambio».
Por Jan Kuhlmann (dpa)