Berlín, 23 jun (dpa) – Hacer gala de sentimientos patrióticos durante competiciones deportivas nunca fue sencillo para la afición alemana, que lastrada por el uso instrumental que el nazismo hizo de la bandera nacional, evitó desde el final de la Segunda Guerra Mundial exhibir públicamente con orgullo sus colores.
Hasta 2006, año en que la potencia europea albergó el Mundial de fútbol, los alemanes no se despojaron de sus complejos. Convertidos en sede del mayor evento futbolístico del globo, comenzaron a colgar su enseña en balcones y a lucir camisetas en rojo, negro y amarillo sin temor a ser catalogados como fascistas.
Más de una década después los antiguos fantasmas vuelven a aparecerse entre la opinión pública germana. En un momento en el que la sociedad está fuertemente polarizada y en el Parlamento se sienta como tercera fuerza política el partido ultraderechista y de tintes xenófobos Alternativa para Alemania (AfD), muchos optan por guardar de nuevo la bandera en el cajón.
«El país se encuentra ahora mismo en un momento de convulsión. Incluso podría producirse una ruptura del Gobierno de coalición y estos estados de ánimo se extienden a la política», razona el psicólogo Stephan Grünewald en referencia a la crisis abierta en el Ejecutivo liderado por la canciller Angela Merkel a cuenta de la política migratoria.
Otras voces no dudan de que el llamado «Factor AfD» ha sido el que ha propiciado el cambio. «Ahora con Alternativa para Alemania hay un partido que quiere marcar una línea, un partido que instrumentaliza la bandera alemana para marcar distancias entre la gente que a su modo de ver no pertenece a Alemania», lamentó la política del partido Los Verdes Claudia Roth recientemente en una entrevista.
«Eso no lo podemos ocultar, tenemos que tenerlo en cuenta. Por eso: celebrar sí, pero nacionalismo no», agregó.
El partido de ultraderecha, que con su discurso encendido y crítico con la política migratoria de la canciller logró un 12,6 por ciento de los votos en las pasadas elecciones generales de Alemania, lleva su patriotismo a límites tan lejanos que ha llegado incluso a criticar a jugadores de la selección nacional de fútbol que tienen padres extranjeros.
«La gente lo considera un buen futbolista, pero no quiere tener a (Jerome) Boateng como su vecino», señaló en 2016 el líder de AfD Alexander Gauland al diario «Frankfurter Allgemeine Zeitung», causando gran indignación en el país.
Boateng, uno de los pilares en la defensa de la campeona del mundo, es uno de los numerosos jugadores de la selección alemana con origen extranjero. Nació en Berlín de padre ghanés y madre alemana.
«Tengo que ser sincera. Tengo problemas para aplaudir a la selección nacional tal y como está configurada. Selección nacional a la que ahora, por cierto, se le llama solo la selección», dijo por su parte la líder parlamentaria de AfD, Alice Weidel.
Sus palabras fueron pronunciadas tras el revuelo que generó en Alemania la publicación de una fotografía de Mesut Özil e Ilkay Gündogan, dos jugadores de la «Mannschaft» de origen turco, con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.
Los dos deportistas al igual que otros compañeros con raíces extranjeras son a menudo objeto de gran escrutinio por parte de la prensa y la opinión pública, quien ausculta con interés si los hombres de Joachim Löw cantan el himno nacional.
Por Christoph Driessen y María Prieto (dpa)